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Actualizado: 10 abr 2020 / 06:00 h.
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  • Jean-Pierre Chevènement en una entrevista para LCI
    Jean-Pierre Chevènement en una entrevista para LCI

Leí ya hace algún tiempo una entrevista que El Confidencial le hizo a Jean-Pierre Chevènement. En la entradilla podía leerse: “Jean-Pierre Chevènement, con 81 años cumplidos, es una de las grandes figuras de la política francesa y, por ende, europea, uno de los últimos representantes de una época de gigantes, de Charles de Gaulle a François Mitterrand, que reconstruyeron Europa tras la II Guerra Mundial y trataron de convertirla, además, en un sujeto político para poder contar algo en el mundo. Él mismo encarna esta fase de penurias que lograron transformarse en éxito: de niño sufrió con extrema dureza la II Guerra Mundial”.

A alguien con ese curriculum y con la lucidez que aún conserva, bien puede considerársele un sabio al que hay que escuchar atentamente cuando personas de su edad y menores que, a su manera, acaso fueran tan sabios como él o más, han muerto en esta pandemia, oiga, no solamente en la más absoluta soledad y abandono sino porque se ha decidido así para salvar a otros más jóvenes. Esto se dice muy pronto pero cuando se piensa despacio y se cae en la cuenta de que estamos hablando de Europa, es tremendo, me entra tal indignación contenida que no tengo más remedio que acordarme de... Bueno, vamos a dejarlo.

A Jean-Pierre Chevènement no le van a hacer ni puñetero caso por más respetado que sea, pero me he quedado con ideas suyas, propias de la plenitud que dan los años: “Europa podría invitar a EEUU y a China a cooperar con ella para ayudar a los países africanos o a los países del subcontinente indio, que están particularmente afectados. Es la humanidad en su conjunto la que tiene que hacer frente a la situación”. Más: “Es necesario pensar en Europa como un tercer actor a nivel mundial. De lo contrario, caeremos en la dependencia de China y EEUU, como se puede ver en el campo de la salud con respecto a China o en la extraterritorialidad del derecho americano, que EEUU impone gracias al papel del dólar, la única moneda mundial”.

Y, además: “Para hacer del euro una moneda de reserva mundial y liberarnos de la excesiva tutela del dólar, la Europa de los Veintisiete no es suficiente. Debemos reconstruir los lazos con Reino Unido y deducir otros nuevos con Rusia. Rusia es un país europeo y Europa, si quiere tener una voz en el mundo de mañana, debe reunir todos los pueblos de Europa, desde el Atlántico hasta el Pacífico”. Por último: “Debemos resolver los problemas de Ucrania, debemos asegurarnos de que Ucrania pueda tener un estatus de neutralidad garantizado por todas las grandes potencias. Y luego crear una cooperación con Rusia en todas las tecnologías de vanguardia, porque Rusia es un gran país científico”.

Hoy el artículo me lo ha escrito este sabio francés. Hay que callar cuando habla el que más sabe. Sólo añadiré que nos estamos equivocando con Rusia, que es Europa, en efecto: una de sus raíces es romana, el principado de Kiev, fundado por Bizancio. Desde el siglo X hasta siglos después se dio una mezcla de las culturas eslava y bizantina. El zarismo se expandió hacia occidente, el imperio ruso participó en la coalición europea contra Francia y derrotó al ejército napoleónico en 1812. La revolución de 1905 obligó al zar a establecer un parlamento al estilo europeo, la rivalidad entre Rusia y el imperio austrohúngaro influyó en el estallido de la I Guerra Mundial y ya sabemos su papel en la II Gran Guerra, dejémonos de parcialidad y propaganda: la derrota de Hitler en Rusia decidió la guerra. Hemos leído y admirado a sus grandes creadores, sobre todo a los literarios, ¿qué hacemos rodeándola de misiles, guerras desde el espacio y sanciones y no antes cuando era comunista sino ahora también? ¿De qué tenemos miedo? ¿A quién servimos, a Europa o a quién?

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