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Actualizado: 01 ago 2020 / 09:17 h.
  • Calixto Sánchez. / El Correo
    Calixto Sánchez. / El Correo

No se ha conmemorado apenas la gesta del cantaor mairenero Calixto Sánchez en la primera Bienal de Flamenco, celebrada en la primavera de 1980. Hace, pues, cuarenta años. Yo tenía 22 y ya colaboraba en un programa de flamenco en Antena 3 Radio, Lo Nuestro, que presentaba el ya desaparecido Bernardo Gómez de Sixto. Estuve las tres noches en concurso del Giraldillo del Cante, que se celebró en el mejor teatro de Sevilla para el arte jondo, el Lope de Vega. Apenas conocía a Calixto, que solo tenía un elepé en el mercado y ni siquiera se dedicaba por completo al cante, puesto que era maestro de escuela en ejercicio.

Nadie podía imaginar siquiera que estuviera entre los seis elegidos para disputar el Giraldillo, porque no era ni mucho menos un cantaor de la misma altura de Fosforito, Menese o Curro Malena. Pero uno de los elegidos por las peñas flamencas, Juan el Lebrijano, declinó su participación porque, según dijo, en el jurado no había ningún gitano. En realidad es que sabía que no era un concurso a su medida, porque había que hacer doce palos de cante y él dominaba más o menos la mitad. Juan no era un cantaor de concurso. Su renuncia le dio la oportunidad al joven cantaor de Mairena del Alcor, que tenía 33 años, la misma edad con la que le dieron la Llave del Cante a Manuel Vallejo.

No era muy conocido Calixto en 1980, aunque llevaba ya años cantando en teatros, festivales de verano y peñas. En 1966, cantaba con el Rerre de los Palacios y otros artistas en teatros de la provincia de Sevilla, como el Cerezo de Carmona. Era ya, pues, un cantaor hecho y muy preparado. Sabiendo que tenía la oportunidad de su vida, se preparó el concurso como si fueran unas oposiciones al Estado. Sabía perfectamente que ninguno de los demás participantes se lo iba a preparar porque eran ya figuras reconocidas. Eran Fosforito, José Menese, Curro Malena, José el de la Tomasa, Luis de Córdoba y Calixto Sánchez. Había que dar buen nivel en todos los palos, doce, y Calixto sabía que solo preparándose el repertorio como unas oposiciones podía tener alguna posibilidad ante grandes maestros como, por ejemplo, Fosforito y Menese.

Fosforito no quería ir porque tenía mucho que perder y poco que ganar, pero sabía que participando le daría caché al certamen y por eso fue. Fueron tres noches para él muy duras porque le falló la voz en varias ocasiones y hubo artistas y aficionados que incluso se salieron del teatro porque no soportaban verlo dándose cachetazos en la cara y el pecho para que le saliera la voz. Descartado el maestro cordobés de Puente Genil, por sus problemas de garganta, el contrincante más difícil era Menese, que cantó por soleá como no creo que se haya cantado jamás en ese teatro. Si acaso, Miguel Vargas, el cantaor de la Puebla de Cazalla criado en Paradas, que esos días le cantó por soleá a la bailaora Rosita Durán y se vino el teatro abajo. Pero Menese estuvo irregular y no tenía muchas posibilidades.

Curiosamente, y aunque estaban José el de la Tomasa y Curro Malena, destacó desde el primer día el cantaor cordobés de Posadas Luis de Córdoba, y este sí podía suponer un problema para Calixto. Estaban casi empatados a puntos, pero el mairenero, que lo había cantado todo muy bien (seguiriyas, peteneras, cantiñas, cantes de levante, malagueñas...), optó a última hora por dos fandangos naturales, uno de Rebollo en versión Carbonerillo (Por las lágrimas se va) y otro de José Cepero, que fue el primero que cantó. En el de Rebollo, salió algo alto y cuajó un fandango de una factura increíble, levantando a todos los presentes en el teatro de una manera que no he vuelto a ver jamás en La Bombonera. Se formó la marimonera y, como había cantado las tres noches de una manera segura y con emoción, el jurado le dio merecidamente el Giraldillo, cambiando totalmente su vida. Pasó de ser un cantaor más a ser una primera figura, en solo una noche.

Cuarenta años hace ya de aquella gesta y Calixto Sánchez está muy alejado de los escenarios. No retirado del todo, pero casi. Estar allí esas noches, ser testigo de la hombrada del maestro, es algo que guardo en mi memoria de aficionado al cante. Fui de los que se pusieron de pie con cientos de sevillanos más para aplaudir con fuerza una manera de cantar que casi se perdió.