El rumor recorre las gradas del efímero estadio 974 de Doha cada vez que Cristiano Ronaldo entra en juego. El aura del portugués trasciende momentos. Poco importa que ya no tenga la pegada de antes. Es Ronaldo y el gol ronda.
La sospecha de los aficionados tiene fundamento. Cristiano Ronaldo es inoxidable y no ha dejado de marcar en ninguno de los Mundiales que ha disputado. ¿Por qué iba a hacerlo en el quinto?
El portugués escribió otra línea de su leyenda al convertirse en el primer jugador en anotar en cinco campeonatos del mundo. Ni Pelé, que lo hizo en cuatro, lo había conseguido. Ni Miroslav Klose, que se hinchó a meter goles, más que nadie, pudo lograr el póquer.
Tampoco Leo Messi, que ha disputado tantos como el portugués, pero que en el de Sudáfrica fue incapaz de marcar, por lo que con el tanto que lleva en Catar solo atesora cuatro.
Ronaldo no falló en su cita con el gol y dio fundamento al augurio de la grada de un estadio hecho de contenedores y destinado a desaparecer, todo lo contrario que la leyenda del portugués, nacida para durar.
Sus lágrimas al escuchar el himno de Portugal demuestran el momento ta peculiar que vive y que la camiseta de su selección es ahora un refugio.
Al luso no le afectan las peripecias de su carrera. Apenas unos días después de rescindir de mutuo acuerdo su contrato con el Manchester United, en una temporada transparente, sin brillo, volvió a demostrar que siempre hay que contar con él.
Como la grada, la defensa de Ghana lo sabía y fue objeto de una atención particular. Por ahí vendría el peligro. Y por ahí llegó.
A los 10 minutos falló un control que le dejaba solo ante el portero y tres más tarde remató mansamente y fuera con la cabeza un buen centro de Guerreiro.
El dominio luso tenía un fin, su emblemático "7", que a la media hora marcó pero su tanto fue anulado por falta a Djiku y que diez minutos más tarde volvió a intentarlo.