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Actualizado: 04 oct 2020 / 12:28 h.
  • Muchas marcas, como Hyundai, venden coches de carrera listos para competir, homologados para diferentes categorías
    Muchas marcas, como Hyundai, venden coches de carrera listos para competir, homologados para diferentes categorías

En el mundillo de las competiciones de motor, a cualquier nivel y en cualquier categoría, ocurre que casi todos los participantes pagan para correr, algunos corren sin que les cueste un euro y unos pocos, una minoría, logran ganarse la vida compitiendo. Es decir, por debajo del romanticismo de la vida lujosa que rodea a los pilotos de Fórmula 1 (como máximo exponente) y hasta llegar ahí, la carrera de fondo de muchos buenos pilotos y la de una enorme proporción de pilotos mediocres con buenos medios, es la de lograr tener un volante asegurado para una temporada completa de carreras.

En muchos ámbitos de la vida tener un padrino es casi un requisito indispensable para alcanzar cierto éxito profesional y laboral. Se suele decir de los pilotos de aviación y de los contactos que pueden mover los padres para que sus hijos, una vez que acaban la formación, lleguen a entrar en una aerolínea. En las carreras de coches y motos, más que padres pilotoshay que tener, ante todo, padrinos de cartera. Alguien con la liquidez necesaria para pagar la equipación, el vehículo (que en los niños, los mejores aprendices de piloto, suelen ser los karts o las minimotos), el mantenimiento y el alquiler de las instalaciones para entrenar. Hablando mal y pronto, para aprender a correr, desde pequeño, hay que tener a alguien cercano con mucha pasta, y para ser competitivo, con muchísima.

Montar un pequeño equipo de carreras para las categorías infantiles de karts es una pequeña fortuna que, en caso de convertirse en escudería para participar temporada tras temporada, requiere de permanente gasto en material (cientos de miles de euros, y los recambios, en competición, cuestan muchísimo dinero y hay de todo tipo de calidades). Puede ocurrir que una vez financiada la afición, y que con unos padres que quieran promocionar a su hijo o hija en el mundillo de la competición, el chaval o la chavala resulte que tengan habilidad, les guste o incluso, en el mejor de los casos, tengan cualidades innatas y empiecen a ganar carreras. Hay pilotos que se hacen y los hay que nacen, como Ayrton Senna, cuya sensibilidad al volante era tal que sobrepasaba la habilidad, producto de miles de horas de entrenamiento, de todos sus rivales.

Incluso así, aún estarán esos muchachos ante la necesidad de que sus padrinos les sigan financiando cada temporada. Con los patrocinios y siendo realmente buenos, ganando carreras que den notoriedad a nivel local o regional a los patrocinadores (esos que ponen sus pegatinas en la carrocería), se puede conseguir que por ejemplo los recambios salgan a coste cero, o un pequeño equipo de mecánicos, o que paguen la inscripción a cada carrera, o lo que se negocie. Pero seguirá siendo una pequeña parte del coste, que crece y crece conforme se sube de categoría. Un coche más rápido, más competitivo, con mejores piezas, multiplica los gastos. Puede ser mejor para ganar más carreras, pero correr implica romper, accidentarse, y partir un coche puede suponer, en el mejor de los casos, un desembolso extra y, en el caso de las escuderías con pocos medios, perderse el resto de la temporada por no poder reponerse. Y quien corre con miedo a romper el coche, no gana.

Las categorías en las que se compite son de lo más variadas. Desde el karting hasta los ralis, de asfalto y de tierra, las carreras de turismos, los monoplazas, las motos de circuito o de trial. Locales, regionales, nacionales, internacionales. Con jurados estrictos y normativas exigentes, pero también con sus trampas y sus tejemanejes, sobre todo en las competiciones pequeñas, en las que se compite con coches hechos casi artesanalmente (cualquier rali local, sin ir más lejos, de los que se celebra en la provincia de Sevilla), con trampas escondidas con pequeñas reformas mecánicas que hacen ganar caballos sin que los jueces se percaten, o directamente trampeando el resultado con argucias como dejar que un coche suelte una pequeña cantidad de aceite a su paso para que el que venga detrás se accidente.

También en este ámbito hay piratas. Y contra todo esto, quien desea competir debe capear a base de gastos y más gastos. Hay quien no tiene apenas nociones de conducción deportiva, tiene algo de dinero, compra un coche de carreras sin mucho conocimiento, decide correr mientras se lo puede costear y acaba quemado por la cantidad de gastos que no había previsto. Malvende el coche y pasa la 'patata caliente' (un coche mal reparado, mal mantenido o averiado) al siguiente incauto que piensa que puede correr por poco dinero. Y la historia se repite. Sin padrino, sin mucho dinero, no hay nada que hacer. Luego, cuando se demuestran cualidades al volante, puede ser que alguien esté dispuesto a costearlo para ganar a cambio publicidad. Y sólo unos pocos, poquísimos pilotos, llegan a ganarse la vida por luchar contra el cronómetro.