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Actualizado: 22 oct 2021 / 13:27 h.
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  • Homenaje a las orejas

Ojalá, en forma de júbilo por disfrutar de vuestra adherencia inquebrantable, pudiera dar palmas con vosotras de alegría y divertirme por sevillanas. Mas ni siquiera os conocéis, toda la vida separadas por una cocorota como dos hermanas dispersas y amarradas al nacer a cada lado de un promontorio que ahora, en desagravio a tal circunstancia, elabora este merecido homenaje. Orejas mías, las que sostenéis mis gafas, pero, sobre todo, las que aguantáis mis mascarillas cuyos elásticos, a veces, terminan por horadar mínimamente vuestra delicada piel de papel de arroz.

Nadie os ha aplaudido nunca a las ocho de la tarde, todos los aplausos han sido para los sanitarios. Aplauden a la Guardia Civil, aplauden al Ejército cuando desfila orgulloso, aplauden a la Unidad Militar de Emergencia, aplauden a Joaquín y a sus 40 años que no son nada y sin embargo vosotras estáis ahí desde toda la eternidad; aplauden a las vírgenes en Semana Santa cuando las mecen al son de Los Campanilleros u otras marchas; aplauden a cualquier pelagatos en la televisión por decir pamplinas, aplauden a alguien al terminar una charla o una conferencia; menos a Pedro Sánchez, aplauden a todo el mundo por la más mínima causa... Y a vosotras, orejas mías, apéndices de mis entendederas, ¿quién os aplaude? Ahora que la pandemia remite, ¿dónde están los homenajes? ¿Qué hubiéramos hecho sin vosotras?, ¿a do se halla un monumento que os recuerde para siempre por los servicios prestados ahora con la Covid-19 pero igualmente durante toda la historia de la Humanidad para que llegáramos vivos a este siglo XXI desagradecido? Hay por ahí por la ciudad de la gracia un monumento a los sanitarios que al verlo en la prensa me creía que era a las palmas por sevillanas. No obbbsssstante, ¿qué hay de un monumento al sostén de las mascarillas? ¿Acaso estamos ante un acto machista porque no os llamáis los orejos?

Al principio ni había mascarillas, las hacíamos en casa con un trapo y un cacho de elástico; con el tiempo las mascarillas hasta salen en las revistas de moda, se han diversificado en cientos de colores y modelos. Los reyes llevan mascarillas, los primeros ministros, los segundos ministros y todos los ministros y ministras en general. Hasta el papa lleva mascarilla, hasta el Dalai Lama lleva mascarilla, hasta Trump se la ha colocado a veces, menos Miguel Bosé y algún otro u otra, egregias personalidades se han tenido que embozar. ¿Cómo hubieran podido hacerlo sin vosotras, oh, soplillos que no sopláis salvo en casos aislados cuando se decía aquello de “¿qué es viento? Las orejas de Fulano en movimiento”. Sí, los milmillonarios tendrán mucho parné y mucha tecnología, pero si no llega a ser por vuestra existencia salvadora hubieran tenido que llevar el tapabocas con dos alcayatas clavadas en las sienes.

He visto a mujeres con gran nombre, posición social y alharacas, usándoos sin reparos, a vosotras, no orejos, sino orejas, femenino, ¿dónde está la sororidad? ¿Dónde esos gestos de justicia hacia vosotras que tanto habéis sufrido y servido a la vida? ¿Y los progres posmodernos de los pendientes y los aretes? Os agujerean, os taladran, os usan para enmascararse y luego si te he provocado sufrimiento no me acuerdo ni oigo nada. En la Red he visto a alguien que os canta y sin embargo lo hace en singular con un poema llamado “Oda a la oreja (sin ella no tendría sentido la vida)” que empieza así: Oreja,/ Caracol de carne/ Que escuchas al mundo/ en espirales./ Tu.../ filtro del sonido/ Que distingues/ La armonía/ de la estridencia”. Oreja no, orejas, pues, aun siendo hermanas, no escucháis de la misma manera y sin ambas dos no hay quien se ajuste máscara ni mascarilla.

A pesar de ello, de esta discriminación poética, algo es algo, orejas, como todavía no ha terminado la pandemia, ni mucho menos, aún tenemos tiempo de haceros justicia, el que tenga orejas para oír, que oiga esta reivindicación de solidaridad hacia dos almas gemelas que viven y mueren sin conocerse jamás.

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