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Actualizado: 07 ene 2021 / 22:00 h.
  • Ilustración de ‘Los Borbones en pelota’, obra satírica que circuló durante el siglo XIX
    Ilustración de ‘Los Borbones en pelota’, obra satírica que circuló durante el siglo XIX

Pocos sabrán que el apellido Borbón procede de un castillo ubicado en el departamento francés de Auvernia, el château Bourbon-l’Archambault, al que los historiadores consideran la casa matriz de toda la estirpe. Y aunque sus orígenes se remontan nada menos que a la Edad Media, no sería hasta el siglo XVIII cuando ocuparon el trono de España, tras haber hecho lo propio, con desiguales resultados, en Navarra y Francia. El primero que se ciñó nuestra corona fue Felipe de Borbón, duque de Anjou, tras la muerte del último de los Austrias, Carlos II, que se marchó sin descendencia. Este era nieto del rey francés Luis XIV y María Teresa de Austria, nacida infanta de España, y bisnieto de Felipe IV de España, de la Casa de Austria, de ahí que figurase en el testamento del rey Hechizado como el «ganador de la partida», en palabras de César Cervera. Con él, como no podía ser de otra forma, arranca la obra de este periodista abulense que, bajo el título Los Borbones y sus locuras, ha sido una de las sorpresas de este 2020, desastroso en casi todo menos en lo literario. ¡Y menuda sorpresa! Tal ha sido su éxito que ya alcanza la cuarta edición.

Y es que tras la buena acogida dispensada a Los Austrias. El imperio de los chiflados y Superhéroes del imperio. Mito y realidad de los hombres que forjaron España, era de esperar que el autor nacido en Candeleda se atreviese con una nueva propuesta de corte histórico. E incluso que sus protagonistas fuesen los integrantes de la dinastía que rigió los destinos de España desde el año 1700, por eso de continuar la saga de soberanos patrios. De ahí que Los Borbones y sus locuras (La Esfera de los Libros) no solo reúne las virtudes de sus libros anteriores —rigor, documentación y un modo de narrar agudo y desinhibido—, sino que ofrece un relato más cercano en el tiempo y mucho más divertido.

¡Están locos estos Borbones!
Felipe V armado y a caballo. Louis-Michel van Loo (1737).

Del rey «Animoso» al de «los Tristes Destinos»

Tras evocar con acierto la primera etapa de Felipe V el Animoso, a quien su tía abuela Isabel Carlota del Palatinado puso el mote de roi d’Espagne siendo apenas un niño, Cervera se centra en los matrimonios del monarca con María Luisa Gabriela de Saboya —única reina de España que fue madre de dos monarcas— e Isabel de Farnesio, salpicando su relato de anécdotas, curiosidades y chismes que logran captar la atención de legos y expertos por su frescura y carácter insólito. Así, dichos capítulos recogen la obsesión del francés por el sexo —con su primera mujer hizo el amor incluso estando enferma de tuberculosis—, sus aportaciones a la cultura —fue el fundador de la Biblioteca Nacional en 1713—, o sus intentos de suicidio. Episodios extremos que no desmerecen en absoluto a los protagonizados por sus hijos, quienes reinaron bajo los títulos de Luis I y Fernando VI. De estos el autor destaca la brevedad de sus ejercicios, las particularidades de sus esposas (la del primero jugaba desnuda en los jardines de palacio, y la del segundo era «fea de rebaba» pero «un millón de veces más despierta que su marido»), y sus trágicos finales bajo la alargada sombra de su madrastra. Y es que la Leona, como llamaban a la italiana Isabel de Farnesio, era una mujer de armas tomar; tanto que, tras aguantar los delirios del primer Borbón en ocupar un trono español, jugar sus cartas y ser muy pero que muy paciente, logró que su hijo se instalase en el palacio de Oriente. Este se llamaba Carlos III, y aunque no estaba tan loco como sus predecesores, bien que supo trastornar a sus súbditos prohibiéndoles las corridas de toros, los duelos o el baile del fandango. En cambio su hijo, Carlos IV, el rey de los Tristes Destinos, fue reconocido por los españoles como el protector de la arqueología, las artes y las letras, dada su inclinación por estas disciplinas. Tanto le gustaba lo artístico que, siendo príncipe, no dudó en encaramarse a un andamio «para echar una mano al pintor Ramón Bayes en varios frescos».

Sexo, mentiras y correrías nocturnas

De Fernando VII —cuidado con lo que se desea—, César Cervera afirma que «desafió aquella máxima de que se puede engañar a todo el mundo algún tiempo, se puede engañar a algunos todo el tiempo, pero no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo». Y es que el Borbón lo logró obteniendo además la consideración del pueblo español, que lo vio como un monarca inocente y virtuoso hasta casi sus últimos días de vida. Un misterio de la humanidad como «las grandes pirámides de Egipto», según el autor.

Tampoco se libra de la socarrona pluma de Cervera Isabel II, la del «elefantiásico trasero», cuya naturaleza afable y generosa la impulsaba a ayudar a los más necesitados, al tiempo que se hartaba de dulces «hasta reventar» o se encamaba con militares y aristócratas a espaldas de su marido. Por eso no debe extrañarnos que Francisco de Asís extorsionase a su mujer cada vez que se quedaba encinta; uno de cuyos embarazos permitió la Restauración monárquica tras la revolución de 1868 que envió al exilio a la reina. El protagonista se llamaba Alfonso XII y, auspiciado por la sagacidad de Antonio Cánovas del Castillo, sucedió al brevísimo Amadeo de Saboya tras la fallida Primera República. Con el vástago de Isabel II sosteniendo el cetro, España gozó de uno de los periodos «de mayor estabilidad económica y social de su historia reciente», y ello pese a las correrías nocturnas del joven Borbón, antes, durante y después de su romance y matrimonio con María de las Mercedes de Orleans. Afición heredada por su hijo póstumo, Alfonso XIII, a quien el fotógrafo Pepe Campúa inmortalizó en cueros en las Hurdes en 1922, tal y como se recoge en la obra.

¡Están locos estos Borbones!
Portada del libro. / El Correo