Opinión
Juan Luis Pavón
China se forrará en Afganistán abriendo minas y sin enviar tropas
Se va a poner las botas. Y sin pegar un tiro. Sin arriesgar soldados. Serán ajenos los muertos. Los represaliados serán 'asuntos internos'. Los exiliados emprenderán su odisea hacia Samarcanda, Estambul, Berlín o San Francisco, pero no hacia Shanghai o Chongqing. China avanza en Afganistán a la par que Estados Unidos retrocede. Duren mucho o poco los talibanes al frente de la gobernanza, saldrá ganando en la defensa de sus intereses sea cual sea la deriva del país más trastocado por el negocio del opio y por la compraventa de facciones armadas. La terrible crisis afgana es otro punto y seguido en el cambio de la correlación de fuerzas en la geopolítica global. Llegará el día en el que desde el Politburó pequinés se proclame a los jerarcas occidentales del G-7: “No metan sus narices en Afganistán que es uno de nuestros patios traseros”.
Si estuviéramos a comienzos del siglo XX, Estados Unidos, con o sin tropas sobre el terreno, con o sin sátrapas títeres, se hubiera garantizado en la escarpada Afganistán la participación preferente en la extracción y utilización de las nuevas materias primas estratégicas. Como hacía en América Latina y Oriente Medio con el petróleo, el gas, el oro, etc., durante su etapa de escalada hacia el estatus de superpotencia prejubilando a los colonialismos europeos, sobre todo británico y francés. Un siglo después, el Gobierno norteamericano presidido por un tal Donald Trump, paradigma de la decadencia en la neoclásica imperialidad de Washington, firmó en 2020 en Doha, capital de Qatar, un acuerdo con los dirigentes talibanes para pactar la retirada en 2021 de Estados Unidos y demás aliados de la OTAN a cambio de que se comprometan a no alentar ni permitir que Afganistán sea el campo de adiestramiento y refugio del terrorismo antioccidental. Y el pasado 28 de julio, cuando le faltaban tres telediarios a la desbandada del ejército afgano, el mulá Abdul Ghani Baradar posaba con Wang Yi, ministro chino de Exteriores, tras una reunión celebrada en China para pactar objetivos bien distintos a los que Baradar negoció en Doha cuando se hizo la foto con Mike Pompeo, secretario de Estado norteamericano.
El régimen chino de partido único y ausencia de libertades políticas no tiene que rendir cuentas a la oposición sobre lo que se gasta en otro país. Ni la opinión pública se le puede volver en contra si su búsqueda de materias primas para dominar la producción de los componentes esenciales de los ordenadores, teléfonos móviles o baterías de coches no va unida a gestos de apoyo a los derechos humanos de la población afgana. Ni hay encuestas sobre la valoración de la gestión de sus mandatarios si persiguen a las minorías étnicas y/o religiosas. China va a acelerar en Asia Central a través de Afganistán el pragmatismo de su diplomacia y su capacidad de influencia. Ahora sí va a ejercer de vecino, no en vano tiene 72 kilómetros de frontera con el territorio afgano. Y favorecerá bajo cuerda directa e indirectamente a los talibanes, y a cualquiera que mande en Kabul, si constata que colaboran para desactivar todo intento de insumisión islamista en la provincia china de Sinkiang, donde Naciones Unidas ha denunciado reiteradamente que la población uigur, musulmana, es sometida a vivir en 'campamentos de reeducación' y sus grupos separatistas han perpretado algunos atentados terroristas.
Como ha hecho en casi todos los países de África y América Latina, forjando alianzas con numerosas ex colonias de estados europeos, China tirará de sus inmensas reservas de dinero para acometer la realización de infraestructuras muy beneficiosas para el funcionamiento de Afganistán. En este caso, a cambio de copar los filones minerales de litio, tantalio, silicio, neodimio, disprosio, praseodimio y demás 'tierras raras' que son buscados con denuedo a lo largo y ancho del planeta por su cualidad para transportar o almacenar electricidad en los dispositivos tecnológicos. Y tanto el Servicio Geológico de Estados Unidos como el Instituto Internacional de Tierras Raras y Metales consideran enorme el potencial de recursos minerales en el subsuelo afgano.
España hace bien en acoger a cientos de familias afganas cuya vida está seriamente amenazada por haber trabajado con los militares o cooperantes españoles. A través de internet, y de múltiples redes sociales, se comparten miles de veces los videos y audios de otros ciudadanos afganos escondidos en Kabul que son dramáticas exhortaciones a ser incluidos en las listas de colaboradores a los que salvar de la violencia de otros compatriotas. La mayoría de sus teléfonos móviles, y los que manejan los talibanes en su persecución, y los que tenemos en nuestra mano contemplando desde Europa la magnitud de esta crisis, han sido fabricados en China. Cada vez más cerca de convertir su potencial en poder.
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