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Actualizado: 13 ago 2021 / 11:00 h.
  • El teléfono que nunca cuelga y te escucha

La Asociación Internacional del Teléfono de la Esperanza (ASITES) no olvida sus raíces hispalenses. En 1971 Fray Serafín inventó una efectiva herramienta que ha salvado y ayudado a cientos de miles de personas. Y ese instrumento tiene unos números asistenciales impresionantes tras cumplir sus primeros 50 años: 5 millones de llamadas de personas en crisis, 400.000 de ellas con el suicidio como eje.

Desde ASITES atendieron y trataron a más de 250.000 personas por especialistas en salud mental. Organizaron 10.000 acciones formativas centradas alentando la salud mental y emocional. De su revista AVIVIR distribuyeron más de 1.700.000 ejemplares. Pero el mayor tesoro que legó Fray Serafín son los 25.000 voluntarios formados y militantes.

El primer cincuentenario de ASITES lo celebró a lo grande. Acertó premiando al Psiquiatra sevillano Luis Rojas-Marcos compartiendo su sabiduría, experiencia y oratoria. También a Rafael Nadal, Irene Villa, Antonio Montiel, Adela Cortina y Escuelas Padre Piquer por un compromiso social que merece además aplauso.

El acto sevillano de ASITES desplazó a su Presidente, Miguel Ángel Terrero y no pudo presidirlo mejor candidato que el Teniente de Alcalde, Dr. Juan Manuel Flores, que mejor conoce las entretelas asistenciales, sociales y solidarias de la Sevilla que no hiela el corazón, si se permite paralelismo capitalino sobre palabras del inolvidable Antonio Machado. El Alcalde Espadas estaba de mítines; al final logró ganar las primarias para presidir el PSOE andaluz.

Más llamadas con la pandemia

ASITES admite que durante los días de pandemia, confinamiento, aislamiento, toques de queda, etc.... se han duplicado las llamadas al Teléfono de la Esperanza. Según Terrero, pese al aumento del número de asistencias, el perfil mayoritario de quien llama no ha cambiado demasiado: predominan las mujeres de entre 30 y 55 años. En 2020, consecuencia de la pandemia del Coronavirus que invadió al mundo, las llamadas al Teléfono de la Esperanza se dispararon y superaron las 160.500, lo que ha supuesto un aumento de casi el 40 por ciento respecto al 2019.

Fray Serafín fue un adelantado a su tiempo pese a sufrir muerte prematura en el asfalto. Se percató que el teléfono es accesible, fácil de usar y entraña una vía potente para escuchar a personas que tienen problemas que le acucian. También, quienes sufren vulnerabilidad sobrevenida. Como repite la leyenda de Pedro Navaja cantada por Rubén Blades: ‘La vida te da sorpresas’. Y hay personas que entran en shock, no saben cómo reaccionar.

La pandemia, y eso pocos expertos lo cuestionan, tiene serios efectos sobre la salud, aumentó la ansiedad, depresiones y un preocupante aumento de los índices de suicidios y consultas psiquiátricas. La ‘venida abajo’ del despido, ruina, enfermedades, deudas, desahucios, desempleo incrementa exponencialmente el consumo de alcohol, droga y conflictos.

El ejemplo del psiquiatra didáctico

La inmensa y fecunda aportación social del Teléfono de la Esperanza necesita explicarse bien. Y no por un lego o ignorante precisamente. Las credenciales del Dr. Luis Rojas Marcos no son recusables para tal empeño. El reputado psiquiatra se formó en Los Estados Unidos tras oir de su madre historias de médico rural cántabro sobre su abuelo.

El sevillano-neoyorquino nos explicó, hace muchos años ya, en sus libros, artículos y discursos que la palabra ‘resiliencia’ es fortaleza, que tolerancia es respeto, que escuchar es comprender, no oir sólamente. En un aplaudido discurso pidió a la RAE que acepte el verbo ‘voluntariar’ que ya se conjuga en otros idiomas.

La experiencia solidaria del Dr. Rojas-Marcos es amplia. Creó el Project Help para discapacitados mentales sin techo e inmigrantes, se las ingenió para que el 11S neoyorquino no fuera más catástrofe en salud mental y dirigió PAGNY, colectivo médico que ayuda gratis a enfermos mentales en hospitales y cárceles. Todo eso lo compatibilizó como responsable de hospitales y centros de salud mental en Nueva York y dar clases en su Universidad pública. Este bagaje acentuó el impacto positivo del trabajo del voluntariado social. Y lo enfatiza en tiempos difíciles como los que corren. En síntesis: ‘Ayudar a otros es ayudarse’. Los voluntarios de ASITES se benefician asímismo.

Otro dato que destacó el psiquiatra pone el dedo en la llaga: ‘Desde pequeños, en cada momento, sin darnos cuenta, pensamos con ilusión y certeza sobre lo que vamos a hacer mañana, el mes que viene o dentro de varios años. Por eso, cuanto más incapaces nos sentimos de anticipar nuestro porvenir o el de los seres queridos, más espacio dejamos abierto para que la angustia nos invada y conmocione el cimiento vital de la confianza. La pandemia nos ha impuesto una nueva vida “normal” en la que día y noche los sentimientos de incertidumbre y vulnerabilidad interfieren con la capacidad de relajarnos, de relacionarnos, de disfrutar. Al mismo tiempo, sometidos al distanciamiento físico y al confinamiento, vivimos momentos cargados de un miedo indefinido que nos transforma en seres estresados, irritables e indefensos. Con el tiempo, la desesperanza une a quienes llegan a perder la ilusión por vivir’.

El Dr. Rojas-Marcos no se muestra indiferente ante el poderío de la comunicación para zanjar problemas personales. Así lo explica: ‘Pese a los muchos años que llevo practicando medicina y psiquiatría, no deja de maravillarme el poder terapéutico del habla. De hecho, animar a las personas abrumadas a verbalizar sus emociones y narrar sus miedos es una herramienta tan básica como eficaz de la ayuda psicológica. Realmente, la conversación constituye la base de todas las modalidades de psicoterapia que ayudan a resolver los problemas que socavan nuestra salud mental’

La Esperanza con mayúsculas despidió el brillante y nutritivo aporte del sevillano que conoce bien la salud mental. Remató su discurso alentando la sinergias y valores de un Teléfono de la Esperanza sevillano (954576800):

Puedes pasar días sin comer o beber, minutos sin respirar, pero sin esperanza no se puede sobrevivir’