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Actualizado: 22 oct 2022 / 04:35 h.
  • Avenida Felipe II.
    Avenida Felipe II.

La calle que colinda con la zona norte de la Catedral sevillana se llama Alemanes. Hay un par de teorías de por qué se usa tal gentilicio. Una indica que unos negocios regentados, en dicha calle, por germanos bautizaron la corta vía. Otra arranca desde el medievo. Entonces bávaros, alsacianos y prusianos, entre otros, llegaron a Sevilla atraídos por el trabajo y el dinero que generaba la Catedral. Eran profesionales (canteros y escultores sobre todo) que se agruparon en esa calle. No querían ni perder el acento, ni dejar de aprender el oficio, trasmitido de padres a hijos.

Esta segunda teoría tiene más base. La cercana calle Francos concentró a galos llegados a Sevilla para trabajar en la Catedral. Y la actual Avenida de la Constitución contemplamos que antes se llamaba Génova, en honor a los italianos que allí residían.

La Sevillana y los tranvías

En el proceso de electrificación en una capital que se iluminaba con velas y quinqués tuvo mucho que ver el talento alemán en Sevilla. A finales del siglo XIX los promotores de la desaparecida Compañía Sevillana de Electricidad-CSE (hoy ENDESA) contrataron a la AEG. El pacto trajo a Sevilla más alemanes para llevar la luz al centro y barrios sevillano.

Uno de ellos, Otto Engelhardt (1866-1936), trabajaba como Ingeniero en Berlín en la AEG. Le sedujo la idea de explorar nuevos horizontes al sur del sur europeo. El que fuera primer Director de la CSE en 1894 trajo de la mano la modernización de Sevilla con la luz eléctrica en hogares y negocios.

El talento del apreciado Don Otto hizo que le ficharan los responsables de la británica Sevilla Tramways Company-STC. De ahí fue despedido exclusivamente por ser –obviamente- ‘germanófilo’ ante la Primera Guerra Mundial (IGM, 1914-1918). Engelhardt fue Cónsul alemán entre 1903 y 1919, cuando la legación diplomática germana estaba en una de sus ubicaciones de El Porvenir.

Estuvo también, el consulado alemán, en el centro, Los Remedios y Avenida de La Palmera hasta desaparecer de Sevilla y ubicarse en Málaga para toda Andalucía.

Colegio Alemán

Las familias teutonas que vivían en Sevilla, la mayoría en El Porvenir, deciden crear en 1921 un colegio para que sus hijos nunca perdieran las raíces nacionales. Lo bautizaron como ‘Alberto Durero’ y conoció varias sedes en dicho barrio hasta su actual ubicación en el Polígono Aeropuerto.

En 1924 el Colegio se inaugura en una casa alquilada en calle Montevideo, tras abandonar una sede provisional en el centro. Además de alemanes, en el Alberto Durero se matriculan muchos niños sevillanos y de otros expatriados por su calidad y excelencia educativa. Se basaba en la enseñanza de idiomas (alemán, por supuesto, francés e inglés) innovadora, principios liberales y dar clases deportivas. También se inaugura una Kindergaten (Guardería) muy demandada por madres y familias ocupadas en negocios. El Alemán fue, y es, un referente que trasciende lo educativo.

En 1927 el Colegio se queda pequeño y se traslada a la calle Brasil 13. El chalet Villa Amelia vio cómo se incrementaba el número de alumnos hasta finalizar la Segunda Guerra Mundial (IIGM, 1941-1945), cuando se mueve la sede del Colegio dentro de la misma calle Brasil.

En 2022 varios cientos de alumnos, casi 1.000, aprenden del Colegio Alemán. Ni las guerras, ni las vicisitudes que sufrieron los alemanes lo llegaron a cerrar nunca. La clave de su éxito es la formación integral que despierta el espíritu crítico, liberalidad y el humanismo. Muy parecida a la filosofía de la Institución Libre de Enseñanza (ILE) acuñada por Giner de los Ríos. En Sevilla tiene herederos oficiosos en el San Francisco de Paula.

La Expo y IGM

Más alemanes llegaron al Porvenir cuando las obras de la Expo Iberoamericana de 1929 atrajeron inversores, negocios y técnicos. El desastroso resultado para Alemania de la IGM añadió más emigrados de un país devastado por la guerra, deudas y los agravios que les forzaron los vencedores. Muchos financieros, aseguradores y arquitectos eligieron Sevilla para encontrar el futuro que no les brindaba su país.

Antes, y desde 1904, maestros cerveceros alsacianos y bávaros fueron contratados por la Cruzcampo de los Osborne portuenses. Otros expertos en aeronáutica llegaron a Sevilla y recalaron en El Porvenir, para optimizar la línea del Zeppelin. La que unió el dirigible entre Europa y América con escala en Sevilla. El aeropuerto de Tablada también tuvo mano experta germana.

En la década de los veinte del pasado siglo se hablaba mucho alemán en las calles Valparaíso, Progreso, Montevideo, Isabela, Brasil.... Las familias germanas se conocían entre sí y había una magia residencial que alegró la vida de muchos vecinos hasta que llegó la guerra fratricida (1936-39) y la IIGM. La Belle Epoque, los felices veinte, se vivieron intensamente en El Porvenir. Sevilla registró en aquella década progresos. Si bien la endeudó con la Expo del 1929, el legado quedó en muchas industrias que se implantaron y nuezas zonas residenciales que se levantaron (Ciudad Jardín, Heliópolis...).

Las garras nazis

Gustav Draeger (1895-1957) fue un ambicioso prusiano que recaló en Sevilla en 1920 desde Málaga. Quería reinventar su vida tras ser Oficial del Ejército perdedor en la IGM. Trabajó para un consignatario hispano-alemán (Bakumar) pero su afán de revancha le condujo a las más recalcitrantes ideas nazis. Se movía bien en las élites sevillanas y entre compatriotas.

El Porvenir, alemanes en Sevilla
Porvenir, Colegio Alemán.

Afiliado al Club Rotario que sesionaba en el Alfonso XIII, tenía lazos con el notario José Gastalver y otros ilustres empresarios y profesionales de la época. Implantó en Bakumar una oficiosa embajada nazi junto a Christof Fiesssler, delegado andaluz del NSDAP y FTA. Y en 1934 logró ser nombrado Cónsul andaluz de su país. El cargo lo detentó hasta 1945.

Su Mercedes consular frecuentaba el Porvenir. Los Zimmer, Drexler, Schaab, y Platte (sucesor de Draeger en el consulado) o lo veían con frecuencia o eran pasajeros del impresionante vehículo. También, el auto visitó le embajada en Madrid, costas onubense y gaditana. Draeger fue inclusive el responsable del espionaje nazi durante su etapa consular. Hay versiones de que ‘invitó’ a muchos compatriotas afincados en Sevilla a disfrutar forzados un IIIº Reich que duró hasta el suicidio de Hitler en 1945.

En 1936, como íntimo del General Queipo de Llano, Draeger saldó cuentas a los aliadófilos. Una lista que le hizo llegar a las manos del Virrey de Sevilla asesinó de los primeros a Otto Engelhardt en septiembre de 1936. Estaba obsesionado por un alérgico a la guerra y la dictadura nazi. Llegó a pedir a José Laguillo, último director de El Liberal, que dejara de publicar los alegatos pacifistas de Otto.

Al perder la IIGM los nazis, no los alemanes, El Porvenir diseminó a muchos germanos en familias enraizadas ya en Sevilla. Muchas ruinas cayeron en esos hogares donde nunca se dejó hablar alemán. Llovía sobre mojado, pues la hambruna y el aislamiento internacional español hicieron que la valerosa colonia alemana sevillana perdiera sus máximas credenciales. Las malditas guerras y delirios imperiales tuvieron la culpa de algunas cosas.

Los alemanes en Sevilla, y en toda España, se perciben como unos vecinos más que suman a su plena integración, su civismo, honradez y espíritu trabajador que han favorecido unas privilegiadas relaciones bilaterales hispano-germanas, nexos sustantivos económicas y empresariales.

Hoy pasear por El Porvenir apenas reconoce las huellas de los alemanes que siguen viviendo en hogares nutridos de sevillanos que heredaron de sus ancestros las casas, el idioma y la cultura alemana.

Hoy, El Porvenir, es de los barrios más cotizados a nivel inmobiliario de los sevillanos. Hay casas que asocian poderío familiar y plasman el buen gusto arquitectónico. La lejana Alemania que se veía desde allí nunca ha dejado de estar presente. Los germanos siempre consideraron a Sevilla un hogar acogedor.