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Actualizado: 09 sep 2020 / 09:11 h.
  • Miguel Ángel Sánchez Artacho, propietario de Tilbury Decoración, nos muestra algunos de los artículos de su negocio. / M.O.
    Miguel Ángel Sánchez Artacho, propietario de Tilbury Decoración, nos muestra algunos de los artículos de su negocio. / M.O.

En la línea de eslóganes como “Be water my friend” o “This is the jungle niggi”, llega la tercera entrega: “Renovarse y vivir”. Máxima por la que se rige, sin perder la excelencia y la calidad, Miguel Ángel Sánchez Artacho, propietario y gerente de la emblemática tienda de decoración Tilbury, que, hoy, persiste en una obra en la que el arte dota de un sello muy peculiar la transición entre el barrio de Los Remedios y Triana, siendo la única tienda de esta categoría que subsiste en este nexo.

Un lugar en el que, desde su interior, un soplo de aire puro nos retrotrae a un tiempo en el que el comercio tradicional era tan tangible como los muebles y distintos artículos de decoración que irradian desde los ahora modernos escaparates de la antigua calle Sánchez Arjona (actual Esperanza de Triana).

Amén de artículos más actuales como relojes de la popular marca Mr. Boho, si se adentran en el interior de este templo, podrán apreciar la riqueza de uno de los negocios más longevos de dicha zona hispalense. Si lo han hecho, seguramente se habrán enamorado profundamente de los paragüeros (antaño de caoba) en los que sólo con entrar te entran ganas de decirle al bueno de Miguel Ángel las mismas palabras pronunciadas por su hijo Luis: “No veas si son bonitos estos joios paragüeros. De mayor quiero ser igual de bello”.

En sus palabras concedidas a este periódico, Miguel Ángel bebe de la premisa en la que la calidad y la perseverancia por el buen gusto deben constituir el principal baluarte del comercio tradicional para sobrevivir ante una extensión desmedida de las grandes superficies, tanto online como offline. Ello, junto a un análisis del estado del mercado actual para este tipo de negocios, así como del panorama social acaecido por el COVID-19 marca unas declaraciones en las que se demanda a la juventud un mayor civismo dentro del contexto social actual.

La adaptación a la “nueva normalidad” desde el fin del confinamiento ha sido...

A nivel empresarial, el flujo de público se ha ido “normalizando”, teniendo en cuenta que el comercio tradicional no pasa por su mejor momento. El COVID-19, sin duda alguna, ha hecho muchísimo daño a un sector que tiene que buscar nuevas vías de negocio y reinventarse a toda costa para subsistir y tener cierta acogida entre el consumidor.

En Tilbury se han tomado las medidas oportunas atender al público como se merece, con especial cuidado, con mascarillas y, por supuesto, geles a disposición de las personas que entran en nuestra tienda. Evidentemente, desde el fin del confinamiento tenemos prohibido por norma entrar en nuestras instalaciones sin mascarillas, no sólo por la persona que entra sino por las que vengan detrás.

El golpe a vuestro sector, lo peor de la crisis, la falta de civismo...

Muy severo, no sólo por los dos meses cerrados sino por el miedo que ha germinado en el público. Lo peor de la crisis ha sido la incertidumbre dentro un periodo de inactividad cuyo fin no estuvo claro al principio.

La falta de civismo es una realidad palpable en la gente joven. La juventud no ha demostrado estar a la altura social demandada. Prueba de ello con las cantidades de aglomeraciones que han tenido lugar durante el verano y la consiguiente cantidad de multas impuestas. Sólo hay que echar la mirada unos días atrás para ver la estampida que hubo en lo que los jóvenes conocen como Lipa, junto al recinto ferial. Estampas similares, desgraciadamente, se han dado se han dado en reiteradas ocasiones. Otra prueba ha sido el exceso de público por parte de los jóvenes en los bares. Cualquiera que maneje redes sociales puede percatarse de ello.

La fuerza de un negocio familiar reside en...

Este negocio ha tenido mucha fuerza durante muchos años que ha ido cada vez a menos. La venta de artículos mobiliarios se lleva a cabo fundamentalmente a través de grandes superficies como Ikea o Leroy Merlí y, ahora, la irrupción de plataformas digitales como Amazon ha hecho más daño todavía por la comodidad que supone para el consumidor decantarse por lo barato.

Bien es cierto que la calidad de nuestros productos es algo que nos permite seguir con las puertas abiertas. Es la auténtica carta de presentación de Tilbury y nuestra principal arma frente a la competencia. Creo que si seguimos subsistiendo será por algo.

Tilbury, el arte tangible entre Triana y Los Remedios

¿Cuántos años lleváis al pie del cañón?

Desde 1985 llevo a cargo de un negocio que adquirí bajo la misma denominación, Tilbury Decoración. Un negocio que llevaba funcionando diez años atrás de la mano de Carlos Pastrana Nogales y estaba situado en la avenida República Argentina. En aquel local estuve arrendado hasta que compré el local actual.

¿Qué ayudas demandas para el pequeño y mediano comercio?

La demandad principal es la reducción de los impuestos que ponen a los autónomos. Pagamos cantidades excesivas e injustas, teniendo en cuenta las circunstancias económicas actuales. El Gobierno no cruje literalmente a impuestos.

El comercio tradicional, ¿declive?

El declive comenzó hace tiempo. Parece ser que el camino emprendido nos conduce a ver las mismas marcas y empresas en todas las ciudades. Nuestra supervivencia pasa por reinventarse y apostar por la calidad del producto. Esta es nuestra principal fuerza de venta.

Paralelamente, el uso de las redes sociales es fundamental también. Nosotros, en este sentido, también nos hemos modernizado y es, precisamente a través de éstas, y de nuestra página web como escaparate digital, donde hay que tratar de mostrar al consumidor que es el propio empresario el que tiene ante sí mismo la oportunidad de dar valor a su producto. En nuestro caso, tenemos que tratar de conseguir que los clientes se decanten por decorar con clase sus respectivas casas. Hace 20 años el gusto era mucho más exquisito que ahora. Eso es un valor que todo comerciante debe reimpulsar.