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Actualizado: 05 feb 2022 / 04:00 h.
  • Fernando Rueda.
    Fernando Rueda.

La diferencia entre espías, periodistas y detectives es que los primeros obtienen secretos para el estado que les paga; los segundos difunden información por cuenta de editores y los terceros trabajan para clientes. Aunque todos persiguen la verdad, ésta se sujeta a intereses, intérpretes, traductores y escribanos que, demasiadas veces, la contaminan.

Si al verbo espiar sumamos su acción, el espionaje, el tema se complica. Si, además, hablamos de practicarlo dentro y fuera de fronteras españolas lo de espiar equivale a tabú, película o novela que maridaría al mejor Agente OO7 o al peor Mortadelo.

Desde la noche de los tiempos España usó agentes para saber de sus entrañas más hostiles al poder o de lo que se cuece dentro y fuera de la piel de toro. Domingo Badía, Ali Bey (1767-1818) es considerado el primer espía del mundo que pisó La Meca (Arabia Saudí) tras misiones norteafricanas parlando árabe y luciendo chilaba con turbante. Acabó envenenado por el Bajá de Damasco al ser descubierto en una misión.

El mejor agente doble de la historia fue el barcelonés Juan Pujol Garbo (1912-1988). Hizo creer a sus jefes nazis (Abwher) trabajando para los británicos (M16), sin saber una palabra de alemán ni inglés, ficticios planes bélicos aliados durante la IIGM. La Operación Fortitude que consumó salvó miles de vidas inocentes. Por aquel engaño le condecoró Hitler e Isabel II. Garbo murió en paz en Venezuela, pero persuadido que ODESSA le mataría.

Los armazones del espionaje español se forjaron durante la impropiamente llamada Guerra Civil (1936-1939). Ambos bandos liberaron de uniforme y armamento a soldados, oficiales y mandos para usar la inteligencia. Los pro republicanos estaban más desorganizados, aunque Guardia Civil y de Asalto más los Carabineros y parte del Ejército le eran fieles.

El General Franco apostó por diversificar fuentes en su espionaje durante y después de la conflagración bélica. Falange, Ejércitos de Tierra, Marina y Aire, Estado Mayor y Contrainteligencia policial estaban en tales menesteres. La amalgama de siglas de la época franquista incluía el SIFNE, para el que trabajó el escritor Josep Pla. Paradojas del ultracatalanismo

Desde la muerte de Franco –1975- el espionaje español cambió de nombre con afán de unificar sustantivas tareas antes repartidas entre despachos militares, diplomáticos y policiales. OCN y SECED (hasta 1977), CESID (1977-2002). Desde 2002 es el CNI (Centro Nacional de Inteligencia) quien aglutina dichas tareas sin perjuicio de ciertas unidades de policías y guardias civiles.

El espionaje español contemporáneo tuvo un antes y un después desde que se publica La Casa (Temas de Hoy, 1993). Su autor, Fernando Rueda (1960), apoyado por la talentosa editora Ymelda Navajo osan abrir el armario más secreto del CESID. Se rompen tabúes militares sin estar en guerra y se encarnan nuestros espías. A los que creíamos invisibles e intocables.

Rueda, Doctor en Periodismo, Profesor Universitario (CEU San Pablo) y pertinaz best seller del periodismo de investigación (Espías, Destrucción Masiva, Yo Confieso, El regreso del Lobo, Operaciones secretas, Alcantarillas del Poder, Voz del pasado, Dossier del Rey, KA-Licencia para matar, Fuerza y Honor...) atesora una brillante carrera en prensa escrita como reportero y directivo. Su obra se etiquetaría como la de un freelancer que cuenta la verdad, no lo que interesa al poder, lo políticamente correcto

Espionaje: medio siglo español según Fernando Rueda


Señor: ¿Todo por España?

El pasado año Fernando Rueda publica la que creemos es su obra más didáctica, documentada y reveladora para comprender a nuestros servicios de inteligencia. Hablamos de Al servicio de su Majestad (La Esfera, 2021). Nuevamente Navajo edita un volumen que registra ya varias ediciones y excelentes reseñas. Rueda aquí sólo pretende ‘...ejercer el control social del poder...’ (Página 17). Algo que, en tecla o boca de otros, no resulta creíble.

Fernando Rueda no se anda con rodeos: ‘A lo largo de los años como periodista de investigación, he desvelado en innumerables ocasiones los éxitos del CNI –antes CESID– y también he denunciado sus excesos. No solo no tengo nada contra ellos, sino que considero que hacen un gran servicio a España. Nadie duda, yo tampoco, de que los gobiernos exigen desde hace muchos años la actuación de los servicios secretos para ayudarlos. Deben hacer lo que haga falta, aunque a veces se traspasen los límites permitidos en un Estado de derecho’. Ese es el catecismo de Rueda.

Al servicio de Su Majestad conecta la monarquía postfranquista con el servicio secreto bajo un abordaje independiente. De un lado, se descubren secretos de Juan Carlos I y Felipe VI. De otro, a quienes mandaron en el espionaje y cualificados agentes. Sin ellos no comprendemos sus reinados.

El subtítulo del trabajo de Rueda reza: ‘La Familia Real y los espías. 50 años de conspiraciones, manipulaciones y ocultamientos’. Tal crudeza sólo la leímos con Alfredo Grimaldos conectando CIA y España, con Domingo P. Petit el espionaje durante la IIGM o con Jesús Palacios sobre espías durante el 23F.

La tesis de Rueda no defrauda mientras leemos los distintos capítulos del libro. Comienza contextualizando al Príncipe de España con los espías más poderosos del momento durante el tardofranquismo y transición (1973-1978), sigue con las imperecederas incógnitas del 23-F en 1981 para escrutar la cúpula de espías y misiones durante los gobiernos de González, Aznar, Zapatero y Rajoy hasta los difíciles días que le tocan a Felipe VI.

El autor nos convence que los distintos mandamases del espionaje patrio o se subordinaron servilmente a Juan Carlos I o han sufrido sus misiles desde diferentes bases. Hay hasta pruebas indirectas de lo último. El que fuera primer Director no militar del CNI, el diplomático y escritor Jorge Dezcállar (2002-04), es tan afín al Rey Emérito como el General Manglano (1981-95).

Según El Jefe de los Espías (Roca 2021) los periodistas del ABC Chicote & Fdez. Miranda quien dirigió el CESID más tiempo [Manglano] anotó selectivamente lo que le convenía hasta que, cercado por escándalos y trapicheos de su íntimo y subordinado el Coronel Perote, dimitió. Comentamos ya dicho libro.

Pues bien, leyendo la obra de Rueda nos percatamos que se confunde el servicio al estado que paga nóminas y fondos reservados de operaciones con tejemanejes que beneficiaron a Juan Carlos I. El mismo que vive en un Emirato (Abu Dhabi) donde rigen normas islámicas, no hay democracia y mujeres, minorías o gays, por ejemplo, carecen de derechos.

Al Servicio de su Majestad ha conmocionado, como en su día hiciera La Casa [sobrenombre del CESID mientras estuvo operativo] cimientos y a personas que conocen la puerta trasera tras dimitir. El Ingeniero Alberto Sáinz, ex Director del CNI (2004-2009) y hoy entregado a la consultoría internacional, desmiente que se investigara a Corinna Larsen, expareja de Juan Carlos I, mientras tuvo la batuta del espionaje algo que se afirma en el libro de Rueda.

Sáinz calla sobre cómo y por qué dimitió, algo tan extraño como la donación de documentos estatales de su padrino José Bono a una Fundación privada. Todo eso es historia. Todo es por España. Como las monterías que recreaba la inolvidable cinta La Escopeta Nacional, donde Larsen estaría en su salsa.

Estado, gobierno y Su Majestad

Las páginas del libro de Fernando Rueda dejan claro que debe segmentarse lo público (Estado), el veredicto de las urnas (Gobierno) y el estatus constitucional de la Casa Real. No arbitrar las fronteras fue un error que salió caro a la institución monárquica, limita a gobiernos votados popularmente y relativiza el papel institucional de la Jefatura del estado.

Juan Carlos I tiene muchas luces que deberían brillar si no optase por dilapidar su crédito popular. Recibido de reojo por el franquismo ultra y por los desvaríos y vaivenes de su progenitor (Don Juan), desplegó un afán de supervivencia, una vez coronado, digno de mejor causa. Para ello apostó por la complicidad y subordinación de militares, espías y cortesanos.

Rueda hace hábil cronología en su obra para relatar la trayectoria del hoy Emérito para sobrevivir 40 años como Rey. No quiso vivir en el Palacio Real porque su abuelo (Alfonso XIII) salió por piernas de allí en 1931. El cenizo lo avizoró Franco optando por El Pardo; Y Juan Carlos por La Zarzuela.

Desde Zarzuela, según Rueda, se informó, intrigó, manipuló, conspiró, mandó y borboneó imitando el absolutismo silente. ¡Cuánto añoramos memorias del Presidente Suárez!

Rueda en su obra tiende a no opinar. Pero se decanta por dar una visión original y poco convencional de temas troncales que aborda (monarquía, espionaje, lucha por el poder, supervivencia en cargos, egos...). Se limita a describir las intrigas, verdades y manipulaciones de los espías para informar o desinformar, según convenga. Manglano, ya fallecido, es un ejemplo. Transcriben su diario ‘secreto’ a libro que comercializaron sus herederos y suscriben dos periodistas de un rotativo monárquico. ¡Qué casualidad!.

El Rey Juan carlos I es omnipresente en las diferentes etapas del espionaje español durante el último medio siglo. Ya intentó que el General Armada fuera sí o sí Jefazo en Madrid antes del 23F desde su repudio ilerdense, o aceptó alejarse del General Fdez. Campo, el que olía asonadas certeras.

Todas esas operaciones están bien explicadas entre las incógnitas del 23F, el juicio donde no estaban todos los que deberían y donde la inteligencia era parte esencial de ese golpe. Manglano sí se fajó ante los involucionistas, modernizó y civilizó un espionaje demasiado jerarquizado militarmente y carente del talento femenino que hoy manda en la nueva Casa (CNI).

Desde junio de 2014 Felipe VI evita cometer errores de sus antecesores. Lo primero que hizo fue adelgazar a la Familia Real. Su hermana Cristina y cuñado Urdangarín obtuvieron sentencia condenatoria. A su padre le quitó asignación oficial y rechazó heredarle.

La descripción que hace Rueda de lo más actual del CNI promete esperanzarnos. Las cautelas de palacio las remiran muchos ojos expertos. El autor del libro que nos ocupa dedica páginas al lógico informe que mereció la hoy Reina Letizia. Se pregunta si se completó y vuelven las interrogantes, aunque las cosas del 2022 son muy diferentes a las de antaño.

Otro personaje, el Ex Comisario y falso detective Villarejo según Rueda al reiterar ataques al CNI –del que dice ser, sin demostrarlo, agente VIP- y al Generalísimo Sanz Roldan (Director entre 2009 y 2019) miente más que habla. El lenguaraz jubilado no explica, desde el banquillo, cómo y porqué grabó todo y ganó millones. Para obviar los chantajes y fakes que comercializó desvía focos ante juzgadores con recursos de picapleitos graduado en la Universidad de Campillos, campus de la Señorita Pepis.

De Villarejo ya reflejamos en #Infraganti un par de informes-sablazos vacuos que vendió en Sevilla a Juan Muñoz, marido de la lideresa televisiva Ana Rosa Quintana o los Moya-Yoldi (Persán).

Confiemos que libros como el de Rueda que comentamos no se escriban más. De ser así entraña que fallan los controles constitucionales, se oxidan esquemas estatales o desvarían más de lo debido los servidores públicos. Una institución efectiva, discreta, apreciada y valorada como el CNI https://www.cni.es/ nuestros agentes policiales y beneméritos sólo deben estar al servicio del bien común, del estado al que sirven.

Deben pues alejarse del capricho del mando, conveniencias del gobierno de turno o de quien esté en la cúpula del estado creyéndose intocable e inmune.

El CNI expresa en su portal corporativo que ‘...colaboramos con distintos organismos de la Administración........ fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado. Actuamos siempre bajo la supervisión y el control de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial...’. Rueda escribe en el prólogo de su última obra ‘...sólo me importa sacar a la luz lo que algunos tratan de ocultar...’ (Página 18).

Entre unos (CNI) y otro (Rueda) esperemos que la verdad y la información nos den mejores noticias que el nocivo matrimonio de la inteligencia pública al servicio particular. Ya lo dijo un espía veterano. ‘Nuestra mejor noticia es la que jamás se publica’.