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Actualizado: 29 nov 2022 / 12:40 h.
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Abría mi querido Curro Bono un melón en redes sociales el pasado domingo. En su tuit, el compañero decía que estaba encantado con Córdoba porque el centro histórico no había vendido su alma al turismo como sí ha hecho Sevilla. Como prueba, publicó una foto de un Burger King que hay al lado de la Mezquita y comentaba que allí no había tantas grandes franquicias por el entorno del casco histórico como sí ocurre aquí.

Cuando vives la ciudad como un cordobés, al igual que le pasa al sevillano, te das cuenta que no es como aparenta. En Sevilla, el centro es un parque de atracciones para el guiri para que se sienta sevillano. En Córdoba ocurre lo mismo. No es tan diferente a Sevilla.

Suelo ir a Córdoba un par de veces al mes y es una ciudad que me encanta. Tiene muchas cosas en común con Sevilla y para mí es muy cómoda, pero todavía hay algo que no he encontrado: un bar de cordobeses por el centro de la ciudad.

Si queremos bares típicos cerveceros en Sevilla, todo el mundo nombraría al Tremendo, Coronado o Vizcaíno. Si hablamos de tapas caseras nos iríamos al Dueñas, al Umbrete o a los Claveles. Esto es sólo por poner un ejemplo en el centro. Es cierto que hemos perdido muchos bares, pero lo de Córdoba es otro nivel.

Allí, en el centro de la ciudad, casi todos los bares han sufrido la terrible mutación del Rinconcillo: de ser campo local a parecer que eres visitante.

En Sevilla criticamos, con razón, la cantidad exagerada de veladores que hay en el entorno de la Catedral, pero en Córdoba ocurre algo que si pasase en Sevilla pondríamos el grito en el cielo. Me refiero a usar el muro de la fachada de la Mezquita como mesa y taburete. Esto ocurre gracias a un establecimiento muy famoso que hay allí. Lleva muchos años abierto y es parada indispensable para el que viene de fuera. Es fácil de ver, pues se forma una fila muy larga para pedir y luego todo el mundo está apoyado con su plato y vaso de plástico en el muro.

No todo es malo en Córdoba, ni mucho menos, como les he comentado al principio, me encanta esa ciudad, pero muchas veces, al revés de lo que dice el refrán, no vemos la viga en el ojo ajeno y sí la paja en el propio.

Ninguna ciudad que tenga algo que mostrar se salva de la pandemia turística. No han sacado una vacuna fiable y efectiva para frenar estos efectos negativos y contagiosos.

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