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Actualizado: 27 nov 2022 / 05:20 h.
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  • Nadie puede ser tan malvado ni tan bueno

Las pasiones de algunos seres humanos los llevan, con sus maneras de comportarse, a lograr los efectos contrarios de los que perseguían con sus actos o palabras. Y los hechos espectaculares, los continentes, anulan los contenidos. Les hablo como profesional y estudioso de la Comunicación, pero también como alguien que ha sido y es agresivo con su verbo y que ha muerto más de una vez por la boca, como el pez. Luego he pedido disculpas y aun así mi orgullo es tal que me he cuestionado a mí mismo y he considerado que no tengo porqué pedir disculpas por palabras indebidas si estimo que tengo una razón para pronunciarlas. Me puedo aplicar perfectamente los versos de una canción de Joaquín Sabina, Tan joven y tan viejo, y con mayor goce ahora que el cantautor ha reconocido que la izquierda se ha convertido en una sombra de sí misma, algo de lo que yo llevo convencido desde hace bastantes años. Algunos progres envidiosos han expresado que la opinión de Sabina se debe a que le quieren imponer impuestos porque es rico. Yo no lo sé, supongo que sí y que si lo es se debe a que se lo ha currado y tiene todo el derecho de serlo. Los versos de Sabina afirman: “Por decir lo que pienso sin pensar lo que digo/más de un beso me dieron (y más de un bofetón)”.

Si para denunciar que hay mucho paro o mucha miseria en el mundo te cuelgas de una pancarta en lo alto de la Giralda, la gente, con el tiempo, sólo recordará que un chalado se colgó de la Giralda para protestar por no sé qué. La espectacularidad de la protesta matará su contenido. Y si la señora Carla Toscano le dice a Irene Montero que libera maltratadores de la cárcel y que de lo que más sabe es de las profundidades de Pablo Iglesias empezará a santificar a alguien que estaba siendo tratada como una luciferina.

Ya hasta duda el personal de que Zelenski sea el héroe de su pueblo y comienza a sospechar que hay gato encerrado. Efectivamente, lo hay, pero los medios se han encargado de machacar tanto con la santidad del mozo que nadie se atrevía a cuestionar la palabra del llamado “cuarto poder” (no es el cuarto sino un brazo del primero que es el poderoso caballero llamado Don Dinero). Existe eso que Noelle Neumann llama “la espiral del silencio”: por miedo al qué dirán te guardas tus opiniones hasta que llega un momento en que lo que reina es el silencio, algo parecido a una dictadura, la España de Franco era la España del silencio y ahora en democracia hay que morderse la lengua en montones de ocasiones. Conclusión: esto no es, cómo afirman los interesados en dominarnos, una democracia plena.

En caso de que el ciudadano empiece a dudar porque, a la vista de lo que oye y ve, está pensando por sí mismo y llegando a conclusiones que no le convienen a los dueños de los medios, voceros a su vez de poderes mundiales, en eso tiene razón Pablo Iglesias, es algo archiprobado, se lleva a cabo una maniobra consistente en sembrar la duda porque la duda paraliza, te lleva a lo que ya en mi tesis doctoral (1994) llamé “efecto de hibernación”. La paralización interesa a quien domina o persigue dominar.

Una vez me dijo un catedrático de psiquiatría que la mayoría de los llamados místicos españoles tenían un alto grado de esquizofrenia. Aquí entra ya el factor que es el mayor aguafiestas de todos cuando queremos presentar a alguien como muy bueno o muy malo: la ciencia, frente a la creencia. Esta última argumentará que la fe es un don que se tiene o no, el que no se consuela es porque no quiere. Y todo por no poner las cosas en su justa medida ya que los místicos españoles han escrito textos exquisitos, brillantes. Pero el deseo de elevarlos en exceso conlleva efectos contrarios. Y es que llega un momento en que nadie puede ser tan malo ni tan bueno, eso no es humano en absoluto.

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