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Actualizado: 12 abr 2021 / 08:35 h.
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  • Ante el fin del estado de alarma

En menos de un mes, si no cambian mucho las cosas, decaerá el estado de alarma en España. Así lo ha anunciado Pedro Sánchez hace unos días. El 9 de mayo la política autonómica española se enfrentará a un capítulo más de esta pandemia que parece no querer hacer prisioneros en ningún caso.

Las Comunidades Autónomas podrán tomar decisiones duras y de gran alcance al amparo de la Ley Orgánica 3/1986, pero no parece que el marco legal sea claro en exceso. Incluso desde el Consejo de Estado se ha pedido que se modifique la legislación aunque no parece que las condiciones sanitarias y, sobre todo, políticas permitan esos cambios. Al menos así se defienden desde el Ejecutivo después de anunciar cambios en la legislación que nunca han llegado.

Por tanto, si la pandemia continúa su curso bajo un control frágil que se mueve al son que marcan los acontecimientos y siempre por detrás de esa realidad, si la confrontación política se encuentra en cotas altísimas y si la indefinición jurídica es tan clara, la pregunta es casi obligada: ¿se debe dejar decaer el estado de alarma el próximo día 9 de mayo?

Sin duda la campaña electoral de Madrid va a causar tensiones enormes (las declaraciones de Sánchez poniendo en entredicho los datos sobre la pandemia que aporta la Comunidad de Madrid o la búsqueda constante de bronca política por parte Ayuso, son catastróficos en este momento); las acusaciones de deslealtad que el Gobierno realiza señalando a la oposición y un uso claramente partidista de esa oposición de, por ejemplo, la campaña de vacunación, se siguen produciendo causando graves daños en la gestión y en una imagen de la clase política que causa estragos entre los ciudadanos; y la falta de diálogo es tan doloroso como tóxico en el momento actual.

El Gobierno central y los Gobiernos autonómicos están obligados a realizar un tránsito hacia la normalidad tranquilo y ordenado. De otro modo, cada esfuerzo, cada muerte, y cada enfermo, que ha dejado la pandemia no habrá servido de nada.

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