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Actualizado: 04 ene 2021 / 22:10 h.
  • Alessandro Baricco. / EFE
    Alessandro Baricco. / EFE

La escritura de Baricco es extraordinariamente técnica a pesar de llegar al lector con facilidad y con la etiqueta de agradable. Porque la técnica puede utilizarse para alcanzar diferentes objetivos (algunos no literarios) y el autor de «Seda» lo sabe más que bien.

Las imágenes de este texto son muy superficiales, muy poco potentes, aunque Baricco utiliza palabras de tono medio que las maquillan para poder parecer fuentes evocadoras y revestidas de gran belleza. Por otra parte, maneja la reiteración para generar una sensación de falsa cercanía entre relato y lector; busca una integración que termina consiguiendo aunque dura lo que tarda alguien en leer la novela. Poco después todo se olvida. Además, la trama se llena de situaciones románticas, dramáticas, de ausencias y melancolías; que funcionan muy bien para entretener a los lectores. Es decir, Baricco utiliza la técnica con cuidado extremo y es muy astuto al hacerlo. Eso no se le puede negar.

«Seda»: La técnica y la astucia

La novela tiene cosas interesantes. Por ejemplo, la descripción de los viajes que realiza Hervé Joncour en busca de los huevos de gusano. Con una sola palabra, el autor consigue mostrar las diferencias que existen en un mismo trayecto pasado un tiempo bastante escaso. Mezcla bien los elementos dramáticos consiguiendo cierta tensión narrativa que nos lleva hasta el final del relato sin fatiga (si la novela fuera el doble de larga no sé si funcionaría igual). Contrapone culturas, amores, rutinas; y eso funciona muy bien cuando se busca la implicación del lector que termina apuntándose a una opción u otra sintiéndose parte de la propia trama. Cualquier escritor que intente abrirse paso en el mundo literario debe echar un vistazo a «Seda» para comprobar que, casi siempre, el éxito de un libro tiene más que ver con detalles que con la calidad.

«Seda» cuenta cómo Hervé Joncour (un hombre que asiste a su vida sin grandes pretensiones) comienza a viajar a Japón en busca de la materia prima que hará de su pueblo un lugar próspero. Su relación con Hèléne y con una misteriosa muchacha que encuentra en una aldea japonesa y con la que no llega a cambiar una sola palabra, articulan el relato. Un relato que habla de la ausencia de lo que nunca sucedió, de la importancia que tiene para uno mismo y para los otros, de cómo un hombre puede vivir la vida o contemplarla, del destino como tema principal. «Seda» habla del destino a través de vehículos como el amor, la fidelidad, la imaginación o del lenguaje universal dibujado en un par de situaciones en las que una mirada o un beso a través de una taza de té (esta escena es lo mejor de «Seda», sin duda) dicen más que cualquier frase construida con palabras rebuscadas o cursis. El tiempo juega un papel importante en el desarrollo de la trama y en la evolución del personaje puesto que Baricco intenta describir un universo en el que las almas que lo ocupan pueden estirar o comprimir el tiempo dependiendo de su estado de ánimo.

«Seda» es un relato correcto. Algo frío bajo el cálido revestimiento de la delicadeza y de la belleza literaria. Algo vacío si se mira bien en el interior. Pero un relato construido con inteligencia si pensamos en las estanterías y en las ventas. Parece más un largo ejercicio de una escuela de escritores que otra cosa. Poco más.