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Actualizado: 29 nov 2020 / 04:00 h.
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  • Betis, hueles a Segunda

Esa foto que encabeza estas líneas es una pequeña parte del gran patrimonio que posee el Real Betis Balompié: la fe, la constancia, la ilusión, la fraternidad de su afición. Es de los años 50 del pasado siglo y corresponde a la que fuera Peña Bética Puerta de Triana. Entre esos seguidores, prestos a viajar en su autobús bético allá donde el equipo fuera, está el familiar querido e inolvidable gracias al cual soy bético y llegué a tener carnet en época de Calderón, Gordillo, Cardeñosa, Vidakovic, el mariscal Mühren... Tuve hasta el honor de ver jugar a Luis del Sol ya en su retirada cuando regresó al Betis, el siete pulmones, que algunas veces se pasaba en sus diversiones y luego llegaba el domingo y a pesar de la edad jugaba -el tiempo que salía al campo- como si nada y movía el esférico y al equipo desde el centro del campo.

Y vi a Quino y a Rogelio, a Quino, el primer gran rebelde de entre los peloteros del fútbol español, el hijo del poeta Juan Sierra, que conoció a Luis Cernuda. Juan Sierra, poeta de la Generación del 27 que vivía en uno de esos “chalecitos” muy cerca de la parroquia de San Gonzalo que se llama así por don Gonzalo Queipo de Llano, aún enterrado en sitio de honor en la Macarena, esta ciudad es así, lo mismo cuenta con uno de los grandes parques tecnológicos de España en La Cartuja y allí con un acelerador de partículas que con momias -cuerpos incorruptos para los creyentes- y con Queipo, vivimos en una gran ciudad de contrastes muy mal cuidada y más en estos momentos. Su encanto y sus aparentes contradicciones están ahí, ahora escondidos tras el abanico negro de la desgracia. Ya se dejarán ver en todo su esplendor, peores momentos ha vivido la que a veces han llamado madrastra de determinados hijos -madrastra en el mal sentido de la palabra- porque ha solido ser bastante alérgica a los ilustrados, por ejemplo, al tiempo que fue cuna de la propia Generación del 27, así es esta gran ciudad, aunque aún sea grande en potencia.

Entre los que cuidan mal a la ciudad están los actuales dirigentes del Betis porque se están cargando una parte importante del patrimonio hispalense: una buena parte de la afición del Betis. Años llevan cachondeándose de ella, faltándole al respeto, riéndose de esos forofos de la fotografía que, si no todos, casi todos deben estar muertos. A esta gente -unos por acción y otros por omisión- les dan igual esos seguidores, ven arrastrándose al Betis por esos campos de Primera y no reaccionan, los jugadores son unos irresponsables, no salvo ya a ni uno en estos momentos, porque juegan al ralentí, carecen de profesionalidad, me recuerdan a esos funcionarios flojos que no dan un palo al agua porque como tienen trabajo de por vida...

Los jugadores del Betis se han funcionarizado en el sentido negativo de la palabra porque los malos funcionarios por suerte son minoría. Estos chavales y no tan chavales parece que han venido a pasar una temporada a la Playa de María Trifulca y van diariamente al gimnasio Heliópolis para no engordar y aún así engordan. Han caído en un pasotismo que huele a Segunda División y nadie da el puñetazo en la mesa porque los teóricos dirigentes no tienen fuerza para eso y hay otra parte de la afición que tiene lo que se merece.

Ver al Betis en un partido es comprobar lo que no hay que hacer para que nadie te pueda decir que has perdido la dignidad y no mereces el sueldo que te pagan; en las tomas que las cámaras hacen del banquillo no he visto nunca cabreado al entrenador, chillando, indignado, gesticulando, ese tipo está allí, sentado, con la mano en la mejilla, como esperando que pase el tiempo, es una rutina lo que proyecta, no empuje ni autoridad ni ilusión.

El daño psicológico que les están haciendo desde el Betis a miles de personas -millones si contamos los seguidores de casi todo el planeta- casi me atrevería a decir que, en estos tiempos de pandemia, es de juzgado de guardia por eso, por daños y perjuicios, puesto que ellos cobran y están vigilados las 24 horas del día en lo que a su salud se refiere mientras que entre los aficionados seguro que hay muchos en paro y con todo el riesgo de agarrar el virus. El Betis en su totalidad -directivos, jugadores, cuerpo técnico- parece que no sabe el significado que encierra para sus fieles irse a la cama, en estos tiempos de enfermedad y muerte, con el sabor de una victoria o al menos con el de haberse dejado la piel en el campo para lograrla. Poquísimos se salvan de la quema en el club que es una empresa de malos productos.

Ahora mismo el Betis es un equipo de Segunda que está en Primera, un equipo indigno, un ejemplo de oportunismo y dejadez, un insulto para miles de sus aficionados como esos que están felices en la vieja fotografía que encabeza este texto. El lunes juega de nuevo, algunos aficionados tal vez crean que este artículo va a mermarles la moral. Yo creo que debería ser justamente al revés: si fueran profesionales de verdad les serviría de acicate. Si ganara el Betis me daría igual el resultado del partido porque es el Eibar el que viene, a mí me seguirá oliendo a Segunda este Betis destartalado empresarialmente mientras no lo vea competir de manera intensa tres o cuatro jornadas seguidas que hagan justicia a quienes han arropado a este equipo desde siempre contra viento y marea.

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