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Actualizado: 20 feb 2020 / 04:30 h.
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  • Nube de incienso

Me encantan los debates de mi ciudad. Tienen un calado y son tan transcendentes para el devenir de todos los sevillanos que son dignos de aparecer en ‘La Clave’, pero en lugar de ser moderados por Balbín podríamos coger a cualquier personaje de los que aparece en El Palermasso, que estrenó el miércoles nueva temporada.

Ayer se conocía que el puesto de inciensos, que se encuentra en la calle Córdoba, tendrá que plegar su mesa para siempre y no por escasez de ventas precisamente.

Al parecer, la licencia que permitía vender dicho producto al lado de la iglesia del Salvador estaba a nombre de María Ramona González, mujer de Adolfo Fiances y madre de los actuales regentes del negocio. Con la muerte de la matriarca, la licencia desaparece, pues no se puede heredar. Punto. Que esto no son las sillas de la Campana.

¿Cuál es el problema? Que lleva treinta y cinco años en el mismo sitio y que ya se habla de patrimonio de la ciudad.

Estas son las cosas de esta ciudad, que hacen que sigamos estancados en el siglo XIX.

Los ‘miarmers’ ponen el grito en el cielo porque ese stand va a desaparecer. ¿Saben que, en la plaza del Pan, a 20 metros, la familia ha abierto un establecimiento? Podrán seguir comprando todo el incienso que quieran, pero lo bonito es quejarse.

«Son treinta y cinco años perfumando las calles del centro» aducen algunos. No hubo tanta locura cuando cerró Bordas Chinchurreta, que también perfumaba de lo lindo.

Treinta y cinco años, en una ciudad como Sevilla, no son nada. Peor está la muralla de la Macarena y nadie alza la voz, y eso sí es un patrimonio de la ciudad.

Las ordenanzas municipales están para cumplirlas. Son las mismas que prohiben orinar en la calle, hacer botellona o tener una terraza abierta hasta las tantas.

Seguiremos hablando de este puesto de incienso unos días más. No descarto que hagan algo y les permitan seguir vendiendo allí. Que conste que no critico a los dueños del negocio. No, ellos no tienen culpa alguna. La culpa es de esta bendita ciudad que se queja, por ejemplo, del cierre del Bazar Victoria de su emblemática localización porque le actualizaron la renta, pero cuando se mudó a la calle Francos, el negocio tuvo que echar la reja para siempre porque los que se daban golpes en el pecho no pasaban ni por el escaparate.

Esta gente es la misma que pide que vuelvan los veladores de la Campana, pero los del Mc Donalds no. Nada de multinacionales. Pero los calcetines los compro en Primark, que están muy baratitos.

El día que los sevillanos dejen las tonterías y se centren en debates importantes como el paro, el turismo masivo que está invadiendo la ciudad, la suciedad, el estado de los monumentos, lo infrautilizado que está el río Guadalquivir o la Cartuja, el tráfico de la ciudad, los recortes en el Metro... lo mismo, ese día, lo modera Balbín. Por ahora, habrá que conformarse con los golpes de humor cofrade. ¿Otra cervecita? ¡Enga!

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