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Actualizado: 31 mar 2020 / 08:22 h.
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  • Desastre a la europea

No hace mucho tiempo, las grandes potencias acumulaban armamento con el que se podría destruir el mundo y lo hacían de forma compulsiva. Hoy, el planteamiento es otro radicalmente distinto, porque lo que se intenta acumular es material sanitario con el que poder salvar vidas. La paradoja es que el material destructor se acumuló sin problemas y en el caso del sanitario las intenciones se están convirtiendo en casi una quimera.

Las necesidades son de enorme envergadura. Y la ineficaz respuesta por parte de las administraciones de los diferentes países igual de grandiosa. En el caso de Europa, la falta de compromiso y de coordinación es el paradigma de lo que una organización no debe consentirse si debe seguir adelante con sus objetivos. Es imposible hacer las cosas peor.

Si Europa fuese una realidad en lugar de una idea que se ancló en la burocracia desde sus inicios, los países miembros deberían elaborar un plan de acción conjunto que evitasen escasez de bienes esenciales en caso de emergencias sanitarias y, además, trazar planes de fabricación de esos elementos reconvirtiendo las industrias. Lo que ha sucedido en esta crisis provocada por la Covid-19 ha sido todo lo contrario. Cada país ha hecho acopio de material por su cuenta, incluso en algún caso se ha prohibido la exportación del mismo, sin tener en cuenta las necesidades de sus socios. Además, las industrias se han reconvertido de forma improvisada, a trompicones.

Europa se está jugando el futuro. Posiblemente, el entramado económico sea muy difícil de desmontar, pero el político está en entredicho y la ciudadanía no entenderá bien todo lo que está pasando. La suerte está echada en todos los aspectos y todo parece indicar que el futuro próximo tendrá que soportarse sobre grandes cambios estructurales.

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