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Actualizado: 27 jul 2020 / 12:58 h.
  • Sólo cuando el protagonista recupera su condición anterior logra integrarse en una sociedad lamentable y patética. / El Correo
    Sólo cuando el protagonista recupera su condición anterior logra integrarse en una sociedad lamentable y patética. / El Correo

El ser humano es como es. Nada ni nadie ha logrado que cambie. Ha podido evolucionar aunque la esencia, su condición, sigue intacta. Es verdad que entre individuos existen diferencias, matices. El entorno, el aprendizaje o lo que sea (eso lo saben los profesionales muy bien y yo no) terminan por diferenciarnos. Todos humanos, todos distintos. La condición humana no se altera. Quiero decir con esto que todos podríamos llegar a un mismo lugar dándose las mismas condiciones. Ya sé que esto no es muy científico aunque lo creo.

¿Podríamos eliminar una característica de algún ser humano para hacer un mundo mejor con ello? ¿Podríamos privar de su libre albedrío a una persona a cambio de mejorar la sociedad? (He dicho libre albedrío y no libertad). Parece que la respuesta es no. Para que una persona sea humana se necesita que todo lo propio de esa condición este presente en el ser. Algo así.

Ahora pensemos en esta situación: una banda de criminales aterroriza a la población. El peligro crece al mismo tiempo que su violencia. Bien. Nos proponen que (utilizando una técnica novedosa) eliminemos los instintos agresivos en los miembros del grupo. Nunca más podrán ejercer la violencia. Habrá desaparecido por completo de sus vidas, no será una alternativa en su día a día. Queda bonito ¿no? El grupo respira sin entender que lo que se limita es la posibilidad entre lo que es bueno y malo, entre lo que un individuo valora de un modo u otro. Imaginemos que la sociedad (la nuestra, no la de una película) acepta algo así. ¿Alguien diría en voz alta que este mundo es maravilloso y magnífico y justo y sano? ¿Quién decide lo que es bondad o maldad? ¿La violencia en un campo de batalla es mejor que la que ejercen grupos ultraviolentos? ¿Acaso no se producen miles de violaciones durante los conflictos bélicos? Además, no poder elegir la violencia como alternativa podría ser causa de abuso por parte de los que quedan enteros. Una antigua víctima de ese grupo podría vengarse de ellos (eso forma parte de la condición humana, no gusta oírlo, pero somos vengativos). En fin, da para escribir un tomo. En cualquier caso, quería exponer buena parte de la tesis que se presenta en «La Naranja Mecánica» de Stanley Kubrick, quería preguntarme -mientras escribía- hasta dónde se puede llegar.

«La naranja mecánica»: La persona como unidad
Lo que cuenta Kubrick en ‘La naranja mecánica’ se arece bastante a lo que sucede en nuestras ciudades. / El Correo

El guión de la película está basado en la novela de Anthony Burgees. Ciencia ficción, jerga callejera inventada y calidad literaria muy importante.

Narra la historia de Alex (Malcolm McDowell). El muchacho es una alhaja que disfruta con la violencia, con las violaciones y con no dar un palo al agua nunca. Él es el narrador y la acción se focaliza casi por completo en ese personaje. Después de llegar al asesinato es encarcelado. Dos años después, pide ser incluido en un programa de regeneración que le convertirá en un individuo sin capacidad para mostrarse violento ante cualquier situación. Su reinserción en la sociedad es un desastre. Sus padres no le reconocen como hijo, sus víctimas aprovechan para pasar facturas, los que fueron sus amigos le ven como el peligro que fue y le tratan como tal (ahora son policías puesto que el gobierno entiende que la violencia se contrarresta con más violencia y contrata a lo peor de lo peor para que acabe con lo peor de lo peor). En fin, un desastre absoluto. Sólo cuando recupera su condición anterior logra integrarse en una sociedad lamentable y patética.

Kubrick trabaja con conceptos especialmente delicados en esta película. La violencia ante el libre albedrío. ¿Hasta dónde se puede llegar? ¿Qué puede permitirse, qué no, quién debe hacerlo? ¿Es violento atentar contra la humanidad de las personas aunque sea el Estado el que lo haga? Al espectador le sitúa ante esa doble moral que lo gobierna todo ¿Es la venganza justa, podemos llegar a entender un asesinato por esa razón? ¿No es eso un tipo de violencia que se debería erradicar con otro plan de reinserción? ¿Sin violencia podría el ser humano serlo? ¿Qué mueve el mundo, quién manda aquí? ¿Hasta dónde llega el amor de los padres?

«La naranja mecánica»: La persona como unidad
La secuencia en la que Alex se lía a mamporros con sus amigos mientras escuchamos la obertura de la «Gazza Ladra» de Rossini es, plásticamente, maravillosa. / El Correo

Kubrick muestra lo peor del ser humano apoyándose en escenas de violencia explícita o, por el contrario, dibujando la cara más perversa de esos que no muestran violencia alguna aunque son capaces de conseguir lo que se proponen por otras vías (poder, tranquilidad, dinero...). Enseña, de forma magistral, una sociedad que parece apoyarse en el amor y la caridad, en un amor falso y meloso que hace mala cualquier otra opción. Por ejemplo, el sexo sin estar envuelto de amor caramelizado es algo horrible en esa sociedad. Todo es mentira, todo es una fachada que quieren ocupar unos y otros.

Alex, el protagonista, sienta una enorme debilidad por la música de Beethoven. Todo lo que hace se tiñe de belleza si le acompaña la música de ese compositor. Otra música lo convierte en divertido, pero Bethoven es diferente. Viendo la película, se puede llegar a la misma conclusión. Sí, el espectador. La secuencia en la que Alex se lía a mamporros con sus amigos mientras escuchamos la obertura de la «Gazza Ladra» de Rossini es, plásticamente, maravillosa. Ese es sólo un ejemplo. El mundo se distorsiona cuando la recepción de las cosas es distinta. Y eso es lo que le pasa a Alex.

Por cierto, si ven la película por primera vez o vuelven a hacerlo, comprobarán que lo que nos cuentan es bastante parecido a lo que pasa en nuestras ciudades.

Echar un vistazo a «La Naranja Mecánica» es una experiencia cinematográfica única.