Image
Actualizado: 15 may 2020 / 07:36 h.
Facebook Twitter WhatsApp Linkedin Copiar la URL
Enlace copiado
  • Emoción, pasión, arte, y estética de la tauromaquia

Nos indica Cossío que el siglo XVIII admite como tema digno de ser atendido por el Arte, y ello con profusión notable, la diversión humana, los asuntos de esparcimiento y el deporte.

Pocas pinturas, o cerámicas hay dedicadas al deporte. Muchas y muy buenas a la tauromaquia. Lamentablemente ello no es muy difundido. Y parece que hay aspectos de Picasso, Zuloaga, Sorolla o Vázquez Díaz entre otros que han desaparecido.

Algo tendrá cuando, la tauromaquia lleva a los artistas a la necesidad de plasmar esos momentos en sus obras. Algo tendrá el agua cuando la bendicen.

Se engendran obras de un valor absoluto, de virtualidad poderosa, de una fuerza que arrastra.

De sentimiento, pasión o de hondo dramatismo. Son obras de exaltación plástica o casi de un misticismo o costumbrismo religioso. Que sobrepasa la obra.

Goya fue un gran aficionado a los toros, algunas de las imágenes que él reproduce en la tauromaquia son de corridas que él vio, como la inauguración de la plaza de toros de Zaragoza, en la que él estuvo presente en 1764. Incluso se dice que fue novillero. Goya el de los toros.

Goya compartió la afición con su amigo Martín Zapater y su cuñado Francisco Bayeu. Él era más de Pepe-Hillo y Pedro Romero, su cuñado era seguidor de Costillares. A José Romero (hermanó de Pedro) y a Costillares los retrató.

Goya escribió a su amigo Martín Zapater en 1794: “solo te digo que el lunes si Dios quiere hire a ber los toros, y quisiera que me acompañaras, para el otro lunes, aunque dijera bobada que te abia buelto loco” (sic).

Hay algunos cuadros que siempre me han llamado la atención:

EL MILAGRO DEL TORO DE SAN FRANCISCO SOLANO (Murillo) (1645 aprox.)

El milagro taurino, en torno a un toro, que se rinde y humilla ante la habilidad torera de un santo que libra de su furia y controla su fiereza ante los vecinos se da con relativa frecuencia. Inteligencia contra la fiera.

Santa Teresa fue protagonista de ello como cuenta en Las Fundaciones.

En concreto nos queremos referir aquí a San Francisco Solano, que realizó tres milagros de este tipo en tierras americanas. El más conocido de ellos, y el que Murillo plasmó en un lienzo, sucedió en San Miguel de Tucumán, cuando un toro escapó de un corral donde se estaba lidiando, paseó por las calles corneando sin compasión hasta que al llegar a la altura del santo se volvió manso (lo toreó) y fue conducido de nuevo a los corrales guiado por el cordón del hábito (capote) franciscano. EL MILAGRO DEL TORO DE SAN FRANCISCO SOLANO EN MURILLO. Manuel Miranda Gallardo (Revista de Estudios Taurinos. Nº 36, Sevilla, 2015, págs. 75-89).

Otro cuadro, que quiero resaltar, precisamente en esta situación de falta trato social, (tertulias) de tristeza o nostalgia de los aficionados. No va a ser el torero muerto de Manet, o los retratos magníficos de Juan Belmonte de Zuloaga o Daniel Vázquez Díaz.

Me refiero “Un lance en la plaza de toros”.1870. De José Jiménez Aranda.

Creo que es el cuadro que los aficionados sevillanos necesitamos en estos momentos.

Los espectadores, en las gradas de la Maestranza, contemplan, un pasional momento de la lidia, que se está desarrollando a la izquierda y fuera de la vista de los espectadores. Es el derribo del picador, que tanta expectación despierta siempre entre el público, lo que da lugar a la galopada del caballo suelto por el redondel. La plaza está llena y grita. Los personajes del palco, tienen variedad de gestos y expresiones, emociones desnudas este año, y sentimientos que la fiesta ofrece y de toda amalgama, desde el que está en pie, sobre la silla de enea y abrazado a la columna, hasta el que en el extremo derecho semi-sentado. Hay sillas derribadas, por el impulso del momento, mientras que las mujeres mantienen diferentes perspectivas emocionales. Juegos de blancos rosas, amarillo albero, mantones, o trajes florales .Elegancia de trajes y chisteras... La ironía, la emoción y el humor y amor a la fiesta.

Se ve la catedral hispalense y la giralda ya que, hasta 1880 no se cerraron las gradas por el arquitecto Juan Talavera; y ello reitera la perspectiva que eligiera Joaquín Domínguez Bécquer en su pintura “La plaza de la Maestranza antes de empezar la corrida”.

Gautier, en su Viaje a España, refiriéndose al coso taurino en la Sevilla de 1840, escribe: «Se dice que un violento temporal abatió ese lado que luego no ha sido reconstruido. Esta disposición abre una maravillosa perspectiva hacia la catedral y forma uno de los más bellos cuadros que se pueda imaginar, especialmente cuando los graderíos están repletos de una multitud deslumbrante, esmaltada de los más vivos colores».

Injusta ha sido la pintura, con Joselito el gallo.

Expone magistralmente Doña Fátima Halcón (Laboratorio de Arte, 25 vol.2-2013. José Villegas, pintor taurino. Una nueva aportación.)En relación a un dibujo del autor, de 1917, que “Joselito se hallaba en la plenitud de su gloria, triunfador indiscutible en los ruedos, rivalizando con Juan Belmonte y con un promotor, el rico industrial José Julio Lissén Hidalgo, que le había construido por esos años una plaza de toros en Sevilla para su lucimiento, la Monumental. Su forma de concebir el toreo, su gracia natural banderilleando y revoleando el capote, sus facultades con la muleta y la elegancia de sus pases naturales hicieron de este torero una figura legendaria que se acrecentaría con su temprana muerte en 1920. Lástima que Villegas no realizase una pintura del maestro aunque se ha considerado que en una de las versiones que hizo del cuadro “La muerte del maestro” aparecía Joselito retratado junto a otros toreros de la época.”

Personalmente, estoy convencido que este paréntesis taurino, nos hará ver “la fiesta nacional” con más emoción, sentimiento pasión y cariño que antes .Y la fiesta saldrá fortalecida.