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Actualizado: 03 dic 2021 / 16:32 h.
  • Fotos: Andalucía Viva
    Fotos: Andalucía Viva

Sevilla es una metrópolis de dualidades. Su icono más emblemático, la Giralda, reparte su cuerpo entre el arte islámico y cristiano. El fervor virginal lo reparten las Esperanzas de Macarena y la de Triana; el deportivo entre el Sevilla el Betis. Si hablamos de Torres monumentales hallamos la famosa del Oro y la ampliamente ninguneada de la Plata. O la casi secreta Torre de Don Fadrique.

La mal llamada Torre del Oro jamás albergó tan cotizado metal según concurren los historiadores. Alojó una cárcel, una capilla y hoy acoge un recomendable Museo Naval. El efecto óptico de su cúpula, construida sobre paja prensada, mortero de cal y pigmentos, parecía un espejismo dorado que la bautizó como popularmente se la conoce. Estamos ante una torre almohade del 1221 de tipo albarrana. Se adelantó a la primera muralla hispalense para vigilar a los invasores que provenían del Guadalquivir.

La Torre de la Plata hispalense es octogonal, data del siglo XIII y está ubicada en la calle Santander. Se unía por un paño de la muralla de la ciudad, en parte derribado en 1821, a su homóloga del Oro. Durante el reinado de Alfonso X se la conocía como de los Azacanes. En el siglo XVIII la ocultaron viviendas diseñadas por el arquitecto italiano Vermondo Resta. Los fastos de la Expo de 1992 la restauraron, tras ser sus alrededores hogar de indigentes, drogadictos y matorrales.

Torre de la Plata, la más desconocida, invisible e inaccesible de Sevilla


Más oculta

El laureado Arquitecto Rafael Moneo erigió el edificio de la hoy extinta aseguradora Previsión Española. La pretenciosa mole oculta aún más la Torre de la Plata, sin considerar otros atropellos obrados al patrimonio histórico sevillano en zonas colindantes de la misma. El plateo ha sido un real pateo urbanístico, monumental y a la Historia con mayúsculas.

Hoy por hoy, un patio adyacente reparte a la Torre con un impropio aparcamiento, colmatan la vía pública de sillas y mesas de un restaurante y se limita el paso humano por una estrecha servidumbre que también alberga un conjunto de apartamentos turísticos, cómo no. Pero ahí, en siglo XVII, se situó el Corral de las Herrerías. Y colinda con el remozado conjunto de la Casa de la Moneda.

Ver la Torre de la Plata en su plenitud y esplendor es casi un ejercicio de riesgo. Desde el río, el edificio de Moneo (hoy propiedad de Helvetia Seguros) la oculta. La Casa de la Moneda y el antiguo Corral de Herrerías la encierran como si fuera un laberinto. Sólo desde el Postigo del Carbón, si se alza la vista, se puede ver su cúspide. O si se reserva mesa en el restaurante que encierra el recinto inmediato. El negocio del turismo más irrespetuoso con la historia puede más al derecho de los sevillanos.

Para acceder al Restaurante, o a los apartamentos turísticos y por ende a la Torre de la Plata, no es posible desde el Paseo de Colón o calle Almirante Lobo los fines de semana o festivos. Dos grandes puertas cierran el paso incomprensiblemente al visitante. La puerta de acceso desde la calle Santander siempre tiene, además, media hoja cerrada. Pasear hasta ver el rótulo de la calle interna José María del Rey parecería una excursión que se complica. Hay que salir airoso por cruzar un estrechísimo pasillo donde hasta los camareros, con el Restaurante lleno, apenas pueden deambular con las bandejas.

Torre de la Plata, la más desconocida, invisible e inaccesible de Sevilla


Unos macetones, sillas y mesas más el trajín de la hostelería limitan hasta casi el impedimento admirar la Torre de la Plata de cerca. El parking colindante también tiene limitado el acceso a su clientela. Ya fue recurrida su instalación por ADEPA.

Uno de los laterales de la Torre de la Plata conserva un azulejo dedicado a la Virgen del Carmen, patrona de los marineros. La devoción vecinal es lo único que puede consumarse dejando flores a esa patrona que protege de todo. Esa fe no alivia, para nada, poder descubrir la Torre de la Plata en su plenitud.

Más voluntad que hechos

El Alcalde Juan Ignacio Zoido (2011-2015) anunció la recuperación del conjunto de la Torre de la Plata y su adyacente muralla almohade más el Corral de Herrerías. En 2014 anunció una colaboración público-privada por el que empresas invertirían 7,5 millones de euros para acondicionar la zona junto a mínima inversión municipal. La realidad del 2021 es muy distinta. Los dividendos del turismo ha okupado la zona, como antes matojos, mendigos y drogatas.

El proyecto de Zoido tenía buena pinta. Un edificio de nueva planta sería el Centro de Exposiciones y Promoción de las Tradiciones Sevillanas con restaurante, salas de exposiciones, auditorio exterior y parking subterráneo de 70 plazas para residentes. Pero la cosa no terminó bien. El emprendimiento municipal no fue avalado por inviabilidad. Merodeaba la dudosa legalidad del proyecto. Nos preguntamos si lo que ahora sucede para admirar la Torre de la Plata lo avala la legalidad. La turistificación sevillana genera estas realidades.

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En 2021 se elaboran nuevos planes para liberar la zona colindante con la Torre de la Plata y su integración a la muralla islámica existente. A pocas fechas de finalizar la concesión del aparcamiento se proyecta por técnicos del Ayuntamiento conservar la muralla y hará más visitable la Torre. Las dependencias municipales que se alojan en su edificio se trasladarán. La idea que respalda el Alcalde Juan Espadas es potenciar un cuádruple eje: Atarazanas, Torre de la Plata, Hospital de la Caridad y Torre del Oro. El proyecto ofertará itinerario con esas joyas monumentales. Nuevamente, estamos ante proyectos magníficos de un ex Alcalde al que le sustituye una interinidad que precisa apoyos en el gobierno municipal, hasta que nuevos comicios locales le confirmen al actual Alcalde o no.

Entre doscientos metros que las distancian, la Torre del Oro es la hermana famosa, admirada y fotografiada de la de Plata, oculta, ignorada y escondida ante los ojos sevillanos y foráneos. Descubrir la monumentalidad hispalense tras sortear un mamotreto (Edificio Previsión Española) puertas y pasajes en el centro de Sevilla es un viaje que debería ser más cercano. Y carecer de los obstáculos que el turismo más irrespetuoso, paradójicamente, pone a la Historia. ‘Quien corresponda’, de momento, debería limitar mesas y macetones para que la servidumbre de paso a la vista de la Torre de la Plata sea más accesible. Ojalá alguien tome nota de lo que aquí se demanda.