No es fácil investigar en un lugar oficial y menos que ha sido antigua sede del Parlamento de Andalucía, por Historia, trascendencia y repercusión en la ciudad. Uno de esos lugares mágicos y encantados es la vieja iglesia de San Hermenegildo de Sevilla en la emblemática Plaza de la Concordia, entre la Plaza del Duque y la calle Jesús del Gran Poder, en pleno casco antiguo de la ciudad.
Es en este lugar, donde se tiene constancia de una serie de hechos que, cuando menos podríamos tildarlos de inexplicables, aunque los más extremistas no dudarían en denominarlos como “paranormales”.
La primera información de sucesos extraños en el lugar la encontramos por parte de uno de los trabajadores del lugar. Hace unos años, mientras grabábamos unas piezas para un programa de televisión junto al edificio, se acercó un señor interesado en lo que se hablaba –de la “Sevilla Mágica”-, una vez finalizada la grabación, con disimulo, se acercó a mi persona y tomándome del brazo, en voz baja, me dijo: “Si un día queréis saber de un sitio encantado sólo tienes que mirar aquí atrás” mientras indicaba con el pulgar a la entrada de la iglesia de San Hermenegildo.
Con cierta curiosidad le dije: “Pues soy todo oídos”. El señor crecido por mi interés me explicó: “Yo trabajo aquí en mantenimiento y por las noches puedo escuchar los sonidos de la cubierta o de la madera, con esto te quiero decir que se perfectamente lo que escucho y su procedencia, pero hay otros sonidos, hay otras cosas que...” y repentinamente enlaza “en cierta ocasión, una mañana, estaba esto solo, y comienzo a escuchar como si hubiera un par de niños jugando ahí detrás. Era imposible. Me levanté y fui a echar un vistazo, no había nadie, pero cuando me fui a volver una voz me dijo: “¿A qué no me coges?” y vi, claramente, a un niño que me miraba con picardía y hasta con una sonrisa diría yo. Entonces fui a la parte hacia donde me atraía y no había nada”.
Pero no sólo eso, mi testigo –jubilado en la actualidad- me decía: “En otras ocasiones, cuando hemos tenido aquí un evento y he estado preparándolo todo, he dejado los alicates sobre la mesa o una silla y han desaparecido, he ido a la caja por otros y cuando he regresado estaban donde en principio los dejé y no los localizaba... Aquí pasan cosas muy raras”.
Recuerdo como mi compañero José Antonio Colinet me decía: “¿Qué quería ese señor?” y cuando le explicaba el relato que acaba de escuchar me replicaba: “El sitio es magnífico para grabar pero ahí cualquiera entra a investigar” con ironía y desesperanza.
El azar, si es que existe, me llevó no hace demasiadas fechas a conocer a una persona en el transcurso de un recorrido por los misterios de Sevilla. Pasando de largo ante este lugar me dijo: “Anda que este sitio no tiene cosas que contar...” y mi contestación fue lacónica: “Bastantes y muy interesantes además...” Aquel señor, al final nuestro recorrido, me dijo: “Yo he visto ahí dentro algo que me dejó helado. Estaba en la parte trasera, casi donde está la puerta por donde salía Pasión y allí, allí mismo, pude ver a una monja, quieta, muy seria, con una actitud que no reflejaba nada, carecía de sentimientos, un semblante sereno pero, a la vez, inquietante. Cuando miré a uno lado, para ver si había alguien más, y volví a mirar se había esfumado. Le pregunté al conserje o a la persona que controlaba aquello y me dijo que no había salido ni había entrado ninguna monja, que serían imaginaciones mías, lo cual me sentó fatal. Le dije que no, que allí había una monja, el señor me miró y me dijo “aquí ya se la ha visto varias veces, no le eche cuenta” y me dejó congelado por qué era una especie de aparición”.