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Actualizado: 26 feb 2021 / 05:00 h.
  • «Madre, no me riñas más, por salir de costalero»

«Son las cuatro de la tarde, la Calzada en su gran fiesta, y Pilatos, a Jesús, al mismo barrio lo entrega». Así comienza «El puente te está esperando», una de las sevillanas más icónicas de Cantores de Híspalis, compuesta por Pascual González en 1983 y grabada en los estudios Hispavox. Inserta en el disco «Adelante», junto con otros temas notables como «Harina de maíz» o «Esa mujer», pronto se convirtió en uno de los éxitos del año 84, en gran parte debido a la insistencia del grupo en publicarlo antes de Navidad —hasta ese momento, todos los grupos de sevillanas estrenaban sus novedades en el mes de enero—. Por si fuera poco, Pascual y los suyos le pidieron a la discográfica que rebajase el precio, pasando de las mil pesetas habituales a 495, y dando lugar a una serie económica llamada «Bolsillo». En resumen, una jugada redonda que permitió que la obra dedicada a la Semana Santa de Sevilla en general, y a la hermandad de San Benito en particular, se convirtiese en bandera del grupo. Así lo recuerda el propio Pascual González en su libro «Tributo. Treinta años de Cantores de Híspalis» (Almuzara, 2008), donde cuenta que en un concierto en el Parque de Atracciones de Barcelona, tras pronunciar la primera frase de sus sevillanas («Son las cuatro de la tarde») «el gran público que atestaba el auditorio tronó en una ovación poniéndose de pie», lo que confirmó el alcance de su éxito. Y esto no sería más que el principio.

«Madre, no me riñas más, por salir de costalero»

Dada la gran acogida de «El puente te está esperando», el compositor se puso manos a la obra para crear un nuevo tema sobre cofradías. Esta vez iría dedicado a su otra hermandad, el Silencio. Tras varios meses de búsqueda de la inspiración, en septiembre de 1984, Pascual se pone a trabajar junto a su director musical, Jesús Glück, en los arreglos musicales, y al encontrarse en Madrid, le pide a su madre un curioso favor: dada su amistad con José Manuel Peña, que por entonces era prioste de la hermandad del Silencio, la instó a que le informara de que iban a grabar un tema titulado «Silencio», y para ello necesitaban «las partituras de la histórica y popular música de capilla de la hermandad». Pues bien, aquella solicitud, que la madre del artista cumplimentó a la perfección, supuso una polémica sin precedentes en el seno de la cofradía. Y es que la corporación de la Madrugá «no solo se negó a brindarnos las partituras, sino que, a través de la prensa, puso el grito en el cielo hablando sobre el tema y, al mismo tiempo, anunciando en primicia, a propios y extraños, cuál sería nuestro ‘Rincón Cofrade’ del año 85». No obstante, tras una atinada reunión de Pascual González con la Junta de Gobierno, en la que puso en conocimiento la letra de las sevillanas, las aguas volvieron a su cauce, y una vez editado el disco, aquel tema se convirtió en uno de los más populares de la temporada. Y tanto gustó «Silencio» a los hermanos de la «Madre y Maestra» que, pasada la Feria de Abril de aquel año, su propio hermano mayor, don Eduardo Ybarra, se personó en los estudios Alta Frecuencia de Sevilla para pedirle disculpas a los componentes del grupo y felicitarlos por su éxito. Después de «Silencio» llegarían nuevas composiciones como «Nazareno y Gitano», «Costaleros de Sevilla» o las dedicadas al Cachorro, que le valieron a Pascual González el Premio Nacional de Sevillanas 1994 («El Cachorro nunca ha visto / Ni Sevilla ni Triana...»), y que este 2021 serán interpretadas de una manera muy especial en el espectáculo «Sevilla, Pasión y Esperanza» —del 28 de marzo al 4 de abril en el Cartuja Center—.

El origen de las sevillanas cofrades

Dicho esto, ¿fueron los temas de Pascual González las primeras sevillanas cofrades? No exactamente. Según los expertos, los verdaderos artífices del género fueron Diego y Manuel de los Reyes, nacidos en Castilleja de la Cuesta, y más conocidos por Los Hermanos Reyes. Baste decir que el primer disco basado en el popular cante fue grabado por este dúo en 1958, y entre sus motivos más recurrentes destacaban la romería del Rocío, el amor a la mujer, y por supuesto Sevilla, ciudad a la que dedicaron numerosas letras. Asimismo ellos fueron pioneros en eso de cantarle a las cofradías; por ejemplo en el tema «Imágenes sevillanas», de 1973, donde mencionan a las cuatro grandes devociones de nuestra Semana Santa: el Cachorro, la Macarena, el Gran Poder y la Esperanza de Triana.

No obstante será otro famoso intérprete, Francisco Palacios «El Pali», quien popularice definitivamente el género en la segunda mitad de los setenta. Nacido en el barrio del Arenal, y con una estrecha vinculación a diversas hermandades, de su innegable talento salieron éxitos como «Capataces en el cielo», «Soñé con la Macarena» o «Rosario de Montesión». El primero de ellos lo compuso en el año 1975 bajo el título «La túnica de mi niño», y estaba dedicado a su querida cofradía del Baratillo. Más tarde llegarían «Yo soy donante, Señora», de 1978, y «Mi arco del Postigo», estrenado en 1979. Ese mismo año daría a luz la que es, probablemente, su letra cofrade más famosa, «Costalero de Triana», aquella que comienza diciendo: «Madre, no me riñas más, por salir de costalero...». En 1986, el «Trovador de Sevilla» grabaría su última sevillana dedicada a la Semana Santa, «Madrugá», donde homenajeaba a cuatro leyendas de la saeta, el Niño Gloria, la Niña de la Alfalfa, Manuel Centeno y Pepe Valencia «el gandinguero». Dos años después fallecería en Sevilla, al poco de cumplir los sesenta.

«Madre, no me riñas más, por salir de costalero»

Éxitos, trilogías y premios

Otro grupo que cultivó las sevillanas cofrades en la época del «boom» fue Los del Guadalquivir. Fundado en 1974 por Ángel Sánchez Berenguer, originalmente estaba integrado por cinco miembros, si bien más tarde se quedaría en cuatro. Algunos de sus éxitos imperecederos son «Adivina, adivinanza», «La Señorita Primavera» y «Las Sevillanas del Grillo», si bien, entre los apasionados de las procesiones, hay dos temas que destacan por encima de todos: la «Canción del Costalero» y «Orgullo Cofrade», este último con un estribillo que marcó una época («Capillita / Tú me llamas capillita / Pero nunca podrás evitar / que vea unas bambalinas mecerse / y me ponga a llorar»).

También son muy representativas las aportaciones de Los Romeros de la Puebla, entre cuyas obras destacan «Mi valiente costalero», «Mis sentimientos cofrades» o «El Gran Poder vino a verle». Aunque es de nuevo el trianero Cristo de la Expiración el protagonista de uno de sus mayores éxitos: «La leyenda del Cachorro», cuyas letras y arreglos musicales son sencillamente brillantes.

Además de los citados, otros conjuntos que supieron elevar al máximo el nivel de las sevillanas cofrades en las décadas de los ochenta y noventa fueron Amigos de Gines («Los Cristos de mi Triana»), Requiebros («El Cautivo»), Brumas («Domingo de Ramos»), o Ecos del Rocío («El penitente»). Pero entre todos ellos sobresale un conjunto que hizo del género su especialidad: No-madeja-Do. Estos alumbraron una trilogía de sevillanas dedicadas íntegramente a las hermandades de Sevilla, que incluso les valió el premio del concurso que organizaba el Ayuntamiento de Sevilla.

«Madre, no me riñas más, por salir de costalero»

En cuanto a los autores más recientes, no podemos dejar de mencionar a Enrique Casellas y José Carlos Seco, creadores de los discos «Del Alma de Sevilla» (2004), donde se homenajeaba a todas las corporaciones de la ciudad, y «Antología del Alma de Sevilla» (2012), dedicado a los ritos, nombres propios y otros aspectos de la celebración que convierten la Semana Santa en algo único.