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Actualizado: 01 feb 2023 / 06:18 h.
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  • Antonio Rodrigo Torrijos y José Manuel García. / Eduardo Briones / Europa Press
    Antonio Rodrigo Torrijos y José Manuel García. / Eduardo Briones / Europa Press

Torrijos y García, me ha sonado de pronto a Sacco y Vanzetti, en pequeñito, y mira que ha sido grande este linchamiento político-judicial de ambos militantes comunistas sevillanos. En 1977, el gobernador de Massachusetts, Michael Dukakis, hizo una declaración diciendo que Sacco y Vanzetti fueron injustamente enjuiciados y encarcelados y que «cualquier deshonor debería ser para siempre borrado de sus nombres». Pero los quemaron en la silla eléctrica en 1927. Menos matarlos físicamente, a Antonio Rodrigo Torrijos y José Manuel García les han hecho de todo, ellos no tenían detrás la fuerza del anarquismo internacional de que gozaron los italianos ejecutados en Estados Unidos acusados falsamente de asesinato cuando en realidad lo que se perseguía era una venganza, una justicia inquisitorial contra lo italiano, la inmigración, el disidente del sistema mercantil salvaje que ya se estaba ejerciendo en Estados Unidos.

Es complicado hacer retroceder a dos comunistas tan veteranos y curtidos como Torrijos y García, pero una parte de ellos ha quedado asesinada en su interior, un daño psíquico, un tiempo perdido para su causa ya casi irrecuperable. Aunque ahora está de capa muy caída, si la derecha y el mercado han temido de verdad a algo y a alguien -y lo siguen temiendo- es al comunismo y a los comunistas que ahora se están reconvirtiendo poco a poco en otros enemigos bien armados y con potencial tecnológico, ideológico y mercantil, eso es lo que teme el sistema de mercado y no las voces y los ecos del progrerío parlamentario y político infantil que pulula por el mundo.

Según las palabras que se desprenden de Torrijos-García, aquí ha existido una maniobra donde políticos de derechas, empresarios de derechas especuladores y poder judicial y mediático, se han aliado en una especie de maniobra prevaricatoria, con premeditación y alevosía, encaminada a “fusilar” a quienes pretendían impedir que la especulación avanzara en Sevilla. El poder estructural mercantil, apoyado en el poder político y el judicial más las voces de sus amos en forma de medios de comunicación, una correlación de fuerzas que funciona a menudo con la novedad de que ya no sólo es asunto de la derecha sino que también pone en práctica la izquierda.

Corre por ahí la moda de que pidamos perdón por nuestros pecados. Hay muchas formas de matar a una persona o al menos de herirla de gravedad, no sólo tiene que ser mediante lo que llamamos terrorismo. De pequeño me decían los sacerdotes confesores que pedir perdón no sirve de nada sin propósito de la enmienda. La derecha que ha pretendido un fusilamiento simbólico de Torrijos-García mediante falsas acusaciones no creo que le vaya a pedir perdón a ambos porque para esa derecha ni existe el catolicismo ni existe la ética del capital que predicaba Adam Smith. Existe el anticomunismo que, como es una doctrina asesina, debe ser combatida. Lo que se ha intentado con Torrijos-García es poner en práctica el anticomunismo que, paradójicamente, dio muchas facilidades para que la democracia llegara a España y permitiera el estado de derecho en el que se refugian los que casi logran que sus perseguidos terminen en la cárcel. Al final, y a pesar de todo, no han terminado tan mal ambos acusados falsamente, importantes medios de comunicación se han colocado de su lado y han intentado desagraviarlos. Pero los causantes del linchamiento, esos sepulcros blanqueados de la conspiración en pro de sus intereses particulares, ahí están, libres y sin excusarse mínimamente. No pueden hacerlo, estarían reconociendo su culpabilidad. Da igual, aquí ya sabemos de qué va cada uno.

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