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Actualizado: 03 feb 2023 / 07:42 h.
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  • Tania vence a Kiko o no hay tonto bueno

Pesadilla en el Paraíso es un reality de los cutres, de los que resultan dolorosos a la inteligencia de las personas, de los que reposan sobre el conflicto y la mala educación, de los huelen a naftalina y soportan caspa. Pesadilla en el Paraíso es un tostón que sirve de entretenimiento a unos espectadores que buscan desconectar de la realidad. Pensar en la hipoteca es un trabajo brutal que tiene la cabeza del personal como si fuera una centrifugadora y, por eso, programas de esta estofa sirven para viajar a los mundos de Yuppie antes de dormir.

Una de las cosas que más llama la atención de estos programas es la diferencia que existe (muchas veces) entre lo que se vive en las redes sociales (debates encarnizados, insultos, bloqueos y encuestas) y el resultado que nos ofrece la pantalla. Por ejemplo, ayer, una tal Tania ha logrado resistir en su primera nominación y el que ha sido expulsado es un tal Kiko (un joven redicho, paleto a más no poder, cínico y de formas impostadas que resultan aburridas). Todo parecía indicar que sería la joven Tania (la más odiada de la pasada edición de La isla de las tentaciones) la que tuviera que hacer la maleta y no ha sido así. Resultado follón en las redes. Un clásico en esto de los realities.

Pero lo que más sorprende es el nivel cultural de la caterva de participantes que se acumulan en cada edición. No hay tonto bueno; si a esto añadimos que el miedo aparece (a fracasar, a salir expulsado el primero, a no hacerse un poquito más popular...), el bloqueo los convierte en fieras y el espectáculo está servido. Mete un grupo de tontainas en un espacio cerrado y tendrás un reality. En esta edición del programa, Tania ha llegado a decir a una compañera, y no de forma precisamente amigable, que ella tenía más estudios. Al rato, Tania decía que un kilo de paja era más pesado que uno de plomo. Ese es el nivel.

Entre botox, idiotez, insultos, muestras de pereza preocupante, indicios de cocientes intelectuales negativos y hambre, el espectáculo resulta ser tan atractivo para algunos como bochornoso para casi todos. Y así estamos. Esto es un no parar.

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