Los casi tres años de #Infraganti registran picos altos de lecturas en capítulos relacionados a diversas temáticas. Una es el divorcio y lo que le cuelga, otro son las usurpaciones, impostores y la picaresca. También, los hechos insólitos o exitosas operaciones policiales y la herencias entrañan gran interés lector por los números registrados de audiencia.
Atendiendo a pedidos de fieles de ésta página, este humilde escribidor relatará en clave de humor, pues no cabe no cabe otra, cómo se roba –para no andarnos con rodeos- entre hermanos, parejas, familiares y parentela. La codicia se desata hasta las fronteras del Código Penal, cuando no se trasvasan descaradamente. La impunidad fáctica y una mal entendida política de hechos consumados obra el milagro de ‘trincar’ dinero ajeno a cuenta de supuestas voluntades de fallecidos, falsos autógrafos en documentos, testimonios viciados y escrituras donde quien da pública fe racanea la legalidad.
En el empeño de quedarse con la mayoría de una herencia hay expertos con pacientes años de espera, hábiles arribistas y ocasionales cazafortunas, con o sin padrinos. Lo que aquí denominamos ‘rapiña premortem’ es cuando quien tiene entre ceja y ceja una suma o activos de vértigo decide que es suya. Aplica la ‘ley del pirata’: no la reparte con nadie. Después, se inventan razones y estas se repiten ante un espejo creyéndose el/la ladrón/a que su silencio –el del espejo- avala el robo y otorga una particular justicia.
Vayamos por partes, como se escribiría sobre Jack el Destripador. El ‘manual del rapiñador’ tiene obligaciones inexcusables. La primera es identificar e inventariar sus objetivos. Las modalidades operativas cambian para cuentas bancarias, fondos, acciones, dinero en efectivo, bienes muebles (joyas, cuadros, colecciones, arte tasado...) inmuebles (pisos, plazas de garaje, segundas residencias....), rústicas (cotos de caza, solares no calificados, explotaciones agro ganaderas...) y empresas familiares.
Objetivos menores para quienes rapiñan son vehículos, objetos con valor sentimental, activos con líos, conflictos, pleitos, etc.... Los más habilidosos sitúan ahí sus cortinas de humo para que se peleen los ‘tontos útiles’ mientras hacen caja o se carcajean de esas minucias mientras disfrutan y cobran piezas de tan singular caza mayor. Detallamos los trucos más habituales de los/as rapiñadores/as con exclusivos fines didácticos y de utilidad social. Los juzgados, Hacienda, los heredero/as agraviados/as se enteran de todo cuando es demasiado tarde o han prescrito acciones legales para restituir lo suyo a los/as legitimados/as:
VACIADO, PODERES, TUTELAS: Lo más rápido y efectivo, a la par que rentable, para los rapiñadores es dejar lo mínimo a quienes se pelearán por lo que no existe y sólo se levantan interrogantes. Es decir, ante una cuenta bancaria con números rojos o mínimos el rapiñador la ha vaciado con cheques ‘al portador’, de ventanilla, abusó de una autorización o cotitularidad o bien utilizó poderes notariales del legatario/a para justificar lo injustificable ante el banco, generalmente gastos extras, ventas, compras extrañas etc.... Si quien causa la herencia en vida se resiste a dar poderes el rapiñador lo incapacita judicialmente y se hace su tutor. En Sevilla los juzgados de familia no dan abasto últimamente ante tanta demanda en tal sentido. Los poderes notariales se dan en días de agonía ante fedatarios que conocen bien residencias y miran de lado las demencias, Alzheimer, etc... Parte del notariado español acota la ‘capacidad de obrar’ según las minutas a cobrar. Catedráticos universitarios de bata blanca dictaminan lo que sea menester si algún millonario en el lecho de muerte decida dejarlo todo a un ’inesperado heredero’. Esa minoría de profesionales heterodoxos existe. Como las meigas gallegas. Un caso práctico que marida los titulares del epígrafe se centró en una farmacia.
EMPRESAS FAMILIARES: En atracos societarios hay sabios, enterados y autodidactas. En negocios de autónomos predomina el ‘hijo tonto’ que realmente es listo, en pymes y grandes empresas los expertos precisan de padrinos y aliados familiares más profesionales del ‘todo vale’ blandiendo tratos con letra pequeña o promesas irrealizables. Nos explicamos.
Las empresas familiares tienen hasta en centros docentes sevillanos (Instituto San Telmo, Universidad Loyola...) y macro-bufetes (Cuatrecasas, Garrigues...) pautas protocolizadas para sucederse en el negocio nuevas generaciones con la idea de mantener y hacer crecer el negocio que tanto esfuerzo costó levantar. Los conflictos, no obstante, atascan juzgados civiles, penales y mercantiles. Ya relatamos las paradojas de la aristocracia.
El rapiñador de la empresa familiar suele presentara quienes están lejos del negocio un panorama pre-ruina. Los días de pandemia son ideales para tal oficio. Suele ser discreto en cuanto a ritmo de vida. Y compra barato acciones o partes jugando con la confianza de sus interlocutores. La realidad de ciertas familias que reparten hijos por España y el mundo hacen confiado y crédulo a quien debe obrar más descreído
Si no sale bien la jugada, lo suyo es crear conflictos donde no los hay y presentarse como ‘desfacedor de entuertos’ para ganar votos. Si intuye que no tiene mayoría de voluntades familiares o percibe algún enemigo inventa cortinas de humo para despistar. Ese ‘tiempo muerto’ le permite garantizar una fortuna y futuro tranquilo fuera de la empresa familiar. El atraco suele malvender bienes a testaferros o así mismo.
Hacer el ‘nazareno’ con algún competidor o bien arruinar de verdad la empresa previo ‘hurto’ de lo más valioso. Los rapiñadores ‘cazados’ suelen huir por la puerta trasera y echarle la culpa al muerto. Osea, al patriarca o matriarca que fundó un negocio que tiene garantizado hacer aguas en la segunda generación.
LO PROSAICO Y LO SUTIL: La venta de un piso, por ejemplo, que titularizan cuatro coherederos asusta al comprador si no hay consenso. Quienes venden se suelen fragmentar entre los que creen tener un tesoro inmobiliario y quienes acucian vender para ’hacer caja’. Cuando hay alguien que le interesa el piso y lo dice está perdido. Su parte no vale nada ante la codicia del resto de coherederos. La codicia del vendedor no casa con la racanería del comprador. El chollo es historia del siglo XX. El único que gana minuta ante el conflicto es quien tasa el activo. Lo más sibilino es ‘darle cambiazo’ a esculturas valiosas (los Lladró ‘full’ en internet son populares), pinturas, joyas, y activos que no dejan huella por el traspaso de manos. Qué decir del dinero en efectivo en cajas de caudales, debajo de la cama, o en el calcetín. Lo que no hay es lo que hay parece ser el cotidiano aquí. Y vaciar el joyero mientras comulgan en el funeral del legatario/a parece hasta costumbre en algunas familias. Un misterioso ladrón es, después, algo que nadie osa denunciar.