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Actualizado: 26 abr 2016 / 10:11 h.
  • Palabras cuando hay palabras
    Flor Saraví es la única actriz sobre el escenario en Los caminos de Federico. / Fotografía de David Ruiz
  • Palabras cuando hay palabras
    En Los caminos de Federico todo es Lorca en la escena / Fotografía de David Ruiz

Comienza la obra y la actriz nos interpela, ¿es la actriz o es Lorca? En Los caminos de Federico todo es Lorca en la escena. Flor Saraví interpreta, durante casi una hora y media, poemas y obras teatrales de Federico García Lorca. No hay otros actores ni actrices, ella es el único cuerpo que, junto con las luces, un cajón y un cuenco para hacer música, un escritorio de madera antiguo que esconde dibujos del propio Federico, y un vestido blanco, lleva adelante todo el espectáculo.

Al principio su voz es suave y serena, hasta que llega el primer grito: «Protesto, protesto, protesto». Entonces ya se abren los grandes temas de Lorca en el teatro y en los versos: el hambre y la pobreza, el cansacio humano, la Guerra Civil, el pueblo, la infancia, la muerte, la soltera o el matrimonio, la soledad, la mujer.

El escritorio es el elemento central de la escenografía. Sobre él se monta la maqueta de Jerez de la Frontera cuando es el turno del Romance de la Guardia Civil española. En cartón, la luna y el sol, las casas del pueblo y los personajes del poema: la Virgen y San José, las mujeres y las trenzas. Pero el escritorio también es lo que se convierte en una especie de altar que permite predicar para lanzar el grito «el pan nuestro de cada día», o incluso la estructura que esconde cajones y tablas que al ser sacados revelan esos dibujos del poeta granadino para los personajes de La zapatera prodigiosa.

Transcurre casi una hora y media y es a costa de piel de pollo en el espectador y lágrimas en la actriz que no son solo el Llanto por Ignacio Sánchez Mejías.

Un excelente espectáculo que cala en lo más hondo y permite, al mismo tiempo, reconocer esos versos de siempre (Verde que te quiero verde [...] Y el caballo en la montaña) de este Poeta en Nueva York, e incluso en Buenos Aires, que en voz y cuerpo de esta actriz argentina, dirigida por Samuel Blanco, retumban y vibran. Y por fuera de esos verbos, silencio: «Hay cosas que no se pueden decir porque no hay palabras para decirlas; y si las hubiera, nadie entendería su significado», como dijo Doña Rosita la soltera.

En Madrid, esperamos con ansias que el otoño nos devuelva a Los caminos de Federico.