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Actualizado: 02 feb 2023 / 06:20 h.
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  • Las penas de la televisión

No sé cómo se lo toma usted pero yo, cuando tengo un hueco libre y puedo, me siento a ver un poco la televisión, a no perder ese contacto con un medio que me gusta y en el que trabajo, y a estar en contacto con las diferentes opciones -y libros de estilo- de diferentes cadenas -que las hay y los tienen y se nota-. Nada nuevo bajo el sol, cada uno sigue a lo suyo.

Me sorprende que siga habiendo programas donde más que hablar chillan, donde más que debatir entran en un conflicto directo y donde se venden más y más miserias circulares, diarias, en una rueda que no tiene fin, el fin lo tiene cuando se agota el filón y comienza otro.

Habrá quien crea que todo es verdad, que las caras de sorpresa y de enfado son ciertas pero, lo cierto, es que todo es un teatro acordado donde se pone de manifiesto lo bien que se puede manipular a través de televisión.

Tenía una amiga productora en un programa «de la prensa rosa» -como gusta de suavizar al amarillismo- y me decía «Jose, no te puedes imaginar lo que vivimos, decir: «Tú te peleas con él y él te ataca con esto, y tú con esto; tienen para tres semanas y, lo peor, es que la gente entra en el juego», y así para todo.

A mí no me sorprende nada ya, y menos en televisión. Hay quién se sienta allí y cree que tiene derecho de pernada para despotricar de unos y de otros por encima de la ley porque saben que el acuerdo es que, salvo en contadas excepciones, no va a haber denuncias por muchas amenazas que haya y donde cuando se produce una si vienen las caritas compungidas y la lectura ordenada por el Juzgado delante de las cámaras, leída a toda velocidad y con mucha guasa, en un ejemplo de poca vergüenza y de poca ética.

Se criticaba antaño cuando sólo se ponían concursos y shows tipo «José Luis Moreno» en televisión, que tampoco aportaba mucho. Pero casi preferible aquellos espectáculos anodinos y vacíos que este corral de gallinas amarillista, sensacionalista y amparada en lo que uno dice o lo que el otro no dice, vendiendo sus propias miserias mientras se le pague una buena nómina al mes y donde la dignidad, en este caso, si ha tenido un precio.

Por principios hay cadenas que no pongo en casa, tampoco me han dejado buenas sensaciones sus «profesionales» allá donde consiguen un teléfono y se lo pasan por toda la redacción, por todos los redactores y programas, sin la autorización del interesado -en una clara violación de la Ley de Protección de Datos- o te insisten e insisten e insisten en llevarte a televisión o aparecer de este o tal caso pese a tu negativa, donde acosan a un testigo y donde tienes que ser seco y cortante para que te dejen en paz.

Trabajo en televisión, hago un programa y se podría argumentar: “Pues tu programa no es para tirar cohetes”. Pues mire usted: tal vez. La diferencia es que yo estoy en una local, no tengo redactores/as, ni productores/as, ni maquilladora, ni asesoras/es, ni tan siquiera un mínimo y, aún así, se trata de hacer un programa que conlleva Historia y Misterio, lo que es la oCultura –como lo llama Javier Sierra- y que para mí es Cultura a todas luces. Es la diferencia, a muchos quisiera ver en el mismo lugar y con los mismos medios...

Pero en esas otras cadenas, grandísimas, es lo que hay, canteras de mercenarios dispuestos a todo en un medio que, en ocasiones, da pena.

Creerán que no pero me resulta muchísimo más grato poner “La 2” y disfrutar de documentales y reportajes donde los buenos profesionales demuestran su valía más allá de toda la basura que invade al medio.

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