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Actualizado: 13 abr 2023 / 18:37 h.
  • La Primera del Puente, uno de los clásicos de Triana

Esta semana ha tocado visita por el barrio de Triana y me traje dos restaurantes en el bolsillo. Uno de ellos es de los más clásicos del barrio. He de reconocer que soy mucho de veladores. Me encanta disfrutar de una cerveza o un vino mientras veo a la gente pasar por la calle. Este tiempo que nos acompaña prácticamente desde que empezó el año hace que no haya día que no suponga un placer desconectar junto una buena tapa, a la sombre de los naranjos que inundan Sevilla otorgándole ese puntito aromático tan especial que le da el azahar.

La Primera del Puente, uno de los clásicos de Triana

Hoy he cruzado el puente de San Telmo y me adentré por la calle Betis en Triana con la idea de sentarme en algún sitio a tomar algo y no me paré a buscar demasiado. Me encontré con La Primera del Puente. No conté, pero si no es la primera, es la segunda barra que hay en la calle. Quizás, de ahí venga su nombre. Veladores a la sombra de los naranjos y un mostrador clásico me llamaban como si fueran cantos de sirenas. Dentro, unos taburetes con mesas altas y un mostrador de acero inoxidable de los de toda la vida. Hace años me hablaron de las pavías de este sitio y hoy, por fin, iba a dar buena cuenta de uno de estos lingotes de oro “palianos”. ¿Recuerdan aquella reflexión de El Pali? “Menos misiles y más pavías de bacalao.” El caso es que, haciendo honor al gran Paco Palacios, empecé por la de bacalao y continué por la de merluza. Mientras degustaba estas delicias, pensaba si el género de este sevillanísimo plato era masculino o femenino. Escuché en más de una ocasión referirse a ellas como «un pavía», quizás por el nombre primitivo que recibía: soldaditos de pavía. Soldadito, masculino. El caso es que estaban riquísimas. Con ese puntito crujiente por fuera, cremoso por dentro y el pescado jugoso. Nada aceitoso.

La Primera del Puente, uno de los clásicos de Triana

Algún día escribiré sobre el noble arte del rebozado y es que aquí, en este sitio, lo tienen bien dominado. En una ciudad donde la quinta gama gana espacio de forma incontrolada, encontrar sitios donde siguen respetando la autenticidad del producto me emociona. Hasta las gambas rebozadas (realmente gambones) son de elaboración propia y se agradece. Los pinchitos de pollo, la ensaladilla rusa, flamenquines, croquetas, menudo, espinacas... son algunas de las delicias que se pueden degustar aquí. Una cocina sevillana, de las de toda la vida, con una fantástica relación calidad-precio.

Justo frente, con vistas al río, me indica el amable camarero que disponen de otro espacio amplio, en forma de restaurante, donde disfrutar de la gastronomía más tradicional de uno de los barrios más populares de Sevilla.