Facebook Twitter WhatsApp Linkedin Copiar la URL
Enlace copiado
Actualizado: 15 ene 2022 / 09:03 h.
  • Cristina Mariscal.
    Cristina Mariscal.

Aviso a bufetes de burofax, minutazos y venias. Este es un artículo de opinión. Por tanto, no está sujeto a cánones y contraste de fuentes que exige el periodismo de investigación o la doctrina jurisprudencial del reportaje neutral. #Infraganti es así. Se publica la pieza porque la capacidad de espanto de servidor rebosa....

Doña Cristina Mariscal, según distintas crónicas periodísticas, de 46 años, se divorció del padre de sus dos hijos, el ingeniero Víctor Kau, hace 6 años. Tras la ruptura, conoció distintos domicilios y se le adjudicó custodia compartida de los menores. La Señora Mariscal es profesora de primaria, licenciada en Químicas y profesional del software.

Desde su divorcio, al parecer, incumple el calendario vacunal de sus hijos y les niega bronceador en verano pues entiende, tan culta dama, que sería cancerígeno. Con la llegada del Covid-19 al mundo rechaza inmunizar a sus hijos. Vindicó su credo en juzgados, perdió la custodia y patria potestad sobre vacunarlos contra el SARS-Covid que causa pandemia planetaria.

Es entonces cuando Doña Cristina desescolariza a los menores. Le activan protocolo de absentismo y ‘desaparece’ con sus hijos. Emula a Juana Rivas. La que invocó en Granada maltrato parental en Italia y perdió incontables demandas y denuncias hispano-italianas en favor del padre de sus hijos. Un indulto pírrico la sacó de la cárcel pero perdió –Rivas- la custodia de sus hijos en favor del padre de las criaturas

De Mariscal sabemos poco más. Su silencio lo protege una mascarilla como las que nos esquivan el Covid-19. ¿Esa paradoja es aislada?. Se desconoce si estamos, además, ante una campeona silente del negacionismo ante la pandemia que sufrimos tod@s.

Abogados, estrategias y hippies

La sensata discreción del ex marido de Mariscal, que se ve tiene paciencia y confía en la Justicia, contrasta con la locuacidad de su abogado Javier Toucedo. Llevaba, ese padre, más dos meses sin saber nada de sus hijos. El Letrado-portavoz de Mariscal, Francisco Borja Gómez, no es tan mudo como su patrocinada: hasta desliza, innecesariamente, que está en la onda ‘antivacunas’. Nos sabemos si imitan así al Miguel Bosé locuaz antes de publicar memorias o al nº 1 del tenis Novak Djokovic, y a su padre gritón.

Hasta que Mariscal entregó a sus hijos en los juzgados sevillanos, tras dos meses de un presunto secuestro parental -se resiste llamar a las cosas por su nombre-, sólo sabíamos del caso por los abogados de las partes. Ese ’canal’ añadía palabrería y despiste que mejor obviar aquí. Faltó poco para ser tertulianos sabelotodo televisivos, pero todo se andará.....

Obviamente, el derecho a la defensa es sagrado. Y queda claro que no elegimos a padres, vecinos, jefes, colegas... sólo a la pareja y amistades. Y miren cómo terminó el matrimonio Kau-Mariscal. Las comparecencias mediáticas de sus abogados incluían una obvia estrategia procesal aunque el desvarío y lo indefendible pesa más en una de las partes.

Poco a poco se difunde que Mariscal es próxima al naturalismo, es pro-hippie, alérgica a la química y vacunas al cuerpo. Su pareja le lleva 30 años, aparecería en los ‘Panamá Papers’ por encantarle ‘pagar tributos’, sería naturópata; dicen ciertas crónicas que cura con las manos lo que sea menester. Perdón, se olvidaba su nombre: Juan. Bueno, pues ya queda poco para bingo. Este buen hombre vive en una finca jerezana y conduce alta gama. La Guardia Civil, blandiendo en secreto orden de detención, no halla ni a Cristina e hijos allí.

En la finca de Juan él mismo increpa a los periodistas que le preguntan por Cristina y sus vástagos. Replica que ‘no sabe nada’. Tacha al padre de los menores de ‘nazi’. Nos preguntamos: ¿Nazi, por denunciar un presunto, repetimos, secuestro parental con todos sus avíos?. El tipo acusa, también, a los periodistas de mercenarios. Debe, seguro, estar mejor informado...

El caso que protagoniza Cristina Mariscal sin su Juan queda cortito. ¡Añoramos el victimismo lacrimógeno de Juana Rivas, o los gritos del padre de Djokovic!. Juan esgrime un palo e insulta. Cristina debería regañarle, por torpe y poco mediático.....

Actúa la Benemérita y la Justicia

Las maniobras de despiste de Cristina tienen enemigo. Uno de sus hijos se conecta al wifi con una Nintendo DS Lite en su –quizá- forzado éxodo escolar y vacunal. Ciberagentes de la Guardia Civil lo ‘pillan’. Contactan con sus colegas de Policía Judiciaria-GNR lusa, pues localizan la señal en Aljezur (Algarve-Portugal).

Discretas vigilancias ubican la geolocalización. Se adentra en una comuna hippie-surfera que frecuentaría la pareja Cristina-Juan. Los mismos se ‘dan cuen’, como diría el inolvidable Chiquito, creyendo en Jerez a los beneméritos olfateándoles en vano. No sabemos si los agentes iban disfrazados de hippies luciendo de surferos o de perro-flautas para naturalizarse en una playa donde sólo aparcan coches de alta gama.

Obviamente, cercados por la inminencia de la detención, los reflejos de Cristina invitan a entregar a los hijos en juzgados. Pero se ocultó el detalle que estaban ya localizados policialmente. Esto resta carga colaborativa con la Justicia. Llamativamente vemos que persiste el secreto sumarial muchos días después de finalizar el rapto. Se deja libre, con cargos, a Cristina. La única cautela adoptada es orden de alejamiento e incomunicación con sus hijos. Ni le quitan el pasaporte, ni imponen fianza, ni ingresa en prisión.....

La Justicia instructora parece venial en este asunto: ¿Actuaría igual si fuera Víctor, exmarido de Cristina, el raptador-negacionista-absentista?. Los silencios del ‘caso Cristina Mariscal’ se inician con ella misma y prosiguen entre políticos, juristas o sanitarios que recalcasen la esencialidad vacunal antiCovid, el bien supremo del menor, o a los malos padres que denuncian secuestro parental pero tramado por la progenitora. A esas bocas cerradas se añadiría el miedo extendido desde que sufrimos pandemia. Toca callar para ser políticamente correcto.

Esto es lo que hay

Queda claro que vacunarse de lo que sea es una opción personal. En conflictos sobre menores de parejas rotas prevalece decidir inmunizar por el progenitor/a custodio, según numerosos autos judiciales. No es menos cierto que recaen demasiadas incógnitas sobre el Covid-19, los evidentes efectos adversos de cualquier vacuna y/o fármaco que se valoran a priori clínicamente. Además, constan en los envoltorios de esas medicinas.

Otro tema es si el/la progenitor/a custodio tiene más derechos o puede patrimonializar a menores arbitrariamente. En el ‘caso Juana Rivas’ el padre no tenía condena sobre maltrato aunque fue calumniado ad nauseam por denuncias sin soporte probatorio, testifical o partes de lesiones avalados por sanitarios. En el asunto que centra Cristina Mariscal los graves hechos precisan algo más que un abogado antivacunas para defenderlos en estrados del Código Penal. La Justicia tiene la última palabra.

Nos tememos que habrá más capítulos y sospechamos varios epílogos del caso. Deseamos, sinceramente, que los menores-víctimas de una madre singular generen ecpatía. Disculpen, no es un palabro, ni un neologismo. La ecpatía es un recurso mental que capacita para convivir con terceros sanamente evitando manipulaciones y esquivando el maltrato emocional.

Diego y Hugo, de 14 y 12 años, por su edad pueden elegir custodio/a en juzgados previo aval de Fiscalía. Su salud, seguridad, educación y bienestar es el auténtico bien supremo que contempla nuestro estado de derecho. Hay referencias de que su madre grabaría video-promo de tesis antivacunas dando a voz a tales menores. ¿Veremos ese nuevo desvarío?

Quienes propugnan no vacunarse están en su derecho. Pero quién negaría que el estado que nos paga la inmunización pueda cobrar por sanar o cuidar patologías derivadas de la no vacunación. Hacer bandera con menores de este credo sin duda saca platino a las incógnitas que todos tenemos. Pero parece impropio. Más osado es pensar que los vacunados somos cobayas sabedores que en UCIs hospitalarias hay más no vacunados del Covid-19 o los que sufrirían patologías previas que lo empeoran todo.

Pocos negarán ya que, tras la pandemia, el déficit y la deuda las multiplicará España. Muchas patologías y muertes encuentran hoy difícil explicación. Entre técnicos, sanitarios y políticos hay diferencias sobre la causalidad. Tampoco es de recibo el negocio de las farmacéuticas por sacar tajada de la pandemia sin contemplar liberación de patentes, muchas de ellas financiadas con dinero público.

El ‘caso Cristina Mariscal’ promete, decíamos, nuevos capítulos. La televisión, seguro, le guarda hueco en sus platós de pago. Alguna editorial o productora de cine puede tener ya texto o guión para su tremenda historia. Tanto silencio de Cristina no invita a pensar otra cosa. Tanto victimismo por explotar parece huérfano. El debate, de momento, está en redes sociales y en ciertos medios digitales donde demasiadas veces leemos insensateces o vómitos tecleados desde cualquier ordenador o móvil.

Con la pandemia el bien común, la lógica, la sensatez parece que tienen seria batalla con el Código Penal, si avizoramos el futuro judicial que le espera a Cristina Mariscal. Pero no se preocupen, las estadísticas criminales siempre tienden a bajar. Los menores, recuérdenlo, son más veces que menos inocentes. Y no eligen a sus padres....