Facebook Twitter WhatsApp Linkedin Copiar la URL
Enlace copiado
Actualizado: 23 abr 2022 / 04:00 h.
  • Portada del libro La Secreta de Franco, de Pablo Alcántara.
    Portada del libro La Secreta de Franco, de Pablo Alcántara.

La guerra fratricida (1936-1939) dejó muertos, heridas y secuelas difíciles de borrar y curar. El régimen de Franco (1939-1975) exilió a casi un millón de españoles y se implantó tras el sangriento conflicto bélico. Fue muy duro contra sus opositores (republicanos, comunistas, socialistas, masones, anarquistas sindicalistas...).

La represión se activó para edificar una política que maridó a monárquicos con falangistas, a cedistas con ‘requetés’ o a delatores con traidores. Ese ‘Nuevo Estado’ creó la BPS. Se gestó sobre la División de Investigación Social que en 1926 fundó la Dictadura del General Primo de Rivera (1923-1930). Su afán fue laminar al disenso, evitar huelgas y manifestaciones.

El libro La Secreta de Franco (Editorial Espasa, 2022) de Pablo Alcántara (Avilés, 1992) completa la escasa bibliografía existente sobre la BPS. Este precoz y lúcido historiador asturiano forjó, y culminó, durante años su Tesis Doctoral. Sorteó engaños, silencios y mentiras en Archivos. Ahí se ubicaron los residuos documentales que ilustraron la represión policial franquista.

La criba previa ardió en comisarías, concentró legajos en Madrid en tiempos del Ministro Martín Villa (1976-1982) o acabó en escombreras recónditas. La BPS extirpaba y alejaba a los demonios que merodearon al mismísimo Franco (conspiración judeo-masónica, marxismo y la pertinaz subversión). Los agentes de la BPS franquista tienen identidad: Eduardo Comín, Mauricio Carlavilla, Roberto Conesa, Antonio Creix, Claudio Ramos, Melitón Manzanas o el recientemente fallecido Antonio González Pacheco ‘Billy el Niño

Hasta el encarcelado Ex Comisario Villarejo integró la BPS entre 1973-1978, año en el que se integró en Policía Nacional, que unificó desde 1986 el discreto Cuerpo Superior de Policía y la militarizada Policía Armada.

Tras la desaparición del Generalísimo -en 1975- sucesivos gobiernos del PP y PSOE se opusieron, hasta en cuatro ocasiones, a ratificar la Convención de la ONU que permitiera juzgar, entre otras, las torturas de la BPS. Un Auto de la Audiencia de Valencia ya recordó que los excesos de la BPS no procesaron a sus responsables al prescribir los delitos. Fue literal el carpetazo de la Justicia, sin anestesia: ‘España no ha ratificado la imprescriptibilidad de los crímenes de guerra y de lesa humanidad de las Naciones Unidas.

La Social, policía del franquismo, tiene quien le escriba
Pablo Alcántara, autor de ‘La Secreta de Franco’.

El titánico trabajo de Alcántara ilustra que la BPS tuvo relaciones con la Gestapo nazi. También, que aplicó técnicas de interrogatorio y tortura a los antifranquistas del FBI y CIA norteamericanos. Las mismas aberraciones que vemos en el cine (The Report o The Siege) o se describen en ensayos como Legado de Cenizas de Tim Weiner. El retrato fílmico-literario que se hace de esa teórica inteligencia policiaca escala siempre hacia la letalidad.

La secreta registra con oficio los perfiles de agentes de la BPS. Los dibuja desde la teoría, el análisis, la infiltración, el interrogatorio o la maldad del torturador. El libro tiene espléndido prólogo, a cuatro manos, de Fernando Hernández Sánchez y Álvaro Soto Carmona; también, un provechoso epílogo del profesor universitario, periodista y escritor Mariano Sánchez Soler, el fedatario que inventarió el botín de Franco y sus herederos. Los citados, junto a Alcántara, acreditan que la BPS fue la guardia pretoriana del franquismo, tal y como la describiera en artículos y libros el inolvidable Manuel Vázquez Montalbán

BPS en Sevilla, cal y arena

A la capital de La Giralda la BPS llega intacta, subordinada al régimen, genuflexa al mando... pero se transforma. Se hace al sevillano modo, si se licencia dicho término de los famosos Compadres (El Culebra y El Cabesa) . La BPS se empleó a fondo en la vieja Híspalis. Desde las jefaturas de c/ Monsalves, y después, de La Gavidia se vigiló, detuvo, interrogó y torturó a una larga nómina de comunistas, sindicalistas, líderes jornaleros, curas-obreros y estertores del anarquismo.

La BPS no estuvo huérfana en su empeño de aplastar la disidencia al franquismo. La Brigada de Información-Guardia Civil con sede en el hoy cerrado Cuartel de la Calzada se coordinó con la BPS en numerosos operativos, redadas, detenciones e interrogatorios. La sede de la Brigadilla fue conocida por el antifranquismo como La Fábrica de Tortas. El sobrenombre ilustra vejaciones y torturas que ejecutaban allí agentes de la sin embargo apodada popularmente Benemérita.

Los primeros lustros del franquismo sevillano compilaron ‘fichas’ de subversivos que relativizaban la cruzada contra el marxismo y que creyeron a España como la reserva espiritual del mundo. La palabrería del régimen no obvió que los policías que querían ascender rápido pidieran destino en la BPS. Tras interrogatorios imaginables se firmaban confesiones que desarticularon ‘células’ subversivas, no el corpus esencial antifranquista.

La BPS detuvo a Felipe González dos veces; cuando acaeció la última, en 1974, se confesaban dos agentes de la BPS algo revelador: ’dentro de poco vamos a tener que pedir trabajo a este hombre’. Otros agentes de la BPS liberaron a la líder de la Joven Guardia Roja-JGR, Pina López Lopez-Gay (1949-2000), invocando error identificador con su hermana gemela o tener arañazos tras pelearse con su novio; mientras, en la BPS interrogaban y/o torturaban a los camaradas-militantes de la JGR.

A Pina casi siempre le esperaba un Seat 1500 negro, con la rojigualda y águila, que mandaba a La Gavidia su padre. Nos referimos Don Mario López, incombustible secretario general del Gobierno Civil (1949-1987) . A los anónimos y sufridos militantes de HOAC-JOC, PTE, CCOO, LCR, PCE o CNT sólo les esperaban abogados valientes.

La BPS en Sevilla tuvo sello local. Las reuniones clandestinas en la antigua Bodegas Díaz-Salazar (c/ García de Vinuesa) tuvieron hasta empatía del enemigo. Los opositores que concurrían se disfrazaban de taberneros para hablar de sus cosas. Los polis de la BPS les esperaban en la barra con tintos manchegos o Voll Damm de barril. Cuando el alcohol subía la temperatura del debate se juntaban de francachela, espiados y espías. Todos brindaban por el futuro: ¿Fue una transición anticipada?

Algo parecido vimos en La Vaquilla (García Berlanga, 1985). En la cinta del irrepetible cineasta valenciano torean al astado republicanos y franquistas durante un descanso en los combates de una recreada lucha fratricida. Para capotear al animal ‘paraba la guerra’.

Más tomate tiene que, cada vez que venía Franco a Sevilla, la BPS detenía unos días -para evitar sobresaltos- a la subversión hispalense. Unos furgones grises de la Policía Armada recogían a los opositores en sus casas. No precisaba detenerlos. Esperaban en los portales con maletas. Sus parejas pedían a la BPS que no les mataran de hambre.... ni les pegaran. La relación entre policías y familiares de subversivos a veces tenía lazos.

Los peores episodios de la BPS sevillana crisparon a sus propios compañeros de jefatura. Algunos torturados por agentes sin escrúpulos no pudieron rellenar la ‘ficha policial’. Los inspectores del Gabinete de Identificación (hoy Policía Científica) exigían a sus compañeros asistencia médica previa a los vejados. A veces, los desencuentros fueron a mayores, especialmente en el tardofranquismo. En lo sórdido de las cloacas del régimen franquista encontramos un ápice de mesura. No todos los policías eran ‘malos’; los había ‘dignos’.

El Comisario Creix (1914-1985) fue espía franquista (SIPM) en la Barcelona dominada por milicianos y anarquistas fieles a la IIª República. Torturado en una checa, entró en la BPS en 1941. Su laureado currículum represor le destinó como jefe policial andaluz entre 1970 y 1976. Antes, vengó el asesinato por ETA de su compañero de la BPS Melitón Manzanas. Logró detener a la cúpula terrorista, tras hacerlo con la Assemblea catalana.

En Sevilla Creix detuvo, tras interrogatorios donde trasplantó técnicas que aprendió del FBI, a la dirigencia de Comisiones Obreras para el proceso 1001. Y logró esposar a El Lute, escurridizo mechero que devino en icono. Pero a Creix al final sus colegas le denunciaron. ¿Sería por el karma?.

El libro La Carta (Editorial Debate, 2010) de Antoni Batista relata que una misiva resume el triste final policial de Creix, tras ser depurado por sus jefes en la ‘transición’. La carta la dirige a su Ministro el viejo policía. Le habían prejubilado de mala manera; antes todo un jefazo sellaba pasaportes en La Jonquera. Creyó que luchar la subversión, el comunismo y lo judeo-masónico merecía más honores, pensiones, cargos y medallas. El lamento textual de Creix da una cal y otra de arena sobre nuestra historia reciente.

La Justicia dejó impunes a los policías más violentos de la BPS.Billy el Niño con su deceso cerró el sumario argentino que le perseguía junto a Martín Villa, repentino converso a demócrata-de-toda-la-vida. Antonio González Pacheco (1946-2020), el apodado, centró hechos horripilantes.

Las torturas de la BPS

Detallamos, pues deben leerlo especialmente los ojos más jóvenes, la metodología de la BPS en los interrogatorios. Se detalla sólo para que nunca más se repita ni en Sevilla, ni en España, ni el mundo, la vileza de la tortura:

El electricista: Se conectan electrodos sobre cuerpos mojados. Las descargas causaban un dolor insoportable

El corro: Es un clásico de la BPS. Un grupo de agentes pega a los detenidos/as sin parar, con las manos y porras

La cigüeña: En cuclillas, y a veces desnudo/a, se esposaba al detenido/a por la espalda con las manos juntas por detrás de las rodillas. Se golpea después hasta desplomar a la víctima.

El tambor: La cabeza de la víctima se mete dentro de un cubo metálico que se golpea con porras. Los tímpanos se revientan. La sordera es secuela inmediata; el dolor es imaginable, por terrorífico.

La bañera: La cabeza de la víctima se introduce en un cubo lleno de agua para humillarlo y asfixiarlo tentativamente. Quienes torturan escupen al cubo u orinan. Una variante sádica cambia el cubo por una bolsa de basura apretada al cuello.

El Cristo: Tumbada la víctima en decúbito supino, con los brazos en cruz, se le golpea manualmente o con toda clase de objetos

El quirófano: La víctima se tiende en mesa con medio cuerpo fuera, suspendido. Mantenerlo horizontal es la única manera de evitar el terrible dolor en la columna vertebral y las comunes complicaciones cerebrales.

Post data: Imaginen, estimados lectores, la verdad, la validez legal, ética y formal que ampara cualquier firma autógrafa de víctima tras haber sido torturada con alguno de los métodos que empleó la BPS. Tristemente, éstas técnicas se siguen usando en demasiados lugares del mundo.