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Actualizado: 04 jun 2021 / 10:34 h.
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  • Fotografía: EFE
    Fotografía: EFE

La Iglesia católica se soporta sobre una estructura casi medieval y eso hace que los movimientos que se hacen desde el Vaticano sean muy lentos y suelan llegar tarde. Así ha sido durante siglos. La modernización de la Iglesia es una de las tareas pendientes que han tenido sobre la mesa los últimos tres Papas y no han sido capaces de afrontarlo con éxito.

Por fin, el día 8 de diciembre de 2021 entrará en vigor una reforma del Código de Derecho Canónico que aborda uno de los problemas que más lastran a la Iglesia católica en todo el mundo. La pederastia, los abusos sexuales y un encubrimiento grosero de esos delitos (que ha sido una constante por parte de obispos y superiores en las órdenes y congregaciones religiosas) son los asuntos que se tratan de atajar y resolver.

En esa reforma se establece una definición muy clara de lo que es cada cosa, se elevan las penas para los que los cometan y se limita de forma drástica la acción de todos aquellos que pueden ocultarlos. Además, esta reforma contempla la posibilidad de condenar tanto a clérigos como a seglares que tengan posiciones de responsabilidad de las estructuras religiosas.

Se trata de la mayor reforma de los últimos cincuenta años y, aunque llega tarde como ya es habitual en el caso de la Iglesia Católica, es celebrada por todos. Si la Iglesia quiere volver a ser una entidad creíble y prestigiosa, debe afrontar estos problemas con seriedad y rigor. Por ello, la inclusión en esta reforma, también, de los abusos contra personas mayores de edad en situación vulnerable (seminaristas frente a obispos o rectores, por ejemplo) o de la posibilidad de exclusión del estado clerical de los pederastas o encubridores, es un gran avance que evitará la propagación a mayores de, como se definen en esta reforma la pederastia y los abusos sexuales, delitos ‘contra la dignidad humana’.

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