Image
Actualizado: 31 jul 2021 / 10:04 h.
Facebook Twitter WhatsApp Linkedin Copiar la URL
Enlace copiado
  • Romerito o un jerezano en Sevilla

Ya en el siglo XIX hubo gitanos artistas que abandonaron Jerez de la Frontera para afincarse en Sevilla al olor de sus cafés cantantes, como los de El Burrero o Silverio Franconetti. Carito y Paco la Luz, por citar solo dos, llegaron jóvenes a nuestra ciudad y murieron en ella olvidados y pobres de solemnidad. La misma suerte corrieron La Macarrona y La Malena, Niño Medina, El Gloria o Currito el de la Jeroma. Mucho más tarde llegó Manuel Romero Pantoja, Romerito, que a sus 89 años vive aún y canta todavía de maravilla. Vive en uno de aquellos pisos del Polígono de San Pablo que el ministro franquista Utrera Molina le facilitó para que pagara cómodamente en muchos años, como a otros muchos artistas: Naranjito de Triana, José Cala El Poeta o Antonio el Farruco.

Romerito nació en la jerezana calle Nueva del Barrio de Santiago, en el número 28, en una casa de vecinos. En una accesoria de esa casa vivió con sus padres y ocho hermanos y pasó el hambre lógica de aquellos años a pesar de trabajar duro en el campo, como otros gitanos de Santiago. En los años cincuenta se encartó de venir a trabajar al tablao El Guajiro, en Los Remedios, donde también trabajaron Perrate de Utrera, Terremoto, Mailde Coral, Rafael el Negro, Trini España y El Moro. Fue también del cuadro del Patio Andaluz, y cuando llegaron los festivales de los pueblos encontró un sitio a pesar de que el agente artístico Pulpón no se lo puso fácil. Tuvo el mérito de hacerse un hueco entre tantas grandes figuras como Mairena, Fosforito, Lebrijano, la Paquera, María Vargas o Camarón.

Se lo rifaban los grandes bailaores y las mejores bailaoras de España y en esa faceta, la de cantar para bailar, hizo historia, como la hicieron El Moro o Chano Lobato. Tras sesenta años o más buscándose la vida con el cante, en los cuadros o en solitario, de participar en obras discográficas históricas como Canta Jerez (Hispavox, 1967), posiblemente el mejor disco de cante jondo, Romerito sigue en su piso del Polígono de San Pablo, jubilado, con 89 años, con la voz como un cañón y la cabeza en su sitio. Olvidado en su tierra, Jerez, y querido en Sevilla, su tierra adoptiva, donde tampoco es que le hayan dado muchos reconocimientos.

Ayer eché con él un ratito de charla y cante en su propio piso de la calle Soledad Miranda, y me impresionó cómo es capaz de cantar aún por fandangos y bulerías acompañado a la guitarra por su propio hijo, Romerito Hijo, que lo borda. El maestro Romero es una institución del cante, una figura histórica de un arte al que le dio mucho y del que no ha recibido lo que merece. Solo en una tierra, Andalucía, puede caer en el olvido un artista como él. Pero es un hombre feliz, risueño, ingenioso y muy querido en la vecindad.

ETIQUETAS ►