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Actualizado: 19 dic 2019 / 09:03 h.
  • Tony Curtis, Marilyn Monroe y Jack Lemmon en ‘Con faldas y a lo loco’. / El Correo
    Tony Curtis, Marilyn Monroe y Jack Lemmon en ‘Con faldas y a lo loco’. / El Correo

El cine de Billy Wilder se nutre del engaño. Cambios de aspecto y cambios mucho más poderosos, que afectan a la esencia de los personajes; son los ejes que soportan buena parte de las tramas de Wilder.

Y son las mujeres las que asumen ese rol por distintas razones. Porque el hombre en el cine de Wilder presume de una inteligencia superior, de una capacidad reflexiva muy por encima de la femenina, de una intuición descomunal; el hombre cree estar muy por encima de la mujer y no cree que tenga que cambiar. Los hombres presumen y las mujeres logran esquivar tanta arrogancia para lograr situarse un escalón más arriba, para convertir la burla masculina en una especia de búmeran.

La mujer en el cine de Billy Wilder
Kim Novak y Dean Martin en ‘Besame tonto’. / El Correo

Wilder, que tenía bastante mala leche al escribir sus guiones, no se conforma con mostrar ese proceso; Wilder deja que su personaje masculino se eleve tanto como tan fuerte cree que debe ser su caída. Tal vez el caso más sorprendente es el que podemos ver en «La vida privada de Sherlock Holmes». El personaje principal; Holmes, claro; casi se presenta en pantalla diciendo que «jamás se debe confiar eternamente en una mujer, ni siquiera en la mejor de ellas. Son cleptómanas, ninfómanas, pirómanas... Las mujeres no son dignas en ninguna circunstancia». En fin, una forma de ver a las mujeres bastante tremenda. Desde la superioridad, desde una atalaya inaccesible para cualquiera de ellas. Sin embargo, Holmes no es capaz de ver cómo la espía de la que se enamora hace señas con su sombrilla a sus colegas ocultos. Y no es que lo haga escondida. No, lo hace delante de él. Holmes no es capaz de preguntarse qué hace esa bellísima mujer abriendo y cerrando su sombrilla un día de niebla.

La mujer en el cine de Billy Wilder
Wilder utiliza cada tópico sobre las mujeres para que el hombre quede engañado. / El Correo

Algo parecido ocurre en «Testigo de Cargo». Cuando el abogado protagonista interpretado por Charles Laughton conoce que una mujer (esposa de su cliente) entrará a formar parte del juego, supone que es una histérica y una lela. Sin embargo, no puede resistirse a caer rendido ante ella al comprobar que es una mujer inteligente, astuta y valiente. Todo el trono en el que el abogado se sienta se derrite ante ella.

Billy Wilder sabe que los hombres miran a las mujeres desde un lugar muy concreto. Que las mujeres lo saben. Que todo el espectro de las relaciones entre hombres y mujeres está lleno de tópicos ridículos que se pueden aprovechar para asumirlos y hacer que estallen en mil pedazos poco después. Que la debilidad más acusada de las personas (respecto a otros) suele llegar de la percepción que tenemos de ellas.

Las mujeres en el cine de Wilder parten con desventaja. Si dicen lo que piensan, si de dejan ver más de la cuenta, no serán tomadas en cuenta. Lo mejor es disfrazarse y comenzar un engaño, más o menos sutil, del que los hombres serán víctimas. Wilder utiliza cada tópico sobre las mujeres para que el hombre quede engañado y quede asombrado cuando, claramente, no es suficiente su capacidad intelectual; esa de la que tanto presume.

La mujer en el cine de Billy Wilder
El imaginario masculino sobre la mujer es alcanzado en su línea de flotación para hacer que su percepción se desmorone. / El Correo

La mujer en el cine de Wilder puede intercambiar papeles (la esposa y la prostituta en «Bésame Tonto...»), puede doblar su personalidad (Christine en «Testigo de cargo») o puede ser motivo de elección por parte del hombre (la cabaretera o la representante del senado en «Berlín Occidente»). En cualquiera de los casos, el imaginario masculino sobre la mujer es alcanzado en su línea de flotación para hacer que su percepción se desmorone. En todos los casos, el hombre recibe lo que necesita para que siga mirando en la dirección equivocada y sea la mujer la que se salga con la suya. En cualquier caso, las relaciones que se establecen en las películas entre hombres y mujeres, se plantea como conflicto para que la situación inicial vuelva a ser la de antes o se llegue a un punto amable y dentro de lo considerado normal en el momento de filmar las películas (En «La tentación vive arriba» el protagonista corre, finalmente, hasta el lugar de vacaciones de su esposa; el militar de «Berlín Occidente» pasa por la vicaría...). Y son ellas, las que ponen en funcionamiento un juego lleno de engaños y de reflejos falsos, las que ganan la batalla a unos hombres que no saben qué hacer, qué elegir, cómo resolver los problemas. Porque no terminan de entender que ante las mujeres no hay nada que hacer una vez que comienza el juego.

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Algo de lo que dijo Wilder sobre ellas

Para entender al personaje femenino de Wilder, conviene entender cómo miraba él a las mujeres. Algunas cosas de las que dijo pueden dar luz a este asunto.

Las más interesantes: Las mujeres más interesantes en una película son las putas; y todo hombre enamorado, en el fondo, es un pervertido sexual.

Las Hepburn (Audrey y Katharine): Después de tantísimas camareras de bares de carretera como hay últimamente en el cine –hemos sufrido una sequía de todo lo demás- por fin hay alguien con clase, una persona con estudios, que escribe sin faltas de ortografía y que quizás incluso sepa tocar el piano. La otra chica es Katharine Hepburn. No hay nadie más... La tetitis domina el país; pero esta chica... ella sola puede hacer que el tetamen sea cosa del pasado.

Marilyn Monroe: Su eterno problema es que se enamoraba con mucha rapidez. No era la clase de mujer que se supone que debe ser un símbolo sexual, y eso la mato... Marilyn era una mezcla de pena, amor, soledad y confusión.

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