Los cimientos del fútbol europeo han saltado por los aires.
Doce equipos de élite del viejo continente han anunciado su intención de crear una ‘Superliga europea’ que será la sustituta de la actual Champions League. Así, los fundadores se garantizarán unos ingresos superlativos y muy superiores a los que actualmente llegan desde la UEFA que es el organismo que controla el fútbol europeo. Estos clubes fundadores serán fijos en la competición y habrá algunos invitados cada año. Actualmente, en la Champions League participan los diferentes equipos dependiendo de los resultados en las ligas nacionales.
La UEFA siente que pierde el control del fútbol y, sobre todo, de todo el dinero que se mueve alrededor. Florentino Pérez anuncia este cambio como la salvación de un deporte que ha perdido ingresos y está en peligro de extinción. El resto de equipos señala el proyecto como discriminatorio y contrario al espíritu y valores futbolísticos.
Los equipos más modestos ya no podrían echar mano del trabajo y del esfuerzo para progresar. Todo parece indicar que las distancias serían insalvables. Y eso, por supuesto, es un torpedo a la línea de flotación de las ligas de cada país. Parece que pierden el sentido, que se vacían por los cuatro costados. Por ello, las federaciones y la UEFA ya se han puesto en pie de guerra y los tambores suenan amenazantes. La UEFA advierte de expulsiones y de la imposibilidad de que los jugadores que participen en ese nuevo proyecto puedan jugar otro tipo de competiciones. Sin duda, este asunto acabará en los tribunales sea por una cosa u otra.
El poder del dinero se impone a lo que es un deporte. El poder del dinero impide que los modestos puedan soñar. Pero, también, la corrupción y la maquinaria que la UEFA tiene puesta en marcha y que ha sido criticada y discutida durante tantos años, ayuda muy poco a que el fútbol tenga posibilidades en el terreno de la paz.