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Actualizado: 07 jul 2022 / 11:12 h.
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  • Fotografía: EFE
    Fotografía: EFE

Hay una teoría circulando por las redes sociales que afirma que los medios de comunicación tienen como objetivo prioritario que el personal termine odiando a Irene Montero; sí, la ministra de Igualdad del Gobierno de España. No sé si esto tiene un mínimo fundamento, si es una invención de los que creen que los poderes ocultos mueven los hilos o si es una realidad que se pueda constatar. Ni lo sé ni me importa porque yo no odio a Irene Montero, a mí me da mucha lástima esa señora.

Me da pena la ministra de Igualdad porque su talla intelectual no da para mucho y, sin embargo, alguien la colocó de ministra sin tenerlo en cuenta. El resultado es que la brillantez de la señora Montero es nula, que las ideas que ha podido aportar para corregir la realidad son escasas (ninguna diría yo), que ha hecho el ridículo en repetidas ocasiones y que su paso por la política española se quedará reducido a un chisme en la mente de los españoles. Yo no odio a esta señora. Siento pena por ella. Me produce un tremendo dolor comprobar que, incluso, está destrozando el feminismo español.

Me da pena que alguien que comenzó su carrera política defendiendo unas ideas (absurdas, populistas e imposibles, pero ideas al fin y al cabo) se haya tenido que conformar con tragar carros y carretas para poder ocupar un puesto que le ha quedado grande desde el principio. Arrodillarse ante el cetro del poder, claudicar ante el que te ofrece migajas a cambio de tu pleitesía, no debe ser plato de buen gusto. Y me da pena porque ser ministra en esas condiciones te puede resolver el futuro, pero ella misma (y todos nosotros) sabemos cómo llegó, qué está haciendo y cual es el valor de su trabajo.

Me da mucha pena que se le juzgue como a una adolescente porque a esta señora se le paga un buen sueldo que sale de los impuestos de todos los españoles; y me gustaría que ese dinero lo recibiera alguien que representa a la mayoría de las mujeres y no a las amigas. Me da mucha pena que una mujer adulta tenga comportamientos de niña malcriada porque quisiera que las ministras españolas fueran maduras y estuvieran a la altura de las circunstancias. Lo mismo me pasa con algunos de los hombres que son ministros.

Me da pena que Irene Montero sea ministra porque está haciendo el ridículo. Me dan pena todos los españoles porque ya no somos capaces de quejarnos y tragamos (como la señora Montero) carros y carretas. Me da pena todo lo que tienen que ver con esta mujer porque resulta cutre, ridículo y patético; tanto lo que es de su cosecha como lo que es cosa de otros.

No odio a Irene Montero. Ni nadie me ha pedido que hable así de ella. Me da pena. Solo eso.