Hace años que la sociedad española pasa un poco de todo. En general, me refiero. Hay una letra por soleá que canta el Pele de Córdoba, que es magnífica y que me va a venir que ni pintada para reflexionar sobre este asunto:

Se acostumbra el gorrión

al ruido de los coches

y no me acostumbro yo.

Nos hemos acostumbrado a las mentiras de los políticos y no pasa ya nada si todo un presidente del Gobierno miente descaradamente, como ocurre con Sánchez u ocurrió anteriormente con los demás presidentes españoles. Pero lo del actual es un caso ya enfermizo, digno de ser el tema central de un congreso de sicólogos. Haciendo memoria, ¿recuerdan ustedes alguna verdad de este señor? Lo cierto es que la ciudadanía está muy cabreada con esto, pero a los votantes de Sánchez, y, sobre todo, a los militantes de su partido, les importa muy poco que mienta.

Utilizan el clásico argumento de que los anteriores también mintieron. Pero, ¿por qué mienten nuestros políticos con tanto descaro y desvergüenza? Porque saben que apenas les afecta en las urnas. Una sola mentira, una, demostrada, tendría que bastar para que el presidente de un país se tuviera que ir a su casa y renunciar a seguir viviendo de la política. Pero eso es una utopía en España, como estamos viendo, porque más que ha mentido Sánchez es humanamente imposible y ahí lo tienen, en la Moncloa y regalando carteras ministeriales como el que da mantecados en Navidad.

Según el DRAE (Diccionario de la Real Academia de la Lengua), mentir es “decir o manifestar lo contrario de lo que se sabe, cree o piensa”. Sánchez es un mentiroso compulsivo y da a la mentira apariencia de verdad, que es el arte del engaño. Creo que cuando miente no es consciente de que lo hace; lo es al día siguiente, cuando se levanta, ve los periódicos y descubre que sus mentiras han tenido alcance. Y a lo hecho, pecho. Claro que él puede pensar que todo lo hace por España y los españoles, de ahí que no haya pedido nunca perdón por mentir al pueblo.

Ni siquiera lo pedirá estos días, que sabe que ganó las pasadas elecciones porque aseguró que jamás iba a gobernar con Unidas Podemos y que no se apoyaría nunca en Bildu y Esquerra para poder gobernar. Pero como había que liberar el bloqueo, pensaría que solo lo podía hacer mintiendo como un bellaco, como ningún otro candidato lo había hecho jamás en este país. Ni Felipe González, el de la creación de 800.000 puestos de trabajo y la no entrada de España en la OTAN. ¿Se acuerdan?

Mentir es jugar con ventaja y eso es lo que hizo Sánchez plenamente consciente de que era la única manera de no entregar el Gobierno a las derechas. O sea, por un buen fin. Supongo que eso justificaba la desvergüenza de mentir de esa manera tan miserable, cambiando de opinión de un día para otro sin la más mínima cortedad. Como mintió también Pablo Iglesias cuando dijo que Podemos nunca entraría en un gobierno presidido por un candidato socialista. Tenemos, pues, a dos grandes mentirosos mandando en el país, que han sido votados por la friolera de más de diez millones de ciudadanos teóricamente de izquierdas. Menudo mensaje les han mandado los dos a los jóvenes españoles: mentid, que sin hacerlo es difícil lograr la gloria, el poder y el dinero.

Nadie tiene la memoria suficiente para mentir siempre con éxito. Podrás engañar a todos durante algún tiempo. Podrás engañar a alguien siempre. Pero no podrás engañar siempre a todos. Lo que no dijo Abrahán Lincoln, dueño de esta frase, es que un día te echará uno más embustero que tú. Sánchez lo sabe, pero mientras eso llega, que llegará, se habrá forrado. Y a mí me pasa como al gorrión de la copla con los coches: que no me acostumbro.