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Actualizado: 01 jul 2020 / 08:22 h.
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  • Fotografía: EFE
    Fotografía: EFE

Encontrar el equilibrio entre cuidar de la salud de las personas en toda Europa y reactivar sectores esenciales de la economía, no es sencillo. Es indiscutible que cada decisión afecta de un modo diferente a una de las partes y lo que beneficia a la economía puede estar en contra de la salud de las personas. Y viceversa.

Europa se abre a los países que tienen una tasa de nuevos casos de Covid-19 por cada 100.000 habitantes igual o por debajo de la media europea. Esto, en principio, debería garantizar que el mayor número de visitantes extranjeros estén libres de la Covid-19. Sin embargo, la corta experiencia que estamos teniendo no dice que esto sea cierto. Al contrario.

Las fronteras van a quedar cerradas o abiertas atendiendo a la mezcla de criterios sanitarios y económicos. De otra forma, no puede entenderse la inclusión de China en la lista de países que tendrán las puertas de Europa abiertas, de par en par, cuando los datos que se reciben de ese país siempre están bajo sospecha dada la opacidad del régimen chino. También resulta del todo incomprensible que no se exija el certificado de prueba PCR en el país de origen. Esto si garantizaría en gran medida una importación mínima de positivos y ayudaría a todos los países a detectar sujetos que sufren la enfermedad de forma asintomática.

En España, con la apertura de la frontera con Marruecos, todo se puede complicar. El tránsito entre los dos países durante el verano es numeroso. Y si sumamos la llegada de pateras a nuestras costas, España se puede convertir en una zona caliente, otra vez. Europa no puede ponerse de perfil ante este problema.

La UE se juega mucho con estas decisiones. Entre otras cosas la salud de millones de personas y el futuro de todos.

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