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Actualizado: 22 ene 2023 / 21:33 h.
  • La Cara Oculta - Cosas que hacer en Denver cuando aún no estás muerta

Estoy enganchadísima a la serie de la BBC «Peaky Blinders». Me tiene enamorada su estética (antes de la Segunda Guerra Mundial se hacían las cosas bien bonitas) y su trama plagada de personajes carismáticos.

El trasfondo histórico le otorga un plus, aunque la historia del XX la tengo ya muy trillada. La serie también tiene sus peros. Por ejemplo, lo de la escena obligada del plano abierto del plantel andando (con mucho flow) en formación de estorbar toda la acera, me recuerda a esa secuencia de las animaciones noventeras que eran la piedra angular de cada episodio.

She-Ra no era She-Ra hasta que hacía lo de la espadita pa arriba y lo del pegaso. Daba igual que eso te cortara el ritmo del capítulo, había que meterlo por narices. Lo mismo pasa en «Pinguis Winkings», si no incluyen la posecita, no se quedan a gusto.

Ah, también me lleva a la carcajada lo de las llamaradas que acompañan el citado desfile. Siempre hay algo que suelta unas flamas propias de pirotecnia de concierto de Manowar. Esto pegaba en las calles de Birmingham, aunque de donde brotara el incendio pareciese una casa corriente, pero, bueno, se puede pensar que es una fragua (aunque el herrero tendría las pestañas y las cejas hechas muñón). Todavía en el escenario de las fábricas podría colar el tema de la chasca asalvajá, aunque saliese de un banco de trabajo en el que sólo se ve a un malafeitao clavando tablones, da igual, tira ahí de pira fallera. En los campamentos gitanos pues dices: “Irían a asar patatas y se les ha ido de las manos la fogata”. Lo que me pregunto es cómo lo van a justificar cuando la acción transcurre en las cámaras institucionales y de representación política. Supongo que alguien se encenderá un puro muy gordo para que Cillian Murphy pueda ir con andares to gansos entre chispas y pavesas.

Bien, a mí lo que me es grato de verdad de «TinkiWinki» es el tema del crimen organizado. Los mafiosos me gustan mucho. Con todo, no he visto la saga de «El Padrino», aunque me leí la primera novela de Puzo y me pareció un coñazo. Poseo también una bonita edición de «Omerta», a cargo de La Trama, de sujetalibros aguantando la colección de «Gen-13».

Una vez realizada esta impactante revelación, insisto: el ambientillo criminal de ficción me va.

Me gozo igual el mundo quinqui de Cercas que el narco de Winslow y, por supuesto, me encanta verlo en ficción filmada.

Todo esto se enlaza a que, hace unos días, tomé un vermut con un conocido que también anda enganchado a los «Pinki Trinkis» y se empieza a aficionar a las historias de apandadores, malajes y patibularios. Para demostrarlo me soltó: “Eh, me vi esa película antigua que me recomendaste”.

No caí yo en qué le había recetado, porque en mi cabeza lo de “antiguo” hace referencia a cosas en plan «La fiera de mi niña» o a las locuras de Cecil B. DeMille.

—¿Cuál? — .Contesté (muy apropiadamente, creo yo).

—Sí, esa de un blanco y un negro que son sicarios de un mafioso. No me acuerdo ahora del nombre.

No me dijo nada la sinopsis que se me ofrecía, y no fue hasta el segundo vermut (con tapa) y una búsqueda en Google, que mi amigo me enseñó la carátula de «Pulp Fiction» con Uma Thurman a punto de cargarse las sábanas con el pitillo.

«PulpFiction», te cagas. Nunca habría yo adivinado que se refería «Pulp fiction» con la descripción de una película antigua de un negro y un blanco. Nunca podría haber imaginado que alguien no tuviera en la mente ese título. Y tampoco que nadie en este mundo no lo hubiera visto y menos que yo se la hubiese descubierto.

Todos esos “nuncas” se deben a que estoy vieja, caduca, estoy muerta aunque no lo sepa.

Mi interlocutor contaba (y cuenta, a menos que le haya pasado algo raro con una mayonesa caducada) con veintiséis abriles. Es un nene medianamente cultivado y que disfruta de las cosas en el soporte de pantalla; recuerda algunos nombres de directores que le gustan y no vive en una sima (lo hace con sus padres en su habitación de siempre).

Pero para él esa cinta de Tarantino que yo (y me atrevo a afirmar que muchos) tenemos totalmente interiorizada era una rareza desconocida que llegaba desde un pasado ignoto.

Así que estábamos ahí sentaditos alrededor de un barril muy gordo, con nuestro vermut de grifo; compartiendo bebida, aire, lugar, espacio, lo que surja (y un taburete de más con los abrigos), pero me percaté de que vivíamos en mundos diferentes por completo y muy alejados.

Mientras yo clamaba al Cielo sobre que hubo un antes y un después de «Pulp fiction»; que era una producción referenciada y homenajeada en miles de otras obras y campos; que formaba parte de la cultura popular más básica, que “¿Cómo coño no sabías que era «Pulfitión»?; un eco en mi cabeza de rubia me decía:” «Naruto», «OnePiece, la saga «Crepúsculo»...”. La evocación de todo eso, que para mí no son más que rumores ajenos y distantes pero que para él están tan presentes en su imaginario como para mí «Pulpfichión», me obligó a comprenderle y a dejar de despellejarle. Lo de «Crepúsculo» me llevó a enunciar la cuestión definitiva:

Tate, para ti, ¿quién es Batman?

—Pues, el Pattison... ¿no?, ¡No, no, espera: Ben Affleck!

A ver cómo le explicaba yo la existencia de un señor que se llama Michael Keaton y otro que era Adam West.

Esto también se puede hacer con el papel de Jo de las «Mujercitas» de Austen, pero en la situación hubiera sido demasiado pedir.

No dejo yo asombrarme de que cada generación tenga la oportunidad de descubrir y de reinterpretar las historias del pasado. Así veo a nenas que sin saber de un tal Homero flipan con las cosas de Madeline Miller o con las influencias que no esconde Pierce Brown.

Todos los últimos cursos de instituto alguien descubre asombrado a Bukowski y también que en la literatura se pueden utilizar tacos y expresiones como “follar”, “coño” o “picha”.

Cada año a alguien se le revela que el western no sería el western sin la pluma de una nena que se llamaba Dorothy M. Johnson

Y supongo que una vez a la semana se da de morros con Shelley y su “moderno” Prometeo.

Todo eso me lo juntan con el «Fornite», con Kratos, con Ellie y Joel de «The Last of Us», y con «Euforia» y me pregunto qué serán capaces de parir mañana con esa mezcla en la cabeza.

—¿Qué otra peli antigua de gánsters me recomiendas, So?

Supongo que el futuro es suyo, pero yo, el nosotros que somos todos los que tenemos el antes y el ahora, todavía podemos aportar algo; aún quedan cosas por hacer.

Levanté mi mano con los dedos juntos y extendidos hacia arriba.

—Copas de yate.

Por supuesto, no lo pilló.

La Cara Oculta - Cosas que hacer en Denver cuando aún no estás muerta

Besos de carmín, nenas y nenes.