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Actualizado: 01 abr 2021 / 22:41 h.
  • «No se lo digas a nadie»: Una joya que pasó desapercibida

Por más que me pregunto por qué hay películas estupendas que pasan desapercibidas, por más que busco respuestas aquí y allá; no soy capaz de entenderlo. Las distribuidoras no apuestan por nada que no esté realizado con mucha pasta y venga precedido de una promoción colosal. Aunque eso, por lo que se juegan los cuartos, sea una auténtica bazofia; lo importante es lo bonito del cartel y lo atractivo del trailer. Así les va, claro. El público no es tonto y hasta el peor de los aficionados no traga con cualquier cosa. Además, hoy con esto de la Internet, las opiniones se difunden con rapidez. El problema, el gran problema, es que esas opiniones llegan si la película se distribuye, si llega a las salas. Si los aficionados no saben que algo existe poco pueden hacer para evitar engaños o por difundir un buen trabajo.

«No se lo digas a nadie»: Una joya que pasó desapercibida

«No se lo digas a nadie» («Nes les dis à personne», 2006) es de esas películas que no se han visto en España. Al menos, no se distribuyó más que en cuatro sitios. Ahora, se puede ver en Internet. Una pena lo primero y una oportunidad esto último. Porque es una película estupenda.

Se trata de un thriller dirigido, muy bien, por Guillaume Canet; adaptación de la novela de Harlan Coben (el propio director es el guionista acompañado por Philippe Lefebvre). Con un montaje excelente en el que se superponen acciones de diferentes tiempos, con el que se logra un tempo justo por su tranquilidad en el que no sobra un minuto, nos cuentan lo que le sucede a Alexandre Beck, un reconocido pediatra, cuando pierde a su mujer. Desde esa pérdida al momento elegido para desarrollar la trama, el director inserta una elipsis que está llena de interrogantes y que irá llenando de contenido a medida que la trepidante acción se va desarrollando.

La trama se redondea con giros argumentales muy sólidos por estar justificados y por aportar un grado de verisimilitud altísima al relato. El guión se hace absorbente y se remata muy bien, como sólo podría ser después de un desarrollo estupendo. Sin estupideces de última hora, sin prisas, sin atropellos. La tensión que se genera desde el principio deja pegado al sillón hasta llegar a un final conmovedor.

«No se lo digas a nadie» se acerca a «Vértigo» de Hitchkock, a ese romanticismo que flirtea con la necrofilia. Y a «El fugitivo» cuando percibimos la persecución del que creemos inocente.

Sin duda, la película funciona, entre otras cosas, porque François Cluzet se empeña en ello. Él es el que defiende el papel protagonista. El reparto al completo se esfuerza, disfruta. La dirección de Canet con los actores es una maravilla. Hasta la banda sonora se apunta al excelente nivel.

¿Por qué las películas de esta categoría quedan en el olvido? ¿Por qué no se les da ni una oportunidad? No hay respuestas lógicas. El mundo de la cultura es, eso, falta de lógica en los últimos tiempos. Y, por si fuera poco, llegó el SARS-CoV-2.

«No se lo digas a nadie»: Una joya que pasó desapercibida