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Actualizado: 05 sep 2022 / 10:09 h.
  • TCI: Conversación con un amigo fallecido

Conste, y vaya por delante, que soy del tipo de personas que prefiere las demostraciones empíricas que aquellas que son subjetivas o vía médium aunque, reconozco, que en los últimos tiempos me he acercado a este fenómeno con curiosidad y por la confianza que me merece un determinado médium sevillano. No obstante prefiero aquello que puedo ver, que puedo analizar, lo que se palpa o, al menos, que puedo someter a estudio y pedir también opiniones a investigadores de la talla, por ejemplo, Pedro Amorós.

El caso que hoy les cuento sucede en torno a un amigo y una persona querida. Formaba parte de un equipo de futbito que formamos y que hizo que jugáramos habitualmente durante unos años (de 2017 a 2020) cuando la pandemia rompió muchos esquemas de vida, como lo fue la pandemia del Covid-19. En esos días, de confinamiento para muchas personas, mi amigo Toni se quedó en casa aguardando a que todo pasara. Al principio el contacto era permanente, reuniones por Whatsapp o por Zoom, risas y añoranza. Pero el tiempo pasaba y todo se hacía cada vez más extraño y el contacto se espaciaba, era como caer en la desidia y, también, en el agotamiento psicológico de la situación. Durante unos días no se supo nada Toni, nadie tenía noticias suyas, vivía solo y era raro no tener un mensaje de él o que, al menos, leyera los mensajes.

Una mañana, por el grupo de amigos, del equipo, se puso un terrible mensaje: «Se han encontrado muerto a Toni», aquello nos conmocionó. «Es broma macabra... ¿No?» dijimos, pero se confirmó lo peor y Toni, con una tremenda y silenciada depresión había optado por la vía del medio y se había quitado la vida.

De todos los amigos el único que podía salir en pandemia, en confinamiento, era yo debido a mi trabajo para los medios de comunicación y así me quise acercar a ver a la familia y presentar mis condolencias. Allí me dijeron un poco lo que sabíamos y que, en los últimos días, habían tenido el mismo silencio que nosotros -sus amigos- por su parte. Así lo hice ver a mis compañeros así como la necesidad que, al menos uno, me acompañara a su casa para recoger algunas cosas que la familia quería y que no se querían ir allí. Con ello no Manolo (otro miembro del equipo de futbito) y yo nos acercamos a su casa. Todo estaba en orden, era una persona que no le gustaba el desorden y llamaba la atención como el trabajo lo había dejado realizado hasta el día de su fatal decisión.

Estando allí nos decidimos a recoger lo que la apesadumbrada familia nos había pedido como un favor y, estando allí Manolo me llamó a la habitación donde se encontraba, me dijo: «Jose ¡ven! Rápido» y al llegar me encontré a mi amigo pálido, sentado en la cama mientras me decía: «Estaba metiendo la ropa en la maleta y he sentido la voz de Toni que me decía «Esa no me gusta» cuando metía una camisa. Era su voz»; en ese momento sentimos como una puerta se cerraba abruptamente en un momento en el que no había nada abierto, todo estaba cerrado. «Tienes que traer tus aparatos aquí por si necesita ayuda Toni, por si no puede ir a la luz» me decía Manolo mientras que yo lo llamaba a la calma, pero sus dedos ya comentaban por el grupo lo que estaba sucediendo y haciendo un vídeo donde una voz se escuchaba decir «no puede ser» y que identificamos con la de Toni. Con todo ello decidimos volver con la cautela oportuna, por si necesitaba ayuda.

Regresamos a la casa y dispusimos el aparataje, un ordenador, micrófonos y fue cuando comenzó la sesión. Durante la misma pudimos captar una voz familia que decía, entre otras palabras: «Perdón», «amigos», «explicaciones», «solo», «amor», «familia» y que parecía estar disculpándose por su acto de desesperación. Recuerdo que Manolo le dijo, entre lágrimas: «Nosotros y tu familia te perdonamos, vete en paz, te queremos» y no se volvió a recoger ninguna psicofonía. Aquella era su voz, indudablemente y, cuando una persona ha fallecido y su voz te da un mensaje post-mortem, mínimo es que sopesemos que esas «voces del otro lado» pudieran ser de aquellas personas que han fallecido.

Dice Emilio Carrillo, como hipótesis, que en ocasiones estas personas, cuando mueren, no tienen conciencia de muerte y durante un tiempo están en nuestro plano, pudiéndoseles captar y hasta establecer una comunicación que es, ante todo, real.