Los efectos del coronavirus en Sevilla, sin meternos en números más o menos creíbles, no fueron tan impactantes como en Madrid, Cataluña, País Vasco y las dos Castillas. Sanitarios, policías, personal de emergencias, militares minimizaron lo peor de la plaga con la impagable cooperación de una ciudadanía confinada que les aplaudía cada tarde.
En 1649 Sevilla redujo a la mitad su población por la peste medieval. Otras tragedias (terremotos, incendios, accidentes, atentados, guerras...) quitaron muchos vecinos del censo siglos después. La hambruna, ruinas, desigualdad social y las consecuencias de los desastres indicados repiten recesiones. Las sufren en más medida las clases más desfavorecidas y vulnerables ante los ataques al bolsillo y al empleo.
Tras la autocracia del General Franco (1930-1975) fueron los Pactos de la Moncloa (1977) los que salvaron la economía patria tras un consenso que parecía imposible entre el gobierno centrista, la derecha heredera del franquismo y una oposición de izquierda, exiliada y encarcelada que no quería repetir una guerra fratricida que nadie ganó.
La Sevilla de las finanzas y el empleo vivió una bonanza relativa antes y después del desmantelamiento y deslocalización industrial de los ochenta. Paliaron los efectos de tal desastre inversiones, infraestructuras y negocios que trajo la Expo del 1992 a una entonces Sevilla provinciana y especulada. Supo actualizarse, situarse en el mapa del turismo global. Ofertó tecnología, ingeniería, excelencias y servicios unidos a la hospitalidad hispalense.
La depresión económica asoló en parte la ciudad tras los fastos del 1992. Dió la razón al que fuera Gerente de CORAL (Central reservas hoteleras de la Expo), Bernard Stengel. Pronosticó que ‘las ratas correrán por los hoteles’ de tan magno evento. La explosión local de esa burbuja dejó paro en la construcción y muchas gangas inmobiliarias. La burbuja del subprime quebró la bolsa, aseguradoras y rescató bancos quince años después. El fiasco de Lehman Brothers destapó las vergüenzas financieras mundiales.
El empleo sevillano se focaliza entre pymes y autónomos del sector servicios, industria y explotaciones agroalimentarias, ganadería, turismo, tecnologías, ingenierías, TICs, administración pública, comercio e industria auxiliar. La pandemia del coronavirus logrará la recesión de un 8% del PIB español según el FMI. Esta crisis, según este organismo transnacional, será peor que el crack bursátil de 1929
La recesión que se adivina tras el confinamiento superará el colapso sanitario, salir de la ‘desescalada’ testar a infectados e inmunizados y recuperar la senda del crecimiento económico. Ese camino se tomará cuando haya vacunación masiva y se sorteen recaídas del coronavirus. Andalucía, felizmente, no ha sido de las autonomías peor parada de esta crisis. Málaga, en vez de Sevilla, capitalizó peores consecuencias.
Los antecedentes que hay sobre otras crisis relatadas en la provincia pronostican consecuencias que veremos tras el confinamiento gubernamental dictado. Lo plasmó RD 463/20 que aplica Ley Orgánica 4/81 sobre ‘estado de alarma’, que fue prorrogado varias veces.
TURISMO: Las normas de alejamiento social, instalar mamparas en mesas y barras previsiblemente harán trizas la hostelería, que basaba últimamente su negocio en añadir veladores a los autorizados, mesas con muchas sillas, poco espacio y barras atestadas de clientela. Sobrevivirán al cierre muchos negocios reduciendo plantilla y clientela. Se refinará la oferta o se innovará. La guerra de precios a la baja será un cotidiano hasta asentarse un mercado con demasiadas incertidumbres hasta 2021. Muchos hoteles de ‘touroperador’ de saldo sobre estancias numéricas se entregarán al cohousing, serán ‘asilos medicalizados’, residencias para VIPs o nuevos condominios. Los ‘apartamentos turísticos’ incrementarán un mercado inmobiliario plagado de oferta; con el tiempo las gangas sobre precios exagerados reinarán y agonías del oportunismo inversor. Guías, taxis, autobuses y tiendas de souvenirs tendrá que concentrarse, reformularse, abandonar monopolios, hacerse más competitivos y añadir valor a su oferta. El turismo sanitario, del idioma español, cultural y gastronómico tendrá a Sevilla en su diana. Deberá añadir emprendimiento y calidad sobre sablazos, humo hidrogenado y falsas sonrisas. Las aerolíneas obviarán como destino temporalmente. Las ‘low cost’ hará una parcial ‘desescalada’ en el aeródromo sevillano en favor del malagueño, con más veteranía, pasajeros y conexiones internacionales rentables. Nuevos atraques de cruceros fluviales y escalas en trayectos internacionales seguirán, pero hay límites: ¿Dragar el Guadalquivir para ampliar los calados será realidad?. Los campings serán alternativa al turismo masivo que tanto gustaba aquí.
SECTOR LEGAL-ASESORÍAS: Abogados, procuradores, peritos, detectives, intérpretes, personal judicial, auditores, economistas, consultoras, ciberexpertos ... serán profesionales para los que se augura mucho trabajo en virtud de los ERTEs ya tramitados, los EREs que se avecinan y la avalancha de demandas, concursos y quiebras que se avizoran. Muchos asuntos y sumarios generarán conflictividad. Se aprovechará, en parte, la crisis para cierres patronales y ‘reaparecerán’ con nombre distintos ahorrando indemnizaciones por despido y pagos a proveedores. Todo por la pasta, cueste lo que cueste. Esta sería la consigna. ¿Crisis y desalmados son familia?
AUTOMOCIÓN: Este sector se prevé será quien pague más caro la crisis post pandemia. La caída de ventas es un aperitivo. Renault, cuya fábrica sevillana se benefició de subvenciones mil, ya anunció que pretende deslocalizarse en Turquía. Concesionarios, compra-ventas, talleres, gasolineras, tiendas y distribuidoras de accesorios conocerán las liquidaciones, despidos y ventas a pérdida porque la economía familiar y empresarial sevillana sufrirá la crisis en los automóviles aunque no se vaticinan número negativos en motocicletas. Siempre quedará el carril-bici.