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Actualizado: 07 jul 2022 / 17:25 h.
  • Sevilla y José María Izquierdo, el descubridor de su gracia

Tal día como mañana, de hace exactamente un siglo, moría a los 36 años uno de los personajes sevillanos tan singulares y tan unidos a Sevilla que los más reputados escritores sevillanos del siglo XX –desde Luis Cernuda a Joaquín Romero Murube- habrían de recordarlo como la encarnación misma de la ciudad. Se llamaba José María Izquierdo y Martínez, había nacido en la calle Castelar en 1886 y llegó a ser profesor de Derecho Canónico en la Universidad de Sevilla, además de una de las mentes más preclaras que promovió el regeneracionismo y el andalucismo cultural más allá del propio Blas Infante.

Sin embargo, su fama se debe a la publicación de un libro el mismo año en que Juan Ramón publicó su Platero, 1914. Se tituló Divagando por la ciudad de la gracia. Y, sobre todo, a la creación de la Cabalgata de Reyes Magos desde la misma institución en la que él trabajó incansablemente y que, 104 años después, sigue organizándola: el Ateneo de Sevilla. Precisamente esta institución -que ha dado a conocer hoy mismo el nombre de las tres personas que encarnarán a Sus Majestades de Oriente- se está volcando este año del centenario de Izquierdo en su conmemoración y ha acordado con el Ayuntamiento una campaña de información y un programa de actos que persigue fomentar el conocimiento de la figura del ilustre escritor entre las nuevas generaciones, a las que no les suena ni siquiera su nombre. En un pleno municipal del mes pasado, el Consistorio aprobó una declaración institucional del grupo municipal de Ciudadanos, que ha sido el partido político que se ha acordado de que la efeméride no pasara sin pena ni gloria.

Conferencia en el Ateneo

Sevilla y José María Izquierdo, el descubridor de su gracia

Mañana, a partir de las 12.00 horas, el Ateneo rendirá homenaje a Izquierdo con la conferencia de su vocal de la sección de Literatura, José Vallecillo López, que ha titulado escuetamente In Memoriam. José María Izquierdo, y en la que profundizará en la famosa obra del escritor sobre la ciudad de la gracia que es Sevilla. El conferenciante recordará, por otro lado, que el propio Ateneo descubrió un azulejo en la fachada de su casa natal y la inauguración de una glorieta y un monumento dedicados al también jurista en el Parque de María Luisa.

Un sevillano fino

La declaración institucional aprobada por el Ayuntamiento hace solo unas semanas se refería a la figura de Izquierdo como “unida a la investigación jurídica, la creación literaria, la labor periodística y la participación en la vida cultural de Sevilla, a la que prestó notable impulso desde el Ateneo de la ciudad”. Conocido con el seudónimo literario de Jacinto Ilusión, “Izquierdo fue hombre de amplios y variados saberes culturales, muy entregado al estudio y muy señalado en los ambientes de la ciudad por su personalidad ensimismada y soñadora, por su melancólica tristeza, por el aire silente y enigmático de su talante y por su declarado amor por Sevilla, a la que, al decir de todos, entregó lo mejor de sí mismo. Fue sin duda uno de esos sevillanos finos, de profunda vida interior y escasa locuacidad (...) que nada tienen que ver con el falso estereotipo folklorista”.

Es indudable que la declaración está inspirada en el libro que Joaquín Romero Murube publicó en 1934, precisamente el año en que él ocupó, interinamente, el cargo de conservador de los Reales Alcázares. Aquella obra se tituló José María Izquierdo y Sevilla y ganó precisamente el premio que había convocado el Ateneo. Buena parte de aquel texto lo volvió a refundir Romero Murube, muy oportunamente, en su obra de 1943 Discurso de la mentira. Allí puede leerse: “No ha habido en la historia moderna literaria de Sevilla una más alta identificación, una más bella inteligencia y sacrificio. Sacrificio, porque Izquierdo redujo todas las posibilidades enormes de su vida intelectual al culto de la ciudad. Y la ciudad le correspondió otorgándole su secreto supremo, su completo sentido”. Más adelante, el autor de Sevilla en los labios abunda sobre Izquierdo: “Vemos aún a Izquierdo, fino, enlutado, con su cara de cristo moreno y las patillas largas, que le imprimían al rostro un perfil de vieja estampa andaluza. Siempre pensativo y solitario. Estaba en todas partes, aunque no se le veía entrar en ninguna: en la Universidad, en la calle, en la Biblioteca, por la orilla del río. Iba siempre rápido y pesaroso, como a algo que le esperase misteriosamente. No hablaba; cuando tenía que decir algo hacía un esfuerzo supremo que, en algunas ocasiones, llegaba a descomponer sus facciones. Era que todo el alma se le venía a los labios, y su voz no era voz, ni sus palabras eran palabras; entre temblores y silencios, se veía fluir la idea, el concepto, la gracia, por sus labios grandes de novio de Sevilla”.

En Divagando por la ciudad de la gracia, Izquierdo divagaba efectivamente sobre mil y un aspectos de Sevilla, desde sus calles, jardines o monumentos hasta las bibliotecas, las fiestas o los libros, pasando concretamente por la feria y la Semana Santa e interesantísimos aspectos históricos de la ciudad antes de rematar con un significativo capítulo titulado “Hacia una Andalucía sin andaluzadas”. Este era el tenor su prosa: “Yo creo que las corridas de toros, como otras muchas cosas, no deben existir; pero ya que se dan, que sean como son (como deben ser según son), sin paliativos, sin componendas, y, sobre todo, sin contradicciones ni hipocresías. (¿Por qué se celebran, -a veces por duplicado, y casi siempre con escándalos,- en pueblos, que como Barcelona y Bilbao, alardean de cultos y de poco bullangueros?) Es más, yo creo que si en alguna parte esa llamada fiesta nacional es una fiesta, (y fiesta de arte, y ni un mero festejo, o un espectáculo más), es precisamente en Andalucía; y que este pueblo cuando exige arrojo a los toreros demuestra más sentimiento y más gusto estético que muchos de sus censores porque nada es más seguro que el valor (especialmente con los miuras), y porque nada es más antiartístico que el espectáculo de la cobardía...”.