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Actualizado: 07 may 2020 / 08:34 h.
  • Benito Pérez Galdós.
    Benito Pérez Galdós.

Vuelve a narrar Gabriel de Araceli dispuesto, como no podía ser de otro modo, a conquistar a Inés y con nuevos impedimentos. Amaranta le advierte del principal y es que ahora vive con las dos hijas de María (Asunción, que va para monja; y Presentación, algo más díscola), don Diego y el tutor o preceptor don Paco, en un hogar en que la madre les prohibe a ellas hacer casi cualquier cosa en nombre de un catolicismo que ella entiende bien, pero no sabe traspasar adecuadamente a su prole.

En este capítulo, se narra la derrota del ejército francés gracias a la triple alianza de Portugal, Inglaterra y España, en torno a la que aparecerán nuevos personajes, propiciados igualmente por el fin del régimen absolutista, la fundación de las primeras Cortes democráticas gracias a la firma de la Constitución de 1812 (también llamada La Pepa) y de donde encontramos un complemento novelesco idóneo en «El asedio» de Arturo Pérez Reverte.

El personaje inglés gracias al que el incidente intrahistórico no acaba en Guerra Civil entre paisanos, es lord Gray, emparentado con el poeta romántico lord Byron, un hombre de mundo que va a parar con sus huesos al hogar de María, sintiendo un furor íntimo a medias entre el personaje del Quijote y su admiración por el clero español, que le lleva a querer para sí a Asunción; esto provocará un incidente que hará saltar chispas, y por el que Gabriel conseguirá alguna ventaja en su personal duelo.

Lecturas para el confinamiento: «Cádiz»

Al mismo tiempo y del otro lado se subraya la libertad de imprenta, como acontecimiento derivado de la nueva libertad y aparecen personajes reales e imaginados como Martínez de la Rosa, Quintana, Argüelles o el caballero cruzado finalmente convertido en espantajo, don Pedro del Congosto, que recriminará al protagonista el hecho de que por él beba los vientos Presentación, acusando a Gabriel de lujurioso y poco decente.

Es tal el grado de sumisión a que somete María a sus hijas e Inés, que contar con escenas en que las tres, tras haber salido esta de casa un rato, se diviertan con lo más mínimo es un gozo no sólo para el protagonista, sino para cualquier hombre que por allí pasara.

Las escenas de seducción anteriores y posteriores, donde los varones Diego, Gabriel y Gray disfrutan tanto, nos las muestra el autor como si fuesen un baile de máscaras teatrales donde, sin saber cuando hay fingimiento o verdad, el lector las considera también alegres y cargadas de música.

Después de que el caballero inglés haga ver sus nulas intenciones, más que de casarse con Asunción (que sin duda no está preparada más que para una bonita amistad), a Araceli le tocará batirse el cobre y el acero con Gray, en un combate de esgrima a caballo propiciado por el nuevo gobernador, que hará que nuestro protagonista quiera salir de Cádiz una vez esté terminado, al convertirse así de testigo participante de los hechos en posible y único benefactor de una patria que ha cambiado demasiado para que valga más que su propia vida, aunque se considere a sí mismo más un marmolillo que un quijote.