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Actualizado: 08 mar 2023 / 09:15 h.
  • La Primera Dama del Mundo

«Eleanor era considerada una niña tímida y asustadiza, con la manía de bajar la mirada mientras esperaba que otros hablaran por ella...». De este modo arranca ‘La defensora de la humanidad’, el libro con el que la editorial barcelonesa Vegueta conmemora el 75 Aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Una obra infantil que nos sumerge en la biografía de la escritora y activista Eleanor Roosevelt, primera dama de los Estados Unidos, que no dudó en luchar por todo aquel que la necesitara.

Nacida el 11 de octubre de 1884 en la ciudad de Nueva York,​ nuestra protagonista era hija de un matrimonio de la alta sociedad compuesto por Anna Rebecca Hall y Elliott Bulloch Roosevelt. Desde pequeña, Anna Eleanor Roosevelt prefirió ser llamada por su segundo nombre, Eleanor, aunque en la intimidad, su madre la apodó «granny» («abuelita») porque actuaba de una manera demasiado seria para una niña. Por parte de padre, Eleanor era sobrina de Theodore Roosevelt, el vigésimo sexto presidente de los Estados Unidos, mientras que por la rama materna era sobrina de los campeones de tenis Valentine Gill «Vallie» Hall III y Edward Ludlow Hall.

Desgraciadamente, su infancia no fue feliz, ya que perdió a su madre cuando apenas tenía ocho años, mientras que su padre, un alcohólico confinado en un sanatorio, fallec dos años más tarde. Entre ambas muertes, Eleanor perdió a uno de sus hermanos menores, Elliot Jr. Educada por su abuela, la pequeña Roosevelt hubo de acostumbrarse a una vida rodeada de privilegios pero en la que la severidad era el caldo de cultivo diario. Una de las normas que más le contrariaba era la de no poder leer por las noches, de ahí que tuviese que esconder sus libros bajo el colchón y despertarse en medio de la madrugada para saciar su hambre lectora.

Cuando cumplió quince años, Eleanor fue enviada por su abuela a un internado femenino en Londres. Allí aprendería francés y descubriría su pasión por la cultura y los idiomas. A su regreso a Nueva York, ya con 18 años, Roosevelt entablaría una relación con un primo lejano, Franklin Delano Roosevelt, con quien llegaría a casarse frente a la oposición de la madre del novio. A partir de ese momento, nuestra protagonista se enrolaría en una serie de viajes junto a su esposo que le cambiarían la vida. Y es que el recorrer diversos países le permitió conocer las profundas desigualdades que existían entre los seres humanos, lo cual le llevó a sensibilizarse con las causas sociales y a querer luchar por un mundo mejor.

Con el paso de los años, Franklin contraería una terrible enfermedad que le condenaría a una silla de ruedas. Sin embargo este hecho, en lugar de hundirle emocionalmente, le impulsó a trabajar en su carrera política, llegando a convertirse en presidente de su país. Por su parte, Eleanor, una vez convertida en primera dama de los Estados Unidos, comenzó a implicarse en causas humanitarias y a luchar contra el racismo, el machismo y las leyes injustas, llegando a figurar como voluntaria en la Primera Guerra Mundial. En cuanto a su vida sentimental, tras enfriarse su matrimonio con Franklin, la activista inició una relación con Lorena Hickok, una de las reporteras más conocidas de los Estados Unidos.

La Primera Dama del Mundo

‘La defensora de la humanidad’, el precioso libro escrito por la periodista Anaïs Faner e ilustrado por Marta Ponce, recoge de manera amena y didáctica estos y otros muchos episodios de la autora de ‘Lo que aprendí viviendo’, la cual llegaría a escribir en la prensa y aparecer regularmente en la radio y la televisión de su país hasta su muerte en 1962. Tan grande fue su influencia en la sociedad de su tiempo que fue galardonada con el Premio al Mérito de la Federación de Clubes Femeninos de la Ciudad de Nueva York en 1948, el Premio Cuatro Libertades en 1950, el Premio de la Fundación Irving Geist en 1950 y la Medalla del Príncipe Carlos de Suecia en 1950. Aunque quizás, el título más importante de su vida fue aquel que le concedió el presidente Harry S. Truman al bautizarla como la «Primera Dama del Mundo» por sus avances en materia de derechos humanos.

Entre sus muchos logros, Eleanor Roosevelt consiguió que pudiésemos salir del país y luego regresar, elegir dónde deseamos vivir, o que todas las personas —incluyendo, por primera vez, a las mujeres— seamos iguales, pero reconociendo las diferencias entre unos y otros. Y, para que no olvidemos jamás lo verdaderamente importante, nos lo dejó por escrito en la Declaración Universal de Derechos Humanos.

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