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Actualizado: 04 jun 2023 / 11:19 h.
  • Un vino con... Victorio y Lucchino

Hoy tengo el enorme privilegio y la tremenda responsabilidad de ponerme delante de dos genios, cosa que no hace uno todos los días. Ellos se quitan importancia y se califican como «dos personas normales y corrientes, amantes de su trabajo, con la suerte de haber nacido en Andalucía, fuente de inspiración», pero me encuentro ante dos de los mayores y mejores creadores de moda del mundo. Y son andaluces. No andaluces de boquilla. Andaluces con orgullo de pertenencia que se refleja en su obra como parte incondicional de un sentimiento que llevan a gala. Me reciben en su atelier de la Plaza del Cristo de Burgos de Sevilla. Es la una de la tarde y llego puntual y nervioso a mi cita. Me salgo de mi zona de confort y me adentro en un mundo que desconozco y admiro a partes iguales. Me recibe Esther. Una puntualización. Yo quiero una compañera de trabajo como ella a mi lado. Es la eficacia personalizada. Entrar en el taller es abrumador y me sentí ínfimo ante tal despliegue de arte en la decoración, los patrones, los diseños... Me sentía tan pequeño, pero a la vez tan privilegido... Tras unos minutos de espera, aparecen José Víctor y José Luis o, como se les conoce internacionalmente, Victorio & Lucchino. Pasamos a una sala contigua donde nos espera una botella de vino de Constantina y tres copas. Hasta con esto presumen de su tierra: vino de Constantina. Me parece increíble. Nos ponemos cómodos y empezamos la entrevista. Cara a cara, consiguen transmitirme una paz inexplicable que hace que los nervios se vayan y que me relaje como si estuviera en casa de cualquier amigo al que conozco de toda la vida.

José Víctor Rodríguez Caro

Empezamos con José Víctor. Me dice que, según le cuentan, con dos años hizo su primer vestido con las cortinas de la habitación de su madre. Toda una declaración de intenciones para lo que después vendría. El diseño ha estado en su cabeza desde siempre. Aún recuerda el olor de su madre y la textura de su ropa. De pequeño hacía camisetas. Eran las camisetas de Jovi, que después vendía en el corral a la hora de la siesta. Tal era su obsesión con la moda que a Carmela, la modista que iba a su casa, le prohibían llegar antes de que él se fuera al colegio porque, si la veía, ya no había forma de sacarlo de allí. Estar rodeado de patrones y guardar trozos de tela era parte de sus juegos de infancia. José Víctor crece y, a pesar de la lógica incomprensión paterna sobre el inestable futuro profesional de un hijo que no estudia una carrera, nunca le privan de hacer lo que quiere apoyándole en cada paso que daba y dándole alas. De hecho, sus primeros pinitos profesionales fueron poniendo escaparates en su pueblo. Poco después, se marcha a Londres y no tardará mucho en ser fichado para hacer la selección de compras de la moda que grandes almacenes como Galerías Preciados, Harrods, Lafayette... lucirían en sus escaparates por todo el mundo.

José Luis Medina del Corral

José Luis es la otra parte de este binomio. Es la definición perfecta de artista. Domina varias disciplinas: pintura, escultura, modelaje, cerámica, escritura... e incluso me chivan que es un gran cocinero. Su juego de infancia era pintar trazos y sacar de ellos vestidos de día que transformaba en vestidos de noche sin utilizar goma ni borrar nada. Sólo agregando nuevos trazos. Un ejercicio brutal de creatividad al alcance de un genio que, ya tan joven, iba apuntando maneras. Me cuenta que su padre le preguntaba por qué no pintaba caballos en vez de mujeres, y su madre sentenciaba “Mira Romero de Torres dónde ha llegado pintando mujeres». Dice que le gustaría ser como los gatos y tener siete vidas para poder desarrollar en cada una de ellas una disciplina artística. Sin embargo, gracias a la moda, José Luis pudo expresarse como artista en todas sus formas dando rienda suelta a su creatividad. Parafraseando al gran Balenciaga, “para ser diseñador hay que dominar muchas disciplinas del arte: la proporción de un arquitecto, la armonía de un músico...” En el caso de José Luis, la influencia paterna hizo que empezara a estudiar Derecho, pero se quedó en el tercer curso.

Un vino con... Victorio y Lucchino

Fruto de las casualidades de la vida, José Víctor y José Luis se conocen a través de un amigo en común. El destino había decidido intervenir y unir, como tenía que ser, a dos personas con las mismas aspiraciones e ilusiones y que estaban predestinadas a entenderse. Bendito destino. Dos almas gemelas se encuentran y empiezan a hablar de moda. De eso de lo que nadie hablaba porque lo más común era charlar sobre música o fútbol. La conexión fue fulminante. José Víctor es la fuerza y José Luis es la reflexión. Aquí es cuando se empieza a fraguar una gran marca. Entendiendo que los diseños que les presentaban a José Víctor en Londrés para su evaluación y compra se quedaban cortos bajo su visión de artista, deciden que van a hacer ellos una colección para presentarla y venderla a estos grandes almacenes. Así que, ni corto ni perezosos, con menos de veinte años, se ponen manos a la obra para vender por todo el mundo sus creaciones. Bendita locura, avalada por sus padres, que creyeron en ellos desde sus comienzos, y bendita inocencia sin la cual jamás se habrían lanzado como lo hicieron a este complicado mundo.

Del cielo al infierno por tres días

El caso es que el enorme volumen del trabajo y los plazos a los que se comprometieron, pudieron con ellos. Lógico por otra parte. Terminan esa primera colección que les habían encomendado y la presentan tres días más tarde de lo acordado teniendo como respuesta la devolución de todos los diseños por no haber cumplido con las fechas marcadas. Me puedo imaginar las caras de mis dos invitados viendo entrar cajas, cajas y más cajas llenas de vestidos, de regreso a casa. El problema venía en forma de responsabilidad por el compromiso que habían adquirido con sus padres, que aportaron el capital para lanzarles, como les comenté antes. Ante esa situación y con la desesperación latente, José Víctor dice: «Aquí lo que hay que abrir es una tienda para vender todo esto». A lo que José Luis le respondió: «Sí, y en la calle Sierpes», en un tono absolutamente irónico. Se marcha José Víctor y aparece a las tres horas diciendo: “¡Eah, ya tenemos tienda, y en la calle Sierpes!”.

Es aquí donde aparece la figura de Conchita Polavieja, la dueña del local de Sierpes 87, donde iban a montar la tienda, que también apoya a los jóvenes diseñadores, ya que se habían gastado todo el dinero en hacer la colección que vino devuelta, y ahora no tenían forma de hacer frente ni al alquiler ni a nada. Conchita les da todas las facilidades del mundo y allá que empiezan a darle forma a ese espacio decorando el techo con charol y las paredes con raíces de palmeras naturales. Un espectáculo. La tienda abre un 23 de mayo y, ese primer día, la cola para entrar daba la vuelta a la manzana. Los diseños que no quisieron en Londres por unos simples plazos, en Sevilla sirvió para volver loco al público local, que no estaba acostumbrado a esa alta costura, y dar el primer paso de lo que posteriormente sería Victorio & Lucchino. Dos meses tardaron en quedarse sin ropa. Pudieron hacer frente a todos los gastos y, teniendo en cuenta que era mediados de julio, deciden irse a la playa para celebrarlo.

Victorio y Lucchino

El periodo estival sirvió para redimensionar el momento en el que se encontraban. Habían sido unos días de enorme estrés por la situación creada y no hubo tiempo de nada. Una de las decisiones que debían tomar era cuál sería el nombre de la marca. ¡Ni nombre tenía la tienda aún! Lejos de pararse a analizar uno en función de las normas básicas del marketing, el proceso de elección fue al azar. Un bote, varios nombres escritos a boli y una mano inocente que saque uno de esos papelitos... y salió “Victorio & Lucchino” que, lejos de ser italiano, conformaban un juego de palabras que sonaban bien. José Víctor sería Victorio y José Luis sería Lucchino mezclando su nombre, Luis, con “chino” porque sus ojos son achinados como los de origen asiático. Créanme que pagaría por saber cuáles eran las otras opciones.

No tardan mucho en empezar a llegar las ofertas para expandir la nueva marca fuera de Sevilla. Llegan propuestas de nuevas tiendas, de establecer franquicias, de crecer, crecer y crecer. Los diseños no pasaban desapercibidos entre los amantes de la moda que veían en ellos un referente de lo que la moda española podía aportar al mundo. Y, hablando de mundo, deciden que van a presentar su nueva colección en Nueva York. Así, sin anestesia. De la mano del ICEX viajan hasta la gran manzana donde consiguen el precioso premio a los jóvenes creadores que diseñara Tiffany. Los gurús de la moda mundial hacían cola para ver un stand, decorado con percheros, sillas y mesas forradas con el papel de envolver de Victorio & Lucchino y cuerdas, porque no había dinero para más, donde estaban los diseños de dos jóvenes andaluces a quienes ya no había quien les parara. Ni aquí siquiera dejan de pensar en su tierra y agasajan a los asistentes, como cóctel al finalizar el desfile, con anís de Cazalla y tortas de Inés Rosales que recibieron por valija diplomática. ¿Habrá algo más de nuestra tierra que el anís y las tortas de Inés Rosales?

Nueva York, la catapulta

Nueva York es el punto de inflexión que les llevará a recorrer todo el mundo paseando el nombre de Sevilla por los cinco continentes y a vestir a famosas internacionales estando presentes en las alfombras rojas de allá donde se precisaran un diseño de calidad contrastada, elegante y vivo. Sirva de ejemplo las últimas escenas de El Guardaespaldas, donde el vestido de Whitney Houston era de ellos, pero sería interminable la lista de celebrities a las que han vestido y ellos, aunque se sienten orgullosos por ser constantemente elegidos para esta labor, son igualmente felices vistiendo a cualquier tipo de mujer, aunque no sean famosas.

Gafas, bolsos, maletas, zapatos, joyas, perfumes, hogar... decoración de hoteles como el Puerta de América... mil cosas que van surgiendo y que mis dos amigos asumen tras estudiar minuciosamente si son factibles de impregnarlas con su esencia y con el alma que ellos quieren seguir impregnando las distintas líneas que van sacando al mercado. Victorio y Lucchino es un estilo de vida. La marca se codea con las más grandes del mundo, aunque detrás de otras estén importantes grupos de inversión. La libertad de crear sin condicionantes y trabajar como estos creadores quieren, sin que te impongan nada a modo de “línea editorial” por intereses, no tiene precio. Sin embargo, dos presiones les persiguen cada día: las exigencias de sus clientes y sus propias exigencias que son, seguro, bastante más duras.

Un museo en Palma del Río

Estamos llegando al final y no quiero que el reloj siga corriendo, pero no puedo hacer nada por evitarlo. Recuerdo que, recientemente, se inauguró en Palma del Río su museo, y hablamos de ello. Está ubicado en el Espacio Creativo y Cultural Santa Clara. Allí, entre sus históricas estancias, se recopilan bienes cedidos por la fundación Victorio & Lucchino al Ayuntamiento, que incluyen sus diseños y otros objetos significativos, fruto del proceso creativo de estos dos artistas, pioneros en la moda andaluza, y que se distribuyen en siete amplias salas de exposición permanente: Atelier de los Sueños, Alegría de Vivir, Novias Universales, Estrellas de la Noche y Universo Creativo y una pasarela con proyecciones de desfiles internacionales. Un orgullo indescriptible para ellos tener un museo, que no está al alcance de cualquiera y que considero un reconocimiento a su carrera. Uno más. Una interminable exposición de premios inunda el taller. Infinidad de premios de moda, Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, Medalla de Andalucía, Medalla de Oro de la Provincia de Sevilla, e incluso cuentan con la emisión de un sello de Correos, que reproduce el logotipo de Victorio & Lucchino en una hoja bloque, con motivo de la Exposición Mundial de Filatelia Málaga 2006. ¿Qué más se puede pedir? Pues sí, se puede pedir más y creo que la ciudad de Sevilla, donde decidieron afincarse, tiene una asignatura pendiente con ellos: el nombramiento de Hijos Predilectos. Guante que lanzo desde estas líneas para que lo recoja, que estoy convencido que lo recogerá, quien proceda.

José Víctor y Jose Luis son el binomio perfecto. Complemento el uno del otro, han alcanzado la gloria del mundo de la moda gracias a su incansable trabajo diario, a base de muchos esfuerzos y sacrificios. Nada ha sido regalado. Nada ha sido fácil ni gratis. Detrás de la prestigiosa marca hay dos personas creativas, sensibles y luchadoras, muy luchadoras, que siguen mirando al futuro con el único deseo de seguir soñando. Ya he terminado mi entrevista. Hoy he sido yo un privilegiado porque dos genios me han dejado entrar dentro de ese sueño. Un sueño del que, espero, nunca despierten y que sigan haciéndonos partícipes de él a través de su arte.

Desde que nos sentamos y empezamos a hablar, hay una cosa que me llamó poderosamente la atención. Sus ojos no expresan su edad. En ellos veía reflejados en todo momento la inocencia de aquellos dos niños que, de pequeños, jugaban a ser creadores de moda.

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