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Actualizado: 23 mar 2023 / 04:00 h.
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  • Obras en una calle de Sevilla estos días.
    Obras en una calle de Sevilla estos días.

¡Como estaba Sevilla el domingo pasado! Veíamos a quien se había vestido de colores y, hala, a practicar ciclismo, Sevilla en bicicleta. Pero qué cantidad de currantes adecentando calles y aceras con máquinas y todo. Bueno, cantidad no, será calidad porque, para toda una calle, y no corta precisamente, mandan a dos o tres operarios. El alcalde lo está bordando, deberían celebrarse elecciones todos los meses y él que saliera a diario en los informativos de Radio Sevilla que le está haciendo la campaña. De grandes obras nada, son minucias, pero al personal le gusta aunque proteste. Para el 28 de mayo que no haya ni un bache en la ciudad, el tranvía se ha atascado un poco, cosas que pasan, para 2027 estará medio terminado y habrá llegado -casi- al Duque. Lo importante es que no llueva en Semana Santa ni en Feria y que huela a azahar, eso está bien, pero harta, el azahar es el preludio de un calor bochornoso que trae consigo cucarachas, hormigas y galbana. Un asco.

Lo de 2027 no lo he anotado por azar. Es el año en el que los franceses deberán haber cotizado 43 años para poder acceder a una pensión completa. Me acuerdo del número, 43, por lo del licor 43, que siempre me ha gustado mucho, está dulcecito. ¿Existirá todavía? Como no me gustan los bares no he podido fijarme, menudo sevillano de cacafú soy, estoy para que me echen a puntapiés de lo mejó der mundo. Prometo que cuando vaya a un bar -por narices- me fijaré o se lo preguntaré al camarero o camarera, si es que me oyen con tanto bullicio. Qué desastre para los bares si llueve en Semana Santa y/o Feria. Lechugas o pasos y farolillos, is the question.

Como se sabe, los franceses están que se suben por la Torre Eiffel. El follón es tradición en Francia desde que la guillotina se puso de moda. Ahora creen que Macron va a guillotinarlos y se han puesto como fieras, hasta han perdido las mociones de censura contra la ministra y el presidente que los quiere hacer trabajar tanto. Macron ha ejecutado algo excepcional, claro que como no se presenta a más elecciones ha aplicado lo de “para lo que me queda en el convento me meo dentro”. El tío ha hecho caso omiso al clamor ciudadano (el 75 por ciento o más no quiere trabajar tanto) y ha impuesto el pico y pala por decreto. Mi padre, cuando escuchaba por TV muchas tonterías, exclamaba: “¡ese lo que necesita es un pico y una pala!”.

No, papá, no seas antiguo, ahora te explico. Se trata de que el personal no curre tantísimo sino al revés, que lo haga tres o cuatro veces a la semana, pongamos por caso, porque dicen que está demostrado que así rinde más. Ya sé, ya sé, me vas a decir que tú con 14 años ya estabas en el campo con un burro ayudándole a tu padre que fue mi abuelo. Eso se acabó, ahora estamos en el ocio, no me digas que como se vive mucho más hay que trabajar más años, no es así. Precisamente como se vive mucho más hay que divertirse más, viajar más, ser felices, abrir los brazos mientras te da en el rostro el frescor marino o montañoso y mandarle fotos a la gente en tal postura. Y es que si en una foto en la que deseas mostrar felicidad no abres los brazos será porque no eres feliz ni leches.

Si nos llenan la cabeza de felicidad mediante la posesión de cacharritos digitales, grandes superficies en las que la familia que compra unida permanece unida; excursiones de todo tipo, farándulas y tours de lo más diverso, ¿cómo le vas a pedir al personal que trabaje tanto? ¿Cómo le vas a hacer comprender que hay que mirar por los hijos, los nietos, los bisnietos, etc., etc., etc., como dice Tamames? ¿Los qué? ¿Hijos, nietos, biznietos...? ¡Pero si eso ya no existe! ¡Aquí ya no da nadie a luz sino a sombra! Vamos a divertirnos y que trabajen los robots. Además, 43 años son muchos años cotizando. Por cierto, ¿de dónde vamos a sacar el dinero para irnos de Imserso o a los fiordos de Noruega cuando nos jubilemos?

No sean batracios, colegas de Francia, vean a Sevilla cómo arregla calicatas y no se dedica a la fanfarria y al follón callejero, menos los de las batas blancas que tienen demasiados pacientes y poca paciencia, sobre todo cuando gobierna la derecha malévola, como Macron. Eso sí, Sevilla espera dar de mano para ver pasos y farolillos. Y luego El Rocío y después Matalascañas. Hasta que llegue el Macron de turno, ¿a quién le tocará ese regalo envenenado? Nos han rodeado de tantas pamplinas y de tantas falsas ilusiones que ahora a ver quién procrea, quien trabaja y quién cuida de los robots cuando se les crucen los cables y no puedan cuidar de nosotros ni asistirnos en nuestra muerte por falta de trabajos...