Culmina la programación del ciclo del CICUS, 21º, con este montaje de la compañía madrileña Serena Producciones, un drama con tintes psicológicos que gira en torno a los abusos sexuales infantiles, una cuestión que a todos nos cuesta creer y mirar de frente, aunque por desgracia sabemos que es más habitual de lo que parece.
Aunque más que en denunciar dichos abusos, el texto se centra en ahondar en el dolor y en la forma que tienen de gestionarlo aquellos que los han sufrido, como la protagonista, que recurrió al silencio y al olvido para poder seguir viviendo y convertirse en una adulta independiente. Hasta que una noticia le trae de nuevo a la memoria aquella relación incestuosa que ni mucho menos ha superado. Es el principio de la obra, cuya puesta en escena, a cargo del también autor, Antonio Castro Guijosa, se decanta por la fórmula del coro contemporáneo. Eso le permite que las cuatro actrices asuman el papel de la protagonista, hasta que, poco a poco, se van incorporando nuevos personajes, como el la novia, el celador o la psicóloga.
Además de imprimir un ritmo vivo, el coro le sirve al director también para mantener una cierta distancia de las emociones, de manera que, aun tratándose de una cuestión tan abominable como la de las relaciones incestuosas -con las que no podemos ni identificarnos ni proyectarnos- el drama no llega a impactar ni a provocar rechazo. Y sin embargo logra mantenernos en vilo durante toda la función y, con ello, consigue que podamos mirar al dolor de frente.
En ese sentido cabe destacar la magnífica interpretación de Ana Mayo, Beatriz Grimaldos, Camila Viyuela y Muriel Sánchez. Las cuatro bordan sus personajes con un encomiable trabajo de contención, perfilando la emoción justa para transmitir el dolor y la complejidad del personaje, y ciñéndose al coro hasta situarse en un mismo plano.