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Actualizado: 16 oct 2021 / 08:31 h.
  • «September»: La renuncia a uno mismo

«September» fue un desastre económico. Woody Allen nunca ha sido demasiado querido en su país y le esperan de mala gana. Si la película es un drama teñido, claramente, de ese color que aporta el cine de Bergman, que tanto le gusta al director y que tan poco entusiasma a los americanos, el resultado en taquilla y crítica es demoledor. Aunque tampoco gustó demasiado en Europa. No será la película que pase a la historia del cine como la mejor de Woody Allen.

Es verdad que los diálogos que establecen los personajes toman una dimensión demasiado elevada para lo que se cuenta. Una propuesta sencilla llena de frases excesivas no termina de funcionar. Y es verdad que los personajes se perfilan desde unas relaciones que, o bien se hacen inexplicables (el espectador no entiende lo que pasa cuando le falta una mínima dosis de información que aclare lo que sucede) o bien se presentan desde una perspectiva excesivamente superficial que tampoco ayuda demasiado a comprender. Todo eso es verdad. Tanto como que la lentitud de la película es excesiva. Demasiado interés por el interior de una casa que no termina de acompañar lo que Allen quiere contar.

Sin embargo, la película tiene cosas más que buenas. La fotografía es extraordinaria. Una parte, muy extensa, fue rodada sin apenas luz (una tormenta deja sin corriente eléctrica la casa en la que se desarrolla la trama) y la belleza visual es enorme. Los primeros planos de las actrices buscan destacar los rasgos que den fuerza al carácter del personaje. En fin, un inmenso trabajo fotográfico. La dirección de actores es sobresaliente. Algo habitual en el cine de Allen. Mia Farrow está bien. Aunque son Dianne Wiest y Elaine Strich las que destacan desplegando un lenguaje corporal extraordinario. Ellos; Sam Waterston, Jack Warden y Denholm Elliott; defienden sus papeles con facilidad. Waterston es el que parece menos convencido de ello.

«September»: La renuncia a uno mismo

Y, por supuesto, la música de «September» es una delicia. Ya saben jazz clásico que gusta escuchar a cualquiera y que completa todo el conjunto. Títulos conocidísimos y elegidos con muy buen gusto.

Hay quien dice que esta película habla de la soledad, de esa que uno siente a pesar de estar acompañado por un ejército de personas. Yo no lo creo. Francamente, esa lectura me parece simplista y tópica. Quizás por ello la película gusta menos. «September» habla de la renuncia. Cualquier cosa que tenemos tuvo un precio que pagamos en su momento. Y la renuncia crea una falta, una ausencia de la parte que convierte en otra cosa nuestra vida. Por eso el título. Después del esplendor de la juventud, de la inocencia, llega el declive. El personaje que se contrapone a esta idea es el de la madre. Pero termina resultando que todo es una gran mentira.

«September» es una buena película. No es una obra maestra. Pero las buenas películas, sin ser comparadas, son eso, buenas películas. Que funcionen bien en taquilla es otro cantar. O que la crítica hable mal de ellas. Una buena tarde de cine con Woody Allen pilotando es siempre una de las mejores opciones.

«September»: La renuncia a uno mismo