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Actualizado: 31 ene 2023 / 08:26 h.
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  • La ministra de Igualdad, Irene Montero. / Alberto Ortega - Europa Press
    La ministra de Igualdad, Irene Montero. / Alberto Ortega - Europa Press

Ahora van a rectificar. No seamos como quienes dicen que ya es demasiado tarde. Nunca lo es, porque más vale tarde que nunca. Ahora bien, frente a la evidencia de que la ley del sí solo es sí ha beneficiado a cientos y cientos de violadores que han visto rebajada su pena, nos resuenan todavía como unos platillos las declaraciones altisonantes de la ministra. Y en materia de igualdad, como en todas las materias que tratan con material humano, hay que ser mucho más humilde.

A la ministra le aconsejaron quienes sabían de leyes lo que iba a pasar, pero ella pasó, en un acto de soberbia incompatible con la propia etimología de ministro, que es quien ministra, es decir, quien sirve, o sea, un servidor, público para más inri. Luego, ante la aplastante realidad de que uno tras otro se beneficiaban todos los delincuentes sexuales, se dedicó a afirmar que quienes clamaban por una revisión de la ley no llevaban razón y que estaban en contra de ella, en otro acto de soberbia impropio de una servidora pública. Ahora que se va a rectificar porque los casos vergonzosos rebosan por todos los telediarios, ¿no se ha preguntado la ministra por quiénes van a pagar ahora la injusticia de que quienes han cometido terribles delitos sexuales se hayan visto beneficiados, tan injustamente -insisto- gracias a una ley que debería haberse revisado antes de aprobarse? ¿No le parece doblemente injusto que un delincuente o violador de estas características pudiera delinquir de tal modo y ahora pudiera aliviar su pena gracias a una ley comandada por quien debería conseguir desde las instituciones todo lo contrario? ¿Quién resarce a las víctimas que han visto cómo se reían y se aliviaban sus agresores? ¿Quién? Nadie, ya lo sé, porque ni siquiera hay altura política para dimitir. Y ese verbo, en España, hace mucho que se confunde con un nombre ruso.

Pero la paradoja sangrante de que el Ministerio de Igualdad haya permitido durante tanto tiempo que una ley haya aliviado a los agresores en vez de proteger a las víctimas es impropia del siglo XXI, y hay que subrayarlo y, además, el hecho de que, al contrario de lo que creen tantos políticos de hoy, la vida real no funciona con ese criterio tan miope de si no estás conmigo, estás contra mí. La vida real es mucho más ancha, y más compleja.

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